Mata a golpes a dos niños, hermanos mellizos, en A Coruña

La policía en el lugar de los hechos

Hay sucesos que superan la peor ficción macabra jamás imaginada. Es entonces cuando nos preguntamos como puede haber personas, si es que puede llamárseles así, tan desalmadas como para protagonizar acontecimientos que jamás se borrarán del imaginario colectivo por muchos años que pasen. Uno de esos desgraciados sucesos aconteció en la mañana del 21 de agosto de 2011 en el popular barrio coruñés de Monte Alto, en la calle Andrés Antelo, cuando un joven de 29 años, Javier Estrada Fernández daba muerte a dos pequeños de diez años, Alejandro y Adrián, después de golpearlos reiteradamente con una barra de hierro y un sillín de una bicicleta estática. Cualquier objeto era válido para este individuo con el fin de reconvertirlo en un arma mortal y asesina.

Al parecer, el dantesco espectáculo que terminaría con la vida de los dos hermanos, se inició a media mañana, según relataría el autor del crimen a la policía. La madre de las criaturas, María del Mar Longueira, quien también resultaría condenada por este hecho, había encomendado a su compañero que se hiciese cargo de los pequeños esa mañana, pese a la advertencia del psiquiatra que trataba a Javier Estrada de que jamás permitiese que este se quedase con los pequeños ante un eventual brote de violencia por su parte. Sin embargo, desoyendo los consejos del médico, esa mañana ocurriría una tragedia que conmocionaría de sobremanera a la opinión pública gallega, que se desentendía por unas horas de los graves efectos que estaba ocasionando la galopante crisis económica de la época.

El asesino confeso de los pequeños se había empecinado en que los pequeños comprendiesen el funcionamiento del reloj de agujas. Sin embargo, según su testimonio, apenas avanzaban. En el transcurso de sus lecciones, uno de los críos tomó en sus manos el despertador que usaban para tan truculentas clases y lo arrojó al suelo. Esta actitud del pequeño lo pondría más nervioso de lo que se encontraba, a lo que se sumaba el malhumor por el hecho de que su compañera se negase a mantener relaciones con él la noche anterior. Así se desprende de las declaraciones que efectuaría ante la policía, en las que mostraría una actitud chulesca y desafiante.

Advertencias del psiquiatra

Los niños, que sufrían malos tratos de manera habitual y reiterada, huyeron del lugar donde estaba recibiendo las lecciones de Javier Estrada, escondiéndose uno de ellos, Alejandro, en la cocina, mientras que Adrián lo haría en una habitación. Pero de poco les serviría esconderse de su maltratador, pues con una barra de hierro se ensañaría con el primero de ellos hasta dejarlo en estado casi moribundo, agonizando en la cocina, aunque Javier ya lo había dado por muerto.

Tras abandonar al pequeño en la estancia reservada para comer, se fue a por Adrián, quien temeroso y tras escuchar los gritos de su hermano, le prometió portarse bien, con la finalidad de evitar la suerte que había corrido Alejandro. Sin embargo, su verdugo desoyó sus peticiones de clemencia y prosiguió con su sanguinario ritual. Su ensañamiento con ambas víctimas fue tan brutal que hasta llegó a destrozar la barra de hierro con las que les estaba pegando. Entonces fue cuando tomó en sus manos el sillín de una bicicleta estática y con el hierro del mismo prosiguió con su bárbara y salvaje actitud hasta terminar con la vida de ambos.

Una vez hubo terminado con Adrián escuchó unos balbuceos en la cocina en la cual estaba tirado su hermano, en estado de práctica inconsciencia. Se percató que el pequeño Alejandro, que ya se encontraba agonizante, todavía conservaba un soplo de vida y decidió rematar la faena definitivamente, dándole un golpe de gracia definitivo que terminaría con su infame existencia, pues ya se había acostumbrado, al igual que su hermano, a los malos tratos, que eran muy habituales en esta familia, incluso por parte de su progenitora.

Malos tratos habituales

Que los hermanos Alejandro y Adrián sufrían malos tratos desde hacía algún tiempo no era novedad alguna y era sabido por muchas personas próximas al círculo familiar. De hecho, una amiga de la madre de los niños había puesto en conocimiento del Teléfono del Menor los reiterados malos tratos que sufrían. Igualmente, los críos les habían comunicado a sus amigos, a través de mensajes de texto del teléfono móvil de su madre, que eran objeto de constantes palizas y golpes por parte tanto de la pareja de su progenitora, como de esta última, aunque esas vejaciones se habían incrementado de forma notoria desde que María del Mar Longueira había iniciado su relación con Javier Estrada.

