<
Asesina a tres personas en Navarra sin móvil aparente y después se suicida – Historia de la Crónica Negra

Asesina a tres personas en Navarra sin móvil aparente y después se suicida

Los hechos sucedieron en un paraje de la Sierra de Urbasa

En un principio este suceso podría tener algunos ribetes de intencionalidad político, tanto por quienes fueron sus víctimas como por la personalidad del asesino, Jesús Teodoro Aramendia Bengoetxea, un antiguo camionero de 37 años, que se había acogido a medidas de reinserción social del Ministerio del Interior, tras haber sido colaborador de ETA. Su vinculación con el grupo terrorista databa del año 1983 cuando trasladó ocultos en su camión a Madrid a los secuestradores del empresarioDiego Prado y Colón de Carvajal, aunque según su versión, había realizado aquel encargo por miedo a sufrir represalias por parte de la organización terrorista.

En la tarde del día 4 de septiembre de 1988 en torno a las tres y media, Teodoro Aramendia tomó su vehículo, un Citroën Dyane 6 y se dirigió a una finca situada en el término municipal de Alsasúa en la que dos familias se preparaban para disfrutar de un día de fiesta. A la entrada le esperaba el guarda de la finca, Patxi Rey Torres, un joven de 30 años, con quien mantuvo unas palabras antes de acceder al interior después de que este último retirase la cadena que impedía el acceso de vehículos. Posteriormente, y sin mediar palabra, disparó varias veces contra el guarda, a quien dejó malherido y terminaría falleciendo poco tiempo después en el Hospital Comarcal de Estella, apreciándosele un total de seis disparos realizados con una escopeta de postas, cuatro en el hombro, una en el espacio intercostal y otra en la cabeza que le produjo la pérdida de masa encefálica.

Nadie en la finca se percató de lo acontecido. Es más, Teodoro Aramendia pasaría por delante de la casa que se encontraba en el interior del recinto y divisó al resto de las pesonas que participaban en lo que prometía ser una pacífica reunión familiar. Al dar la vuelta, se aproximó de nuevo al edificio, descendió de su coche y se lio a tiros con dos de hombres que se encontraban preparando besugos asados para comer. Al igual que había hecho con el guarda, dispararía sin mediar palabra contra Celestino San Martín, de 51 años, que era el alcalde independiente de la localidad navarra de Zidaure y Porfirio Ros, de 46 años, que le acompañaba en la comida. Ambos fallecerían en el acto.

El resto de la familia huyó del lugar en un momento de zozobra, refugiándose las mujeres y los niños en las habitaciones y en otras estancias de la casa ante el temor de que pudiesen correr la misma suerte. Es más, pudieron contemplar como aquel hombre que había dado muerte ya a tres personas se disponía a cargar de nuevo su arma homicida, que era propiedad de uno de sus hermanos, quizás para continuar con su orgía de sangre, aunque se desplazaría a la borda (una granja de pastoreo ubicada en la misma Sierra de Urbieta), donde pondría fin a su vida de un disparo en la cabeza.

«Me iban a matar»

Jesús Teodoro Aramendia no ocultó sus temores a los suyos a las posibles represalias por parte del grupo terrorista del que había sido colaborador. Aunque nadie se explicaba a que obedecía aquel terrible crimen múltiple, lo cierto es que el ex-recluso estaba obsesionado con la reacción de ETA hacia su persona. Algunos especialistas en la materia calificaron su pánico a lo que se conocería como «Síndrome de Yoyes», en referencia a la antigua dirigente etarra María Dolores González Catarain, quien había sido asesinada por la propia banda terrorista el 10 de septiembre de 1986 cuando se encontraba paseando con su hijo de tres años por las calles de San Sebastián.

La prueba más fehaciente del temor que atenazaba al antiguo colaborador de ETA fue una breve nota que dejó dirigida a su hermano Antonio en la que le decía literalmente «Para que os voy a decir nada. Nos veremos en el otro mundo. Hice esto porque me iban a matar». Se sabe que Jesús Teodoro Aramendia conocía a dos de sus víctimas, aunque no tenía una relación profunda con ninguna de ellas. Asimismo, tanto sus familiares como los de las víctimas descartaron también cualquier desavenencia entre verdugo y víctimas. Tampoco se supo jamás el motivo que le había llevado a perpetrar aquel triple crimen, del que se descartó cualquier intencionalidad política, a pesar de que una de las personas fallecidas ocupase la alcaldía de la pequeña localidad de Ziadure, un núcleo de poco más de 200 habitantes enclavado en la Sierra de Urbasa. De hecho, el juez encargado del caso archivaría a los pocos días las diligencias al entender que el criminal había actuado en un suspuesto estado de enajenación mental.

Un hermano del triple criminal manifestaría a distintos medios de comunicación que, Teodoro Aramendia no sufría, en apariencia, ningún tipo de enfermedad mental, aunque desde que había salido de prisión había limitado sus contactos, haciendo una vida social pobre en la que únicamente se limitaba a visitar a sus padres. Lo que sí había podido comprobar es que «se había vuelto más taciturno» con una tendencia general al aislamiento que le había llevado a reconvertirse en pastor en la Sierra de Urbieta, contando para ello con una borda, situada a escasamente dos kilómetros del lugar donde había cometido los tres asesinatos.

Síguenos en nuestra página de Facebook cada día con nuevas historias

Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*