Asesinados dos jóvenes hermanos por «El loco de Usera» en Madrid
En el año 1981 los efectos de una gran crisis económica se estaban dejando sentir en España, a lo que se sumaba la proliferación del consumo de drogas que hacían mella en los barrios más humildes de las grandes ciudades españoles, que eran los peor parados como consecuencia de aquel grave momento que atravesaba el país. Era esta la época en las que las películas de Eloy de la Iglesia «El Pico», «El Pico 2» y «Navajeros» abarrotaban las salas de cine españolas tratando de primera mano el consumo de estupefacientes, principalmente la heroína, el narcótico que más vidas de jóvenes arruinaría de forma prematura en las zonas humildes de las grandes ciudades españolas.
Es en este contexto y en uno de estos escenarios ocurrirá un desgraciado suceso en la primavera de 1981. En aquel año, previo al mundial de fútbol que se celebraría en España, pululaba por la Colonia de los Almendrales, en el barrio de Usera de la capital de España un individuo de 26 años, Juan Andrés Mohedano Lasheras, quien, junto con su familia, llevarán la discordia y el horror al mencionado barrio madrileño. Durante más de un año, aquel muchacho, a quien apodaban «El loco de Usera», mantendría amenazado a todo el vecindario, que no fue capaz de recuperar la tranquilidad hasta que fue detenido. Durante todo ese tiempo, provisto de un hacha de leñador, se dedicaría a destrozar vehículos, puertas de domicilios y todo lo que encontraba a su paso, sin que nada ni nadie lo detuviese, a menos que se se arriesgase a convertirse en su víctima. Juan Andrés Mohedano contaba con un amplio historial delictivo, además de no encontrarse en su cabal juicio, pues había estado ingresado en el Hospital Psiquiátrico de Carabanchel en numerosas ocasiones.
El punto culminante de su carrera delictiva tendría lugar en la jornada del día 19 de mayo de 1981 cuando se dirigió alrededor de las dos y media de la tarde a un grupo de jóvenes que se encontraban charlando animadamente entre ellos en una pequeña plaza existente frente a la calle Visitación. En ese momento irrumpió portando una pistola cargada un individuo conocido como «El loco de Usera», quien amenazó a aquel grupo de amigos, centrándose su objetivo en dos de ellos que eran hermanos. Se aproximó por la espalda, sin que su víctima lo advirtiera y le dijo, en tono amenazante, «¿ Y ahora qué pasa? Sin pensárselo dos veces descerrajaría de un disparo a uno de los hermanos y posteriormente al otro, a quien tendría la sangre fría de rematarlo en el suelo de un disparo en la sien. Las víctimas eran Jorge y Guillermo Díaz Guerrero, de 26 y 25 años respectivamente. Posteriormente, Juan Andrés Mohedano huiría a pie por la calle Visitación, perdiéndose por las innumerables vías y correderas existentes en el barrio de Usera. El suceso, como es lógico, causaría gran conmoción en la zona y en toda la capital, pero muy especialmente en aquel distrito madrileño que ahora se sentía atemorizado por un energúmeno que les hacía literalmente la vida imposible.
Amenazas a la Policía
No contento con su macabra hazaña, en días posteriores al crimen, «El Loco de Usera» no dudó en llamar a la comisaría de Policía de aquel distrito madrileño para advertirles que aún disponía de dos cargadores con catorce proyectiles y que pensaba emplearlos contra el vecindario de la zona, lo que no hizo más que incrementar el desasosiego de sus residentes, quienes incluso temían a la familia de aquel temible asesino, pues les hacían la vida imposible. Era tal el miedo que despertaban que, incluso, la junta vecinal procedería a una recogida de firmas para tratar de expulsar a aquella familia del barrio. La madre del criminal, María Victoria Lasheras, llegaría a aprovecharse de la tensión y el pánico provocado por su vástago, solicitando favores a sus vecinos de forma muy autoritaria, además de amenazar a dos periodistas de un diario madrileño, a quienes nos dudó en llamar «cotorras», al tiempo que les decía: « Vosotros váis a ser los próximos en la lista».
En las jornadas subsiguientes al doble crimen ocurrido en el barrio de Usera se caracterizaron por la gran tensión que se palpaba en el ambiente y con el temor de que aquel energúmeno actuase de nuevo, ya que nadie se había imaginado que llegase a perpetrar un acto con tan fatales consecuencias. La Policía rodearía el edificio en el que residía la familia de Mohedano Lasheras, por si se le ocurría dirigirse a su domicilio. Se suponía que tal vez estuviese refugiado en la vivienda de algún amigo que, al igual que él, fuese un delincuente habitual y que le estuviese prestando protección.
Captura de «El Loco de Usera»
En la madrugada del día 25 de mayo Juan Andrés Mohedano tendía pensado pernoctar en un hostal del Paseo de Santa María de la Cabeza. Al llegar le solicitó al recepcionista que le devolviese inmediatamente su documentación, pues debía levantarse al día siguiente muy temprano. Quizás, temió sentirse reconocido. A partir de aquí se sabe que la Policía irrumpiría en aquel lugar alrededor de las doce y media de la noche. Se supone que fue reconocido por alguien anónimo y que había visto su fotografía en los muchos carteles que se repartieron por la capital de España.
Para proceder a su captura, se realizaría un gran despliegue en el que intervendría una docena de policías nacionales con metralleta en mano. Además, movilizarían varios coches patrulla que en todo momento evitaron hacer uso de sus alarmas para impedir la reacción del asesino de dos jóvenes tan solo dos días antes. Previamente, habían advertido al recepcionista de la peligrosidad de aquel individuo que se hospedaba en aquel establecimiento.
Los encargados de sus detención serían dos inspectores, una vez que la Policía tomó literalmente aquel centro hostelero. Sin darle tiempo a que reaccionase, derribaron bruscamente la puerta de la habitación que ocupaba «El Loco de Usera», quien ofrecería una dura resistencia a la entrada de los agentes, uno de los cuales sufriría la ruptura de uno de los dedos de su mano derecha en el transcurso del forcejeo mantenido con el criminal, quien inmediatamente fue conducido a la comisaría del barrio madrileño de Mediodía. En el momento de ser detenido le fueron incautadas 15.000 pesetas, tres anillos de oro y la pistola Star 7.5 con la que había perpetrado el doble crimen días antes. Con su detención, respiraban por fin tranquilos los vecinos del humilde distrito de Usera, aunque sería uno de los que más sufriría en Madrid las consecuencias de la inseguridad ciudadana motivada por el consumo de estupefacientes, principalmente heroína que seguiría destrozando la vida de una gran parte de sus jóvenes, víctimas del desarraigo familiar, la crisis económica y el creciente desempleo que alcanzaría su cénit en 1984.
Juan Andrés Mohedano, debido a los graves desesquilibrios mentales que padecía, probablemente motivados por su adicción a las drogas, sería ingresado de nuevo en el Hospital Psiquiátrico de Carabanchel, cumpliendo su condena en varios centros penitenciarios de España destinados exclusivamente a este tipo de reclusos. La familia de las víctimas vería resarcida su indemnización por parte del Estado, al entender que el doble crimen había obedecido al deficiente funcionamiento en la vigilancia de un individuo considerado altamente peligroso, aquel mismo que convirtió en un verdadero infierno el barrio madrileño de Usera, en el que muchos de sus jóvenes emulaban a los ingratos héroes de las películas de Eloy de la Iglesia.
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