Sin embargo, las peticiones de ayuda por parte de los pequeños caerían en saco roto. Nadie se preocuparía por ellos hasta que un desgraciado día se convirtieron en portada de los principales diarios del país. Y como de un macabro sarcasmo se tratase, María del Mar confesaría ante la policía que Javier era el hombre de su vida, con quien supuestamente estaba dispuesta a ampliar su prole familiar después de someterse a un tratamiento de fertilidad. Ver para creer.

A la detención de Javier Estrada a las pocas horas de haber perpetrado el crimen, se sumaría también la imputación de su pareja, María del Mar Longueira, a la que se acusaba, al igual que su compañero, de dispensar malos tratos de forma continuada a sus vástagos. La jueza encargada del caso entendía que, dados los antecedentes y los datos recabados -llegó a contabilizar con la declaración de 20 testigos-, los pequeños eran objeto de continuos malos tratos tanto físicos como psicológicos por parte de sus tutores. Además, así quedaría demostrado en el juicio que se siguió contra ambos algo más de año y medio después del horroroso crimen.

60 años de cárcel

En medio de una gran expectación, a la que se sumaba la lógica indignación de muchos de los presentes, se celebraría el juicio en la sala de vistas de la Audiencia Provincial de A Coruña en marzo del año 2013. Javier Estrada Fernández sería condenado a 42 años y medio de cárcel. Además del delito de dos asesinatos consumados, se le sumaban los agravantes de los malos tratos familiares, entre los que no faltaban golpes, bofetadas y tirones de orejas a los pequeños.

Tampoco se salvaría de la condena de prisión su compañera sentimental, María del Mar Longueira, quien sería condenada a once años de cárcel, acusada de dos delitos de homicidio imprudente, a los que se sumaban otros cuatro años más por la actitud agresiva y hostil que mostraba hacia los pequeños. Además, en la sentencia se destacaba que esa misma agresividad había ido in crescendo desde que hacía algo más de un año por aquel entonces había iniciado la relación sentimental con quien sería el autor material de la muerte de ambos pequeños.

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Confiesa a la prensa el crimen del que había resultado absuelto

José Carnero, autor del asesinato de una prostituta en un pueblo de Lugo

Hay situaciones en las que las actuaciones de los denominados jurados populares acaban convirtiéndose en cuestiones de juzgado de guardia. Y nunca mejor dicho. Así ocurriría en el año 2011 con la resolución de un crimen que, aparentemente, no presentaba grandes complicaciones, pero que el jurado en cuestión terminaría resolviendo satisfactoriamente a favor del acusado, pese a que todos los indicios hallados le incriminaban casi sin lugar a dudas.

El personaje en cuestión era un individuo conocido como «O Chucán», un hombre que sufría diversas alteraciones mentales, mal tratadas. José Carnero Fernández, «O Chucán», daba muerte, en la noche del 15 al 16 de septiembre de 2007, a la prostituta orensana, Pilar Palacios Caballero, en el municipio lucense de Sober, en el lugar de Arxemil, perteneciente a la parroquia de San Martín de Anllo. Al parecer, el homicida, de 55 años de edad, era un cliente habitual del prostíbulo en el que ejercía su víctima, a la que habría conocido unos quince años antes.

En la noche de autos, según declaraciones que efectuaría al diario «La Voz de Galicia» en su edición de 2 de febrero de 2011, «O Chucán» llevó desde Ourense hasta su casa a Pilar Palacios. Según su mismo relato y a tenor de las pruebas periciales realizadas en el transcurso de la autopsia a la víctima, ambos habrían mantenido relaciones sexuales en la vivienda de José Carnero. Posteriormente, este, quien era un consumado experto en la elaboración de aguardiente, invitaría a esta bebida a Pilar Palacios. Sin embargo, y aquí se pierde el hilo de su historia, llevaría hasta la cuadra de su hogar a la prostituta, dónde todo indica que le daría muerte con algún objeto punzante, tal y como quedaría demostrado en el segundo juicio que se siguió en su contra.

Desaparición

Una vez que cometió el crimen, José Carnero huiría del lugar de los hechos para desplazarse hasta el hospital Montecelo, ubicado en Pontevedra. Al parecer, se habría desplazado hasta el centro sanitario debido a los muchos problemas de salud mental que sufría. Allí sería encontrado por agentes de la Guardia Civil, quienes procederían a su detención, una vez hubieron hallado el cuerpo sin vida de Pilar Palacios en la casa de «O Chucán», quien no supo dar explicaciones del hallazgo de un cadáver en su domicilio.

