Un niño de doce años mata de una puñalada a una joven de 24 en Badalona
Badalona fue una de las ciudades españolas que experimento un mayor crecimiento demográfico a partir de la década de los sesenta, que se vería multiplicado en décadas posteriores, tanto por las grandes posibilidades económicas que ofrecía, entre ellas la de encontrarse en pleno cinturón industrial de Barcelona, como por su proximidad a la Ciudad Condal. Unido a ese notorio auge, vería también como surgían algunos núcleos marginales en los tiempos en los que la prosperidad económica no acompañaba a esta ciudad catalana. Estos últimos, formados por jóvenes de familias desarraigadas -las grandes víctimas de todas las crisis-, provocarían algunas olas de inseguridad ciudadana que le llevarían a copar portadas de los principales diarios nacionales por algunos sucesos que conmoverían, no solo a Cataluña, sino al resto de España, tanto por su crueldad como por la juventud de delincuentes.
La gran ciudad catalana, con más de 200.000 habitantes ya desde la década de los ochenta, fue uno de los caldos de cultivo perfecto para la proliferación de pandillas de jóvenes delincuentes, la segunda generación de emigrantes procedentes de otros puntos de la geografía española, que hastiados por la situación familiar se unían para atemorizar a distintos gremios badaloneses. Así, una noche navideña, concretamente del 26 de diciembre de 1983, un grupo de chavales de estas características, algunos de los cuales ni siquiera había entrado en la adolescencia, abordó a tres jóvenes que rondaban los 24-25 años con la clásica cantinela de solicitarles un duro, hasta el extremo de ponerse pesados. Las chicas, que se encontraban en el Parque de Las Palmeras y que se dirigían a recogerse a sus respectivos domicilios, trataron de quitárselos de encima, haciendo caso a sus peticiones, que eran las clásicas con las que perseguían a sus objetivos. No obstante, una de las tres muchachas, Nuria Cardona Codina, de 24 años, sin saber porque circunstancia, se retrasó ligeramente sobre el recorrido de sus compañeras. Este hecho sería aprovechado por los miembros de aquella pandilla, compuesta por unos siete u ocho chavales con edades comprendidas entre los diez y los trece años, para disponerse a acosarla con más ahínco. La joven trataría, sin éxito, de zafarse de aquel pertinaz acoso, ya que los jovencitos la amenazaron de manera reiterada con arrebatarle el bolso, a lo que la víctima opuso resistencia. Fue entonces en aquel momento cuando uno de los prematuros acosadores, J.R.C., de doce años de edad, sacó la navaja que portaba y le infirió una única puñalada a Nuria Cardona, que le alcanzaría el corazón después de haberle interesado el externón. Sus compañeras permanecían ajenas a lo que ocurría hasta que vieron a Nuria Cardona en el suelo, después de haber sufrido un mareo del que ya no despertaría jamás, formándose a continuación un impresionante charco de sangre. Una de las acompañantes de la víctima también se vería afectada por la macabra actuación de aquellos muchachos, pues aprovecharon la confusión del momento para propinarle una cuchillada en una pierna, debiendo ser atendida en un centro sanitario, aunque por fortuna sin mayores consecuencias.
Huída
Después de haber perpetrado el macabro crimen, los niños huyeron del lugar, perdiéndose por las distintas calles badalonesas, aunque una amiga de la joven fallecida sería capaz de reconocer el rostro de uno de los agresores gracias a una fotografía que le mostró la Policía. Mientras tanto, un conductor que se percató del suceso, ayudaría a las jóvenes a trasladar a su compañera, gravemente herida, hasta la Clínica del Carmen en la que ingresaría ya cadáver, sin poder hacer nada por salvar su vida.
El suceso causaría una gran conmoción en toda España, debido a la juventud de los atacantes, si bien es cierto que se tenía constancia de la existencia de estos pequeños grupúsculos que se habían reconvertido en peligrosas pandillas que actuaban de una forma que no parecía ni mucho menos casual. La propia policía de Badalona tenía constancia de la existencia de esta misma banda, a la que no dudaba en calificar «de muy peligrosa» y que centraba sus objetivos en pequeños hurtos y asaltos a tiendas, así como a viandantes, tal era el caso de Nuria Cardona Codina y sus compañeras.
A los pocos días, gracias a que una de las acompañantes de la víctima se había fijado en los rostros de aquellos muchachos, que mismo daban la sensación de ser bastante menores de lo que en un principio parecían debido a que eran muy bajos, procedería a la detención de todos ellos, que deberían comparecer ante la comisaría de Policía de Badalona acompañados de sus respectivos padres. Hecho este trámite, se encargaría de su custodia un Tribunal tutelar de Menores. La Policía indicaría que el joven autor del asesinato probablemente «se habría fumado un porro».
Más tarde, debido al gran impacto que causó este crimen, se supo que estas bandas proliferaban en los barrios marginales de Llefiá y Sant Roc, en los que la venta de estupefacientes y el desarraigo social habían hecho mella. Los muchachos pertenecían a familias desestructuradas y conflictivas en los que el desempleo había hecho mella, abandonando prematuramente la escolarización y que abandonaban durante varios días sus casas, a las que regresaban de forma esporádica. Su verdadera escuela se encontraba ahora en la calle y en ella hacían sus vidas, alternando el consumo de estupefacientes con el asalto a personas y a bienes particulares. Aunque, a raíz de este hecho se tomarían algunas medidas tendentes a erradicar este tipo de sucesos, desgraciadamente son todavía muchos los jóvenes que siguen sucumbiendo a la marginación y terminan siendo el caldo de cultivo ideal para los traficantes de estupefacientes, que hacen el agosto a su costa.
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