Impunidad para el asesinato de una madre y su hija en Beizama (Guipúzcoa)

Fue un suceso que acaparó la atención de los vascos durante mucho tiempo en el que se vieron constantemente bombardeados por las noticias relativas al doble crimen de Beizama, en pleno centro de la provincia de Guipúzcoa, cuyo autor pudo salirse con la suya al no ser descubierto jamás. Reunía todos los ingredientes de cualquier buen film de suspense y fueron muchos los investigados, pero no hubo ningún condenado debido a que siempre hubo coartadas suficientemente sólidas cuando en los interrogatorios intentaban acorralar a los sospechosos.
A las once de la mañana del domingo, 26 de noviembre de 1926, Jacinta Odriozola, una mujer que se encuentra trabajando en un bar de la localidad de Tolosa, se dirige al caserío de Corasagasti a visitar a su madre y su hermana. Se sorprende al contemplar la puerta de la casa entreabierta. Desde el acceso ya puede divisar el cadáver de su hermana Maria Juana Odriozola sobre el descansillo de una escalera, en medio de un gran charco de sangre. Sorprendida y exhausta, comienza a gritar por su madre, quien no respuesta a sus desesperadas llamadas, por lo que trata de dirigirse a uno de los caseríos más próximos al de su familia, que dista casi media hora de camino.
En el trayecto le espera otra sorpresa macabra, que no es otra que el cadáver de su madre, Bibiana Ocáriz, quien, al igual que su hija, presenta evidentes aspectos de que ha fallecido de forma violenta, pues también se encuentra en otro gran charco de sangre, con heridas y hematomas que han sido provocados por el autor o autores de su asesinato. Desolada y aterrada, Jacinta Odriozola se encamina hacia el caserío de Chapartegui, dónde da cuenta de lo sucedido en su casa familiar a sus residentes, quienes inmediatamente se dirigen hacia el puesto de miqueletes (antigua policía foral vasca) y estos, a su vez, ponen en conocimiento de sus superiores lo ocurrido en Corasategui.
Descripción minuciosa
El diario «La Voz de Guipúzcoa» hace una descripción muy minuciosa de los hechos y del lugar de autos. Apunta en su relato que el paraje en el que ha ocurrido es «solitario y tristón», rodeado de una extensa área forestal. Prosigue relatando puntualmente del lugar de los hechos señalando que»junto a la puerta había un charquito de sangre» al que posteriormente seguía un hilo de sangre que se extendía a lo largo de las escaleras hasta donde se encontraba el cuerpo sin vida de Maria Juana Odriozola, quien habría recibido una herida inciso-contusa con un arma punzante, según describía la autopsia, suficiente para terminar con su vida. Su cuerpo se hallaba en el descansillo de la escalera, encontrándose descalza. El hilo de sangre proseguía hasta llegar al piso superior.
El cuerpo de la otra víctima mortal se hallaba a unos 250 metros de la casa en la que residían y las hipótesis apuntaban a que Bibiana Ocáriz habría muerto después de intentar de escapar de las garras del asesino de su hija, cuyo cadáver habría besado previamente. Al parecer, según esta tesis, el principal objetivo del doble crimen habría sido la muchacha que convivía con su madre, en tanto que el asesino liquidó a esta última para evitar que le delatase. Bibiana presentaba un golpe en la cabeza, que se habría hecho al caer, así como dos heridas inciso-contusas en la espalda, que habrían sido las que terminaron con su vida. Después el asesino habría huido en una dirección indefinida, pues nadie vio nada en la noche de aquel día del mes de noviembre de 1926.
Se sabe que hacía algún tiempo, un individuo habría intentado arrollar a una de las hermanas, quienes le propinaron posteriormente una soberana paliza. Asimismo, hacía algún tiempo que las relaciones en la familia habían sufrido alguna tensión, debido a que la hermana que convivía con su madre se había hecho novia de un pastor, circunstancia esta que no había sido tomada de muy buen grado por Jacinta, quien se habría marchado a servir a Tolosa con la finalidad de limar asperezas en el seno familiar.
La mayor de las mujeres asesinadas, Bibiana Ocáriz se encontraba viuda en el momento de producirse el doble crimen, ya que su marido había muerto hacía bastantes años dejando huérfanas a Jacinta y María Juana. El resto de los hijos del matrimonio habían emigrado a Argentina. Otros dos, habían abandonado la localidad natal, pero se desconocía su paradero, aunque no se suponía que estuviesen muy lejos.
Numerosos detenidos
A raíz del doble crimen, que conmocionó de sobremanera a la sociedad vasca de la época, se sucedieron las detenciones e interrogatorios de los presuntos sospechosos de estar involucrados en el asesinato de las dos mujeres. Sería interrogada y detenida Jacinta Odriozola, la persona que más estaba sufriendo por los hechos. Tampoco se salvaría de la detención su novio, Ignacio Aramburu, ni tampoco el novio de la otra hermana, Francisco Aramburu.
También hubieron de presentar declaración por el sangriento suceso algunos guardas forestales y labradores de la zona, que supuestamente se habrían hospedado en el caserío de Corasagasti, dada la hospitalidad de la que se había hecho acreedora la familia que lo regentaba, pues acostumbraban a convidar con pan, queso y vino a casi todos los huéspedes que les solicitaban posada, siendo descritas las víctimas como personas «entrañables y de gran corazón» por la prensa.
Entre quienes fueron detenidos destaca un joven de la localidad de Goizueta, en Navarra, quien tenía las suficientes coartadas para salir airoso del trance. Sin embargo, a quien nunca se logró identificar es a un sujeto definido como «el hombre de la blusa», de quien existían muy pocos detalles, quien habría estado hablando en Tolosa con Jacinta Odriozola, la hermana e hija de las mujeres brutalmente asesinadas. Esas carencias propiciaron que ni siquiera llegara a ser identificado, convirtiéndose en una especie de espectro que ni siquiera llegó a ser interrogado.
Los ingredientes de alevosía, nocturnidad, desprecio de sexo y descampado convirtieron a este trágico episodio en una de las tramas más enigmáticas que tal vez ni siquiera hubiese imaginado el mismísimo Alfred Hitchcock para muchos de sus espléndidos filmes. El misterio ha acompañado a este truculento episodio a lo largo de casi un siglo, sin que nadie jamás hubiese purgado la culpa del asesinato de dos pobres mujeres que llevaron una muerte tétrica y terrible.
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