Zaragoza: Una mujer estrangula a tres niños pequeños en Inogés

Inogés fue escenario de un aberrante triple crimen en el año 1918

Ausente de la Primera Guerra Mundial, como en casi todo, España parecía ausentarse también del mundo que la rodeaba. Era un país demasiado pobre y demasiado atrasado quedaba rezagado al albur de los acontecimientos. Aquí eran noticia otros sucesos ajenos a aquella confrontación que desangraba al viejo continente, entre ellos la famosa gripe que hacía estragos entre una población que sorteaba como podía su devenir cotidiano.

Entre los acontecimientos que despertaban la curiosidad de aquel mundo de hace ya más de un siglo se encontraban los sucesos y episodios aberrantes, que compungían a las muchas localidades tanto urbanas como rurales que se esparcían por la vieja Iberia. Uno de ellos ocurriría en un remoto paraje de la Sierra de Vicor, en la comarca de Calatayud, los primeros días de abril del año 1918. En la pequeña localidad de Inogés, que entonces contaba todavía con más de 400 habitantes -a diferencia de ahora que solamente lo pueblan apenas tres decenas de personas- tres niños muy pequeños aparecieron vilmente estrangulados, lo que despertaría la lógica conmoción y estupor vecinal de un pacífico pueblo que sufría el aislamiento de la montaña y los rigores de sus duros inviernos.

Aquel día, 3 de abril de 1918, Francisca Moreno Bravo, una joven que frisaba los veinte años, había quedado en casa sola al cargo de sus dos hermanos más pequeños y su hijo de tan solo cuatro meses. Muchos se echarían después las manos a la cabeza y lamentarían el hecho de que ella se encargase de las criaturas, ya que no la consideraban la persona adecuada por sus constantes cambios y alteraciones de humor. Aunque, claro está, los lamentos vinieron a posteriori.

Enfermedad mental

Desde hacía ya bastante tiempo, Francisca Moreno sufría una patología mental, bastante grave, mucho más de lo que en un principio se podrían imaginar quienes la trataban. Aún así, nadie esperaba que reaccionase de una manera tan macabra como lo hizo aquel lejano día de la primavera de hace ya más de un siglo. La prensa de la época calificaba su dolencia como «anemia cerebral», lo que supuestamente podría ser alguna derivación de una forma de esquizofrenia aguda.

Nadie se explicó nunca los motivos y la información de la que se dispone es más bien escasa que pudieron llevar a la mujer a estrangular a sus dos hermanas, que respondían a los nombres de Fe y Eloísa, de tan solo seis y ocho años de edad, respectivamente. Ni menos racional era la explicación de dar muerte incluso a su propio hijo, Pedro Castillo Moreno, un bebé de cuatro meses. Sin embargo, las duras condenas de una sociedad anclada todavía en viejas creencias no tardarían en llegar de forma muy contundente y radical, hasta el punto que llegó a peligrar su integridad física.

Los vecinos se arremolinarían a la puerta de la casa conocida como «La Viguilla», en la que se había producido el triple crimen, con el lógico estupor y consternación por un hecho no solo inexplicable sino también poco menos que increíble. Mientras, la Guardia Civil hubo de contener a una turba vecinal que intentó el linchamiento de Francisca, en un tiempo en que las enfermedades mentales no solo estaban estigmatizadas sino también malditas, condenadas incluso por los propios credos religiosos de su tiempo.

Informe

El alcalde de Inogés, que todavía era un municipio independiente mucho antes de fusionarse con El Frasno en 1971, enviaría un informe de lo acontecido al Gobierno Civil de Zaragoza dando cuenta del trágico acontecimiento ocurrido en su demarcación municipal. No faltaban alusiones a la indignación y consternación que allí se habían suscitado, al tiempo que informaba del estado psíquico de la triple criminal, una mujer que sufría problemas mentales desde hacía bastantes años, aunque escasamente tratados. Si se hacía, se recurría en la mayor parte de las ocasiones a ancestrales rituales que no dejaban de ser intervenciones presuntamente mágicas cargadas de eternos prejuicios, que jamás solucionaban nada.

Salvada por las fuerzas del orden de la indignación popular, Francisca Moreno Bravo ingresaría, después de haber pasado por la cárcel de Calatayud, en el viejo manicomio del Parque de las Delicias de la capital maña. Aquí, en esta institución, se le pierde definitivamente la pista a una pobre mujer que un buen día de primavera soliviantó a lo que en la actualidad es una preciosa población enclavada entre las montañas de la Sierra de Vicor. Mientras, su aberrante crimen ha sucumbido al olvido del paso de los años, al igual que las víctimas y la propia autora.

Síguenos en nuestra página de Facebook cada día con nuevas historias

Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.