En el primer interrogatorio ante miembros de la Benemérita, Carnero explicó de forma detallada los hechos de los que había sido protagonista. Posteriormente, tras prestar declaración ante el juez, ingresaría en la prisión provincial de Bonxe, en Lugo. En la misma, permanecería un total de 42 meses, hasta la celebración del juicio por la muerte de la prostituta, que tendría lugar en la Audiencia Provincial lucense en enero del año 2011.

Absolución

A finales del mes de enero del año 2011 se celebró el juicio por la muerte de Pilar Palacios. El acusado del crimen incurrió en más de una decena de contradicciones, entre ellas al declarar que cuando se declaró culpable del asesinato se encontraba bebido, un hecho que tuvo lugar cuando llevaba unos quince días entre rejas. En las cárceles no se les suministra alcohol a los internos.

A lo largo de la vista oral que se siguió en su contra, José Carnero, quien estaba considerado poco menos que una persona deficiente, jugó al despiste. Incurriría en muchas vaguedades e imprecisiones, con las que desarmaría al jurado e incluso también a la acusación, quien solicitaba un total de 20 años por el crimen, al entender que se le debía dar la calificación de asesinato, además de pedir una indemnización de 200.000 euros para el único heredero de su víctima.

Además de la contradicción mencionada, José Carnero incurriría en otras nuevas contradicciones, facilitando diversas versiones de los hechos acaecidos el día de autos, tales como los lugares que había frecuentado o las cosas que había hecho. Sin embargo, para estupefacción de muchos y para su alegría personal, el jurado lo declararía inocente y saldría en libertad, una vez escuchada la sentencia, que no sería del agrado de la familia de Pilar Palacios.

Reconocimiento del crimen

Una vez hubo recobrado la libertad, José Carnero vagaría a lo largo de toda una madrugada por la ciudad de Lugo hasta que al día siguiente pudo tomar un autobús que lo trasladó hasta su localidad de origen. Sus pasos serían seguidos y descritos por diversos profesionales del diario «La Voz de Galicia», a quienes acabaría por confesar los hechos de los que le se acusaba, lo que daría lugar a la celebración de un nuevo juicio en su contra un año más tarde.

En sus declaraciones al rotativo herculino, «O Chucán», que sufría importantes problemas de salud mental, reconocería el crimen que le costó la vida a Pilar Palacios. En la entrevista publicada a los pocos días del veredicto judicial, manifestaba que nadie le había preguntado si realmente había dado muerte a la prostituta. Asimismo, describía minuciosamente los hechos acontecidos en la madrugada del 16 de septiembre de 2007, así como también todos los detalles ocurridos el día de autos. Ante esta versión pública, se abrirían nuevas vías de investigación que darían lugar a una nueva vista oral, que se celebraría en noviembre del año 2012. Tanto el Tribunal Superior de Justicia de Galicia como el Supremo se pronunciaron en que habría que celebrar un nuevo proceso, anulando la primera resolución que lo declaraba inocente.

En el segundo juicio que se celebró contra Carnero la suerte que había tenido en el primero le resultaría esquiva. En el transcurso del mismo se consideraría probado que los restos biológicos hallados en una prenda correspondían a Pilar Palacios y que la misma era propiedad de «O Chucán». De la misma manera, también se probaría que agredió con un objeto punzante, que no se pudo determinar, a la víctima, provocándole la muerte en el acto. Igualmente, se descartó la posibilidad de que hubiesen intervenido terceras personas en el crimen, o que se hubiese ensañado con la misma, de ahí la calificación de los hechos y su veredicto final.

Condena definitiva

El jurado encargado de dilucidar el suceso entendió que se trataba de un homicidio, pese a que la acusación particular entendía que se trataba de un asesinato, lo mismo que la fiscalía. Por todo ello, se le condenaba a una pena de diez años de prisión, así como a una indemnización de 150.000 euros al hijo de Pilar Palacios. Los peritos encargados de examinarlo determinaron que padecía algunos trastornos de personalidad, encuadrándolo dentro de lo que se denomina trastorno histriónico, así como otras patologías comórbidas, por lo que el abogado defensor solicitaba que su cliente fuese ingresado en un psiquiátrico penitenciario. Sin embargo, su petición no sería atendida.

Finalmente, José Carnero Fernández, regresaría a finales del año 2012 al centro penitenciario de Bonxe, en el que ya había estado ingresado durante casi cuatro años con anterioridad. «O Chucán» obtendría la libertad definitiva en junio del año 2019, después de haber cumplido prácticamente toda la pena a la que había sido condenado.

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