«El Arropiero»: el mayor criminal de la historia de España que jamás fue juzgado
Él mismo llegó a atribuirse un total de 48 crímenes, pero tan solo lograron comprobarse ocho, que no son pocos, en lo que constituye probablemente el mayor asesino en serie de la historia de España. Jamás fue juzgado y pasó la mitad de su vida en el psiquátrico de Carabanchel, donde los psiquiatras que lo atendieron diagnosticarían que se encontraban ante un peligrosísimo psicópata, incapaz de sentir empatía, remordimientos ni mucho menos sentimientos de culpa. Su vida fue una constante odisea marcada por el crimen que terminaría en los primeros días de febrero de 1998.
De infancia muy difícil, Manuel Delgado Villegas vino al mundo en plena posguerra española el día 25 de enero de 1943, en Sevilla. Sus primeros tiempos estuvieron marcados por la orfandad por parte materna y el abandono de su padre tanto a él como a su hermana, para iniciar una nueva vida junto a otra mujer en un nuevo matrimonio. Estuvo al cuidado de su abuela materna, aunque en su educación intervinieron otros familiares, no faltando los abusos ni los malos tratos, lo que terminaría por agriar su carácter.
Aunque fue a la escuela, jamás logró aprender a leer y a escribir, probablemente debido a una discapacidad intelectual de la que jamás fue tratado. Con tan solo 18 años decidió alistarse en la Legión. Allí aprendería uno de sus más célebres golpes, conocido como el «Golpe del Legionario», que consistía en propinar un guantazo con la mano abierta en el cuello del adversario. De su etapa militar llega a afirmarse que fue consumidor de marihuana, que supuestamente le provocarían ataques epilépticos, por lo que sería declarado no apto para funciones en el Ejército.
Carrera criminal
Nunca estuvieron claros todos los crímenes que supuestamente perpetró «El Arropiero», aunque hasta el año 1964 en la que pasa una época vagando por la vida sin una existencia muy clara solamente se le podía acusar de proxeneta y chapero. Su primer crimen lo habría cometido en los primeros días del año 1964 cuando supuestamente le dio muerte a un turista que se encontraba en la playa del Llorac, en Barcelona. El motivo de este primer asesinato, según sus propias palabras, fue que se le cruzaron los cables y la emprendió a golpes con Adolfo Folch Montaner, su primera víctima.
Otro de los crímenes comprobados fue el asesinato de Venancio Hernández Carrasco, cuyo cuerpo aparecería en las aguas del río Tajuña, en Madrid, el día 20 de junio de 1968. Previamente, habría dado muerte a la turista y estudiante francesa de 21 años, Margarte Helene Boudrie, a la que atacó mientras se encontraba durmiendo después de haber consumido LSD. Además, de violarla, terminaría estrangulándola, en lo que se convertiría en un ritual en los horrorosos crímenes perpetrados por Delgado Villegas. Este hecho sucedía en Ibiza el día 20 de julio de 1968.
Uno de los crímenes más abyectos lo perpetraría del día 23 de noviembre de 1969, en la localidad barcelonesa de Mataró, en la persona de Anastasia Borrella Moreno, una mujer de 68 años, a la que no solo violaría para después estrangularla, sino que también cometería asquerosas prácticas necrófilas, lo que define la depravada mente de este psicópata carente de cualquier escrúpulo. El día 5 de abril 1968 había dado muerte a un empresario catalán, quien no le pagó lo convenido por mantener relaciones sexuales.
Detención accidental
Como hombre sin oficio ni beneficio que era, solía vagar por toda España y, dependiendo como se encontrasen sus neuronas, también dependía la suerte de sus víctimas. En el año 1970 el inspector de policía Salvador Ortega no terminó por creerse la muerte por asfixia que había diagnosticado un médico que había examinado el cadáver del joven Francisco Martín, ya que el galeno que la practicado no era forense sino un médico de guardia. Algunas pistas terminarían conduciéndole al famoso «Arropiero», un hombre que gastaba un bigote similar al de Mario Moreno «Cantinflas», por quien sentía auténtica veneración.
Previamente, antes de su detención, el 18 de enero de 1971 daría muerte a su propia novia Antonia Rodríguez Relinque, a la que también habría violado y asesinado. Es aquí cuando pone punto final a su amplia carrera delincuencial, de la que en aquel entonces se mostraba orgulloso hasta el punto de presumir de hasta 44 asesinatos. Así lo manifestaría cuando escuchó en un programa de radio, en el momento de ser detenido, que un mexicano había perpetrado una elevada cifra de muertes violentas, replicando que el había cometido muchas más. Así se lo manifestaría a la psicóloga encargada de tratarlo.
A raíz de su detención, en una España que vivía los últimos tiempos en el poder del General Franco, sería trasladado al Centro Psiquiátrico Penitenciario de Carabanchel, en la capital de España. En el mismo sería diagnosticado como un peligroso psicópata, que supuestamente sería portador del cromosoma XXY, que incluso le provocaría anorgasmia, incapacidad para llegar al orgasmo a pesar de su promiscuidad en las relaciones sexuales.También sería catalogado como bisexual, condición esta última que nada tendría que ver con sus impulsos criminales.
La vida de Manuel Delgado Villegas, apodado «El Arropiero» porque su padre hacía un dulce de higos con arrope, discurriría a lo largo de 27 años entre los muros del Psiquiátrico Penitenciaro de Carabanchel, sin llegar a ser nunca juzgado por sus crímenes, la mayoría de los cuales jamás fueron probados. Su única afición, el consumo desmesurado de tabaco, terminaría por pasarle factura cuando todavía era bastante joven, dejando de existir el día 2 de febrero de 1998 a causa de un enfisema pulmonar.
Parece ser que por parte de tarde ya no se jactaba de sus bárbaras e incalificables acciones. Solo deseaba curarse de sus patologías y así obtener la libertad cuanto antes, una ansiada liberación que solo llegó con su óbito, tras quedar marcado por la estela que había dejado tras de sí su triste carrera criminal, probablemente la más prolífica de cualquier sujeto de similar catadura a la suya, que no era precisamente ejemplar sino más bien todo lo contrario.
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