Tarragona: Asesina a ocho niños y a dos mujeres en Pobla de Ferrán (El mayor crimen en masa de la historia de España)

Nadie se lo explicaría jamás como pudo suceder semejante aberración, ni a qué causas obedeció uno de los peores episodios de la crónica negra española. Su principal protagonista José Miramón Carles, un joven de 26 años que sufría una patología en la espalda que le obligaba a caminar algo encorvado y a permanecer tumbado en un jergón la mayor parte del tiempo, se llevaría sus truculentos secretos a la tumba. El suceso ocurrió el 19 de mayo de 1928, en la etapa final de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, un tiempo en el que la miseria abatía a casi todo el país siendo la emigración a tierras americanas la salida más digna para muchos de sus ciudadanos.
José Mirámón Carles sufría las constantes burlas de sus vecinos de la pequeña localidad tarraconense de Pobla de Ferrán, perteneciente al municipio de Passanant, emplazado en la comarca de la Cuenca del Barberá, al noroeste de la provincia de Tarragona. Aquellas chanzas obedecían a que se pasaba la mayor parte del tiempo de su vida postrado sobre un viejo jergón debido a los terribles dolores que le ocasionaba en la columna la enfermedad crónica que lo abatía y que le impedían trabajar en el campo, la única ocupación de los hombres en aquel tiempo, en tanto que las mujeres se dedicaban al cuidado de las numerosas proles.
«Cuando yo abandone el jergón no lo volverá a ocupar nadie», fue la premonitoria frase que le espetó a una de sus vecinas aquel mismo día en el que iniciaría un sangriento ritual que no se olvidaría jamás en aquella pacífica comarca rural del interior de la ya industrial Cataluña. También se sorprendió una vecina a la que hirió de un disparo el verlo con un hacha cruzar la calle del pequeño pueblo, que contaba con apenas 40 habitantes, pues no era hombre que hiciese trabajo alguno a consecuencia de la dolencia que le afectaba.
Tres niños muertos
Aunque hay divergencias entre las fuentes consultadas, todo indica que inició su sanguinaria ruta en torno a las tres y media de la tarde de aquel ya lejano 19 de mayo de 1928. Provisto de una escopeta de caza y un hacha, invitó a los niños a que lo acompañasen hasta un pajar con la excusa de cazar pichones. Allí, en aquel mismo lugar, daría muerte a los tres hermanos Miguel, Salvador y José Torres. Para ello utilizó el hacha de la que se había provisto, así como la culata del arma que portaba. Una vez muertos, taparía sus cuerpos con paja. El mayor de los pequeños tenía nueve años en tanto que el menor solo contaba con tres, lo que viene a ofrecer una idea de la crueldad del asesino.
Tras haber dado muerte a sus tres primeras víctimas, Miramón Carles se dirigió a su casa para aprovisionarse de más munición, así como de una botella de vino, quizás para envalentonarse lo suficiente para seguir con su macabra hazaña. Su siguientes víctimas serían otros tres niños, a quienes engañó con la misma escucha que había hecho con los anteriores. En otro pajar de la localidad daría muerte mediante el mismo sistema a otros tres hermanos, en este caso los Rabadá Trilla. Allí masacraría a José, de doce años, el niño de mayor edad al que dio muerte, y a sus hermanas Carmen y Ramona, de cuatro y tres años de edad respectivamente.
Su siguiente víctima sería Francisca Canela, una mujer que se cruzó en su camino y que ya contaba 65 años de edad, a la que disparó sin mediar palabra a quemarropa, quedando tenida en plena calle en un gran charco de sangre. Posteriormente, completaría su fechoría al entrar en el domicilio de Rosa Eloy, una mujer de 45 años, que también sería víctima de su sangrienta locura después de dispararle también a quemarropa. Lo mismo haría con su hijo Ramón Eloy, un niño de tan solo cinco años de edad.
Todavía tuvo tiempo para herir de gravedad, desfigurándoles completamente el rostro a dos de sus vecinos con las postas de la escopeta que portaba. La mujer herida era Marina Roca, quien lo había requerido al encontrar los cuerpos sin vida de los tres primeros pequeños asesinados. Al parecer esta última había rechazado las pretensiones sentimentales del asesino hacía algún tiempo y sentía una indisimulada ojeriza hacia ella. El otro herido sería su convecino Antonio Marimón.
Huida y muerte
El múltiple asesino iniciaría una huida por los campos y los terrenos de la comarca aprovechando que en aquel momento no había hombres en el pueblo, debido a que estaban realizando labores agrícolas. Inmediatamente se puso en marcha un dispositivo para su posible captura, aunque lo que verdaderamente importaba era lincharlo. Las gentes del lugar estaban con la lógica indignación e irritación de lo que se convertiría en el mayor crimen en masa de la historia de España.
El criminal conseguiría sobrevivir a sus captores durante ocho días. Sería descubierto mientras se encontraba durmiendo en un campo de avena a primeras horas de la mañana en la que fue encontrado por miembros del Somatén y la Guardia Civil. Uno de ellos le dijo que si se movía era hombre muerto. Al parecer, José Miramón Carles hizo además de tomar la escopeta que tenía a su lado, instante que fue aprovechado para ser rematado de un par de tiros en el mismo acto, terminando así con la vida de un célebre criminal que se había llevado por delante la vida de diez personas, entre ellos ocho criaturas.
A lo largo de muchos se ha indagado y se han hecho infinidad de especulaciones sobre lo que podría haber pasado por la cabeza del múltiple criminal de Pobla de Ferrán. Incluso se habló de la posibilidad de que estuviese inducido por algún curandero de la época o la medicina alternativa, que tantas desgracias ocasionó a lo largo de la historia. Algunos medios de la época apuntaban a la posibilidad de que Miramón Carles estuviese deshaciendo algún conjuro que estaba detrás del supuesto mal de ojo, en el que se encontraba el origen de los muchos males que le aquejaban.
Sea de una forma u otra, lo cierto es que este hombre conseguiría pasar a la historia de la forma más abominable e indigna posible, inscribiendo, eso sí, de una manera totalmente repugnante y repudiable. su nombre en la historia de la crónica negra española. Ahora, en su pueblo es tan solo una rémora del pasado que ya tan solo recuerdan, y quizás de oídas, los más viejos del lugar, que a buen seguro maldecirían en muchas ocasiones la hora en que este sujeto vino al mundo en una comarca tan preciosa y entrañable, como es la Cuenca del Barberá, un lugar ideal para hacer una buena escapada del estrés que nos agobia en el mundo en que vivimos.
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