Cádiz: una mujer mata a sus tres hijos de muy corta edad en San Fernando

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El triple infanticidio tuvo lugar en la tradicional calle de Augusto Miranda en la que destaca su ancestral castillo

En la España previa a la Guerra Civil se sucedían los sustos y estaba siendo un tiempo demasiado convulso. Tanto que aquellas convulsiones sociales parecían incluso trasladarse a otros ámbitos de la vida cotidiana, que no estaban exentos de la tensión que se palpaba en aquella etapa histórica. Ni siquiera la inocencia de los más pequeños se quedaba al margen de un tiempo en el que se vivía de prisa y nadie parecía andarse con contemplaciones.

Esa misma ingenuidad infantil que se demuestra en fechas como las navideñas se vería bruscamente alterada los primeros días del año, previos a la festividad de Reyes, en la gaditana isla de San Fernando. que vio repentinamente empañadas en sangre aquellas fiestas de la mano de una mujer, Reposo Hidalgo, quien tenía gravemente perturbadas sus facultades mentales, y que daría muerte de una forma obscena y macabra a sus tres hijos, el mayor de los cuales contaba con solo cuatro años de edad.

Muy cerca ya de la noche del día 4 de enero de 1935 el sargento de la Guardia Civil Narciso Santos observó a una mujer que marchaba muy alterada, dando muestras de que algo grave le había ocurrido. Al parecer, se dirigía con la intención de lanzarse al mar desde el Puente de Zuazu. El suboficial, con la perspicacia propia de su trabajo, interrogó a la mujer consiguiendo sonsacarle los motivos de su aparente disgusto. Le confesó que había dado muerte a sus tres hijos en su domicilio, sito en el número 2 de la calle Augusto Miranda, una de las más tradicionales y antiguas de la localidad.

Dos ahogados y un degollado

Tras confesarle el macabro secreto que escondía detrás de su atribulado carácter, acompañó a Reposo Hidalgo hasta su domicilio. En el interior estaban los cuerpos sin vida de los tres pequeños, el mayor, Ramón, de cuatro años; Isabel de dos y uno que era un recién nacido, pues contaba con poco más de un mes de vida, y se llamaba Francisco. Llamaba la atención que los diminutos cadáveres estuviesen situados alineados de forma simétrica, como si el triple infanticidio obedeciese a algún tipo de ritual o a alguna manía que la parricida tuviese en la cabeza.

Una vez descubiertos los cuerpos del delito, la mujer narraría al sargento y a otras personas que le acompañaban como había acometido aquella atroz carnicería. Al mayor, Ramón, lo introdujo en un barreño lleno de agua y lo comprimió en el mismo hasta que lo ahogó. El mismo ritual repetiría con el tercero, Francisco, una criatura recién nacida carente de cualquier defensa. Se da la circunstancia, no se sabe si obedecía a algún esquema mental previo, que a los dos que había ahogado eran varones.

A la segunda siguiendo el orden de edad, Isabel, que era una hembra, la asesinó degollándola provocando el lógico charco de sangre, estampándose el líquido elemento por las puertas y paredes de la casa en la que residían. Conocido el triple infanticidio, se informó de lo acontecido al marido de la autora, Francisco Vara, quien al conocer lo ocurrido estalló en la lógica desolación humana. Este era un trabajador de la Constructora Naval que se radica en la localidad gaditana. El matrimonio era originario de la localidad onubense de Valverde del Camino.

Problemas mentales

El marido de la asesina declararía ante las autoridades que desde hacía algún tiempo su cónyuge sufría graves alteraciones mentales que él mismo había percibido claramente. Con este motivo, había enviado a su esposa a su localidad de origen a pasar una pequeña temporada con la familia para a ver si así conseguía tranquilizarse y alcanzar el sosiego del que carecía, que desde luego no se correspondía con su propio nombre.

Tras el levantamiento de los cadáveres de los pequeños y la detención de la autora del crimen, la Guardia Civil procedió a incautarse de todos los objetos cortantes que pudiese haber en aquella casa debido al estado de abatimiento y ansiedad en que se encontraba el padre de los niños asesinados. Como es lógico, también se incautaron de la escopeta que poseía, obedeciendo todo ello a que no se consumase una nueva tragedia con el hipotético suicidio del cabeza de familia, que se sumiría en una profunda depresión.

La mujer ingresaría en la cárcel local de San Fernando, aunque es casi seguro que posteriormente fuese trasladada a un centro de salud mental, debido a las graves alteraciones psíquicas que padecía. De hecho, a Reposo Hidalgo se le pierde la pista de forma definitiva en estos años, en los que las patologías mentales gozaban de un estigma total y absoluto, convirtiendo a los enfermos en los parias y los apestados de una rígida sociedad que todavía seguía anclada en eternos prejuicios muy arraigados. A todo ello, se sumaría el estallido de la Guerra Civil española, que dejaría a muchos españoles en el desamparo más absoluto.

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