Granada: asesinados un comerciante y dos de sus cobradores en un asalto
Sucedió en los convulsos tiempos de la IIª República española, en el no menos convulso año de 1934, el día 5 de marzo. Lo peor que puede ocurrir, al igual que pasó en este caso, es que los delincuentes en cuestión no fuesen profesionales sino meros trabajadores de distintos oficios, que asaltaron una tienda dedicada a la venta a plazos, sin previa preparación y sin un plan trazado con antelación. Iban a lo que saliese y el hecho se saldaría con la trágica muerte de tres personas.
Pasaba ya de las nueve y media de la noche de aquel día cuando el establecimiento regentado por Francisco Quesada Arias, de 44 años, se vio repentinamente sorprendido por la irrupción de un grupo de cinco asaltantes con el rostro tapado por bufandas y pañuelos, quienes al grito de «¡Arriba las manos!» obligaron a los presentes en el interior de la tienda a que pusiesen sus brazos en alto, orden que cumplieron todos excepto el propietario, quien hizo ademán de coger del interior del cajón algún objeto similar a un arma. En ese momento se estaba haciendo recuento de la recaudación de la jornada, que se cifraba entre 3.000 y 5.000 pesetas de la época, una gran cantidad sin duda.
Fue en ese preciso instante cuando los delincuentes, tal vez presa del miedo y la precipitación, provocarían la tragedia. Sin pensárselo mucho iniciarían un tiroteo que saldaría con la muerte en el acto de Francisco Quesada Arias, que dejaba viuda y una hija de tan solo dos meses de edad. Prosiguieron con el uso indiscriminado de sus armas, fruto de lo cuál, alcanzarían con sus balas a dos de los cobradores Manuel Carvajal y Lorenzo Ocaña, que sufrirían heridas de extrema gravedad, con orificios de entrada por la espalda y salida por el pecho. Como consecuencia de las mismas, el primero de ellos fallecería a los quince minutos de ser asistido en una casa de socorro, en tanto que su compañero perdería la vida a medianoche de aquel mismo día, también a consecuencia de las graves lesiones.
Mientras los vecinos próximos al lugar trataban de auxiliar a los heridos, los asaltantes abandonaban de forma precipitada el lugar de autos, arrollando a otro de los cobradores José Garrido, aunque sin consecuencias para su integridad física. Igualmente, también lesionarían a una mujer que pasaba por el lugar con una niña en brazos. Su huida, quizás provocada por el pánico, fue tan desordenada que no lograron botín alguno, pero dejaban tras de sí un reguero de sangre y muerte que consternaría enormemente a la ciudad de la Alhambra, en un tiempo en el que ya superaba los 100.000 habitantes pero que una buena parte de sus habitantes se conocían entre sí, sobre todo cuando eran personas significadas de la urbe.
Detención
Se barajaron varias hipótesis antes de la detención de los cinco participantes en el asalto. Se llegó a sospechar de anarquistas, aunque posteriormente se demostraría que solo uno de ellos tenía relación con el sindicato CNT. Su detención fue prácticamente inmediata y lo que más sorprendió a la Policía es que ninguno de ellos tuviese un solo antecedente penal. Eran todos trabajadores de diversos oficios. Al día siguiente serían capturados Antonio Escalona López, de 23 años de edad; Juan Fernández Córdoba, de 24; Manuel Moya Escobar, de la misma edad que el anterior;José Rivas López y Rafael González Carvajal, menor de edad.
En las dependencias de la antigua Guarda de Asalto de la capital granadina todos ellos reconocerían su participación en los hechos, si bien es cierto que discrepaban en el grado de participación de los asesinatos, cuya autoría recaía sobre Manuel Moya, quien había sido militante anarquista.
El juicio contra los cinco asaltantes del comercio de Manuel Quesada Arias se desarrollaría apenas cincuenta días después de haberse perpetrado el triple crimen, levantando la lógica expectación en toda la ciudad, pues jamás se recordaba un hecho similar. Por vez primera en muchos años los acusados tenían garantías de que no pagarían con su nuca en el garrote vil, pues la pena capital había sido suprimida hacía ya dos años del ordenamiento jurídico español.
A tenor de la gravedad de los hechos acontecidos, se puede decir que las penas impuestas fueron muy leves, pues cuatro de ellos Antonio Escalona López, Juan Fernández Córdoba, Manuel Moya Escobar y José Rivas López fueron sentenciados a 20 años de prisión mayor, en tanto que Rafael González Carvajal se vería beneficiado en cumplir seis años menos que sus compañeros por su condición de menor de edad en el momento de producirse los hechos. Eso sí, se le imponía una multa de mil pesetas, al igual que el resto de sus compinches por tenencia ilícita de armas.
La responsabilidad civil ascendía a la nada despreciable cantidad de 45.000 pesetas de la época, todo un dineral, 15.000 por cada una de las tres muertes ocasionadas a los herederos de sus víctimas. Como solía pasar en estos casos, debido a la inmediatez de la Guerra Civil española, a estos delincuentes de medio pelo que ocasionaron una gran tragedia en Granada, que todavía algunos recuerdan, se les pierde definitivamente la pista. Quizás alguno de ellos tuvo la desgracia de perecer durante el conflicto como muchos españoles de su tiempo.
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