Asesina a los seis miembros de su familia en Ourense
No cabe duda que dentro del panorama criminal todo nos produce una enorme repulsión, pero mucho más si entre las víctimas se encuentran niños. Se cuentan por decenas los casos en los que muchos de los muertos son seres inocentes, bien sea como víctimas colaterales o por tratar, con ello, de ajustar cuentas con un tercero. Independientemente de la hipótesis ante la que nos encontremos, lo cierto es que en todos estos casos nos invade una profunda sensación de asco y somos incapaces de entender como puede haber individuos de tan poca catadura moral para cometer hechos tan magnánimemente execrables que jamás podrán ser comprendidos.
El siguiente relato nos lleva al Ourense de principios de los años setenta, una ciudad que se hallaba en trance de un esplendoroso crecimiento urbano y demográfico a consecuencia de una constante llegada de forasteros procedentes de otros rincones de la provincia. En pleno casco histórico ourensán, a la altura del número 87 de la Avenida de la Habana, el 30 de enero de 1971, en torno a las seis y media de la mañana, el abogado ourensán Nicanor Rodríguez Taboadelo ordenó poner a sus cuatro hijos de rodillas, así como a su esposa Gloria Bobillo de la Peña y a la criada que tenían en casa, Filomena Gómez, una ciudadana portuguesa de la vecina localidad de Chaves. Los niños tenían edades comprendidas entre los dos y los ocho años de edad, en tanto que la empleada doméstica era una adolescente de 17 años.
Provisto de una escopeta de caza, Nicanor Rodríguez, un prestigioso letrado de la ciudad de las Burgas, comenzó su siniestro ritual al albor del nuevo día. No le dolieron prendas en ejecutar a todos los miembros de su familia en un macabro amanecer de una gélida y fría mañana del primer mes de 1971. Un vecino suyo, de una vivienda aledaña, escuchó un enorme griterío, oyendo los gemidos que proferían los niños mientras eran asesinados. Este buen hombre declararía posteriormente que nunca pudo imaginar que el prestigioso letrado, que formaba parte de distintas entidades y organizaciones -algunas de ellas dedicadas al mundo de la infancia- pudiese cometer semejante atrocidad. Al mismo tiempo, muy compungido, lamentaba no haber hecho más para evitar aquella tragedia. Además de no imaginarse ni por asomo lo que estaba aconteciendo, no le parecía elegante interferir en vidas ajenas y mucho menos a aquella hora de la mañana.
Una vez ejecutado el macabro plan, Nicanor Rodríguez salió a la calle completamente desnudo en pleno mes de enero. Además, en esa misma jornada había caído una copiosa nevada que cubría de blanco la ciudad de Ourense. El mismo vecino al que antes se aludía, al percatarse de la situación, avisó inmediatamente a la comisaría de policía de la ciudad, que se encuentra a solamente 200 metros del lugar donde se cometieron los asesinatos. Hubieron de reunirse hasta once agentes para reducir al abogado que se encontraba en un impresionante estado de excitación, definido como de postración por la prensa de la época. Antes de ser detenido, el homicida se cortó en un brazo con la cristalera de un bar, por lo que hubo de ser ingresado en el Hospital Provincial de Ourense.
Entierro
El 1 de febrero, cinco de las víctimas recibían sepultura en el cementerio de Esgos, localidad situada a 20 kilómetros de la capital ourensana. La joven lusa sería trasladada al depósito municipal de cadáveres de Ourense a la espera de ser repatriados sus restos a la vecina localidad de Chaves, que dista tan solo 25 kilómetros de la frontera gallega con el vecino país de Portugal. De la vivienda que Nicanor poseía, bajaron tres féretros. Dos de los niños ocupaban el mismo arcón que su madre, en tanto que otros dos fueron introducidos en una misma caja de color blanco. Tanto durante el transcurso del funeral como en el cementerio de Esgos se produjeron impresionantes escenas de dolor y consternación. Nadie se podía explicar como una persona de una impecable reputación en la capital ourensana podía haber cometido semejante barbaridad, qué se le pasaría por la cabeza para terminar con la vida de seis personas inocentes.
Nicanor Rodríguez Taboadelo había vivido durante algún tiempo en Venezuela y estaba escribiendo un libro sobre filosofía, además de ser un estrecho cooperador del colegio al que acudían sus hijos. De la misma forma, era también colaborador habitual en la prensa diaria de la ciudad de las Burgas. En definitiva, que era toda una distinguida personalidad de la vieja Auria, que tantas veces había reflejado en sus magníficas novelas el célebre escritor gallego Eduardo Blanco Amor. Días antes de producirse el trágico y brutal crimen que conmovió a la Galicia de la época, Filomena Gómez Robles, la joven empleada doméstica, había dirigido una carta a sus padres en la que les manifestaba su deseo de adquirir la nacionalidad española, debido a lo satisfecha que se encontraba en casa de los Rodríguez-Bobillo
Pasaron varios días desde el impresionante crimen y el letrado todavía no había podido declarar, debido al no menos impresionante estado de excitación en que se encontraba. Nicanor Rodríguez Taboadelo cumpliría su condena en un centro de internamiento psiquiátrico.
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Buenos dias.
¿Que le diagnosticaron?..
Pues no se lo puedo decir, ya que durante muchos años se le perdió la pista a este hombre que, al parecer, estuvo ingresado en un psiquiátrico. Solo le puedo añadir que hace falleció hace poco tiempo en la localidad orensana de Esgos, en un municipio relativamente cercano a la capital.