Se suicida tras asesinar a tres personas y malherir a otras dos en Villamayor de Treviño (Burgos)

El suceso reflejado en las páginas del diario madrileño PUEBLO

Elicio Rojo Serna era un controvertido personaje sobre quien se han vertido opiniones muy dispares. Desde quienes aseguran que era un tipo cordial, a los que dicen todo lo contrario. Son mayoría estos últimos, que le retratan como un personaje vulgar, tosco, tozudo y autoritario. Nadie imaginaba lo que iba a perpetrar tan enigmático individuo una soleada tarde del mes de septiembre del año 1957, cuando le contó a su amigo Francisco Amo, conocido como «El Hazañas» su macabro plan de dar muerte a todos quienes consideraba sus enemigos. Su carácter desconfiado y suspicaz habían hecho de él una persona un tanto huraña que estaba convencido de la existencia de una conspiración en su contra. Tanto fue el cántaro a la fuente que un buen día aquel hombre estalló contra sus presuntos enemigos.

Cazador y aficionado al buen vino, después de una jornada de montería estuvo tomando unos chatos en la bodega de su amigo Francisco Amo. Quizás los necesitase para acometer una tragedia que todavía produce estupor entre los poco más de 60 habitantes que residen en la localidad de Villamayor de Treviño, quienes se resisten a hablar de la trágica jornada del 7 de septiembre de 1957, al igual que si fuese una oscura y tenebrosa sombra que todavía les emite un ardiente y lóbrego resplandor del que todavía no han logrado escaparse a pesar de que han transcurrido ya cerca de siete décadas.

Aquella misma tarde, a pesar del rechazo que le inspiró a «El Hazañas» el sangriento suceso que le había profetizado su amigo, este último, con paso firme y decidido, quiso hacer realidad una sangrienta venganza contra sus teóricos enemigos, que quizás solamente existiesen en su mente. Antes de llevar a cabo su macabro plan, dos vecinos de la localidad Eutiquio Alonso y José Pérez trataron de impedir la desgracia que se cernía sobre la pequeña localidad del noroeste de la provincia de Burgos, aunque él les amenazó con su arma, además de advertirles que «esto no va con vosotros».

Sin mediar palabra

Su primera víctima fue un herrero de 52 años, Gregorio Villaescusa, padre de seis hijos, quien en ese momento se encontraba trabajando en una finca de su propiedad. De forma totalmente inesperada y sin que le diese tiempo a reaccionar ante la presencia de su indeseado forastero, Elicio le descerrajó de dos tiros por la espalda, falleciendo prácticamente en el acto. El primer muerto aparentemente no tenía problemas con su verdugo, quien le disparó sin mediar palabra, convirtiéndose en la primera víctima de su sangrienta orgía.

A Gregorio le seguiría Pepe Martin Bedoya, un agricultor de 54 años que trabajaba en su finca cuando fue acometido por el criminal. A pesar de que le dejó malherido, este hombre conseguiría sobrevivir a las garras asesinas de Elicio, quien estaba convencido de haberle dado muerte, pero corrió mejor suerte que las otras tres personas. Ebrio de furor y ya empapado de sangre trató de acabar con la vida de Anselmo Bustamente, de 68 años, a quien también acometió por la espalda cuando estaba trabajando en su era. Sin embargo, los dos tiros que le infirió no fueron los suficientemente certeros para terminar con su vida, por suerte para él.

Quien no tuvo tanta suerte como los dos anteriores fue el veterinario de la localidad, Domingo Chomón, un joven de 34 años de edad, sobre quien disparó a quemarropa destrozándole literalmente el rostro, convirtiéndose así en la segunda víctima mortal de un desalmado. La misma suerte del responsable de la sanidad animal recaería sobre Prosidio Revilla, de 55 años, quien fue descerrajado de dos certeros tiros que terminaron con su existencia. A partir de este último asesinato, Elicio Rojo, consciente de la gran salvajada que había perpetrado huyó del pueblo con dirección a Peña Amaya.

Respecto a los móviles que se escondían detrás del triple asesinato hay varias versiones. Algunas apuntan a la indignación del asesino porque no le concedían licencia para cazar a lo largo de todo el año, en tanto que otros dicen que se había enfadado sobremanera al saber que el alcalde del pueblo, en este caso el veterinario, no habría cursado la solicitud del asesino para su posible ingreso en el cuerpo de la Guardia Civil. Otras van más allá e incluso apuntan a que Elicio estuviese tanteando la posibilidad de unirse a las guerrillas antifranquistas que en aquel entonces pululaban por los montes y montañas de parte de la geografía española.

Suicidio

Tras la orgía sangrienta que se había saldado con tres muertos y dos heridos graves, una ola de pánico y psicosis sacudió la comarca de Odra- Pisuerga, en el centro oeste de la provincia de Burgos, cuya tradicional tranquilidad se había visto alterada a finales de un caluroso verano. Como era lógico, comenzaron a divulgarse bulos en torno al paradero del triple criminal, siendo muchas las voces que juraban haberlo visto en tal o cual lugar, aunque no dejaban de ser chismes carentes de fundamente o tal vez fruto de una alteración del estado de ánimo de una parte del vecindario como consecuencia de la tragedia que se había vivido.

A más de 30 kilómetros de Villamayor de Treviño en el macizo de Peña Amaya, alrededor del 12 de octubre de 1957 el perro de un pastor que se hallaba con su rebaño por la alta montaña, al oeste de la provincia de Burgos, husmeó en una zona escarpada en lo que aparentaba ser un extraño bulto. El dueño del animal enseguida se percató de que era el cadáver del hombre más buscado en las últimas semanas en la provincia burgalesa. En avanzado estado de descomposición, se supuso que habría muerto haría aproximadamente quince días a consecuencia de un disparo efectuado con su propia arma.

También en torno a la muerte de «Elicio, el Rojo», como sería conocido en la posteridad, ha habido muchas especulaciones. Algunas indican en que terminó con su vida al verse cercado por la Guardia Civil, siendo esta la sostenida de forma oficial, en tanto que hay otras que dicen que decidió suicidarse al encontrarse solo en plena montaña sin tener un sustento que llevarse a la boca. Sea como fuere, lo cierto es que Elicio Rojo Serna escribió una de las páginas más negras de la historia de la provincia de Burgos, que jamás se olvidará «aunque pasen más de 200 años», como se encargó de relatar un vecino la prensa burgalesa.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.