Málaga: asesina a seis personas; dos mujeres y cuatro niños
Ocurrió en fechas prenavideñas. El mismo día de las penúltimas elecciones generales de la Restauración antes del pronunciamiento del general Miguel Primo de Rivera, que darían la victoria a los conservadores de Eduardo Dato, al igual que si fuese un preludio del siniestro destino que aguardaba al político que tan solo unos meses más tarde moriría asesinado, en lo que constituyó el penúltimo magnicidio de la historia de España. Era el 19 de diciembre de 1920, un año que pasaría a la historia de la crónica negra por los diferentes crímenes múltiples que se habían sucedido en el país y este venía a ser el colofón a un trágico ejercicio.
Decían quienes lo conocían, al principal protagonista de esta historia, José González García, que era un individuo de cuidado. Escasamente aficionado al trabajo, pero sí a la buena vida y al alcohol. Se comentaba también que la mujer de la que había enviudado habría podido fallecer a consecuencia de sus malos tratos, aunque este extremo nunca fue confirmado. De todas formas, parece que queda acreditado que su vida al lado de este sujeto no fue precisamente un jardín de rosas.
Al poco tiempo de enviudar José, que tenía tan solo 40 años, conoció a una joven costurera de similar edad y condición, María Victoria Criado Martín, madre de cuatro hijos, todos ellos menores de edad. Quien se iba convertir en su verdugo se fue a convivir con ella a su casa, en la que vivía junto a su madre, María Martín Rico, de 56 años, y su prole de vástagos. Esta relación no era aprobada por la progenitora de Victoria ni mucho menos por una rancia sociedad que todo lo sometía al arbitrio de las leyes divinas, en un tiempo que primaban claramente antes que las humanas.
Tanto la joven Victoria como su madre se dedicaban a coser en las casas en las que les hacían encargos. Ganaban así el sustento diario que les permitían mantener a aquellos cuatro críos, uno de los cuáles, el mayor, de 17 años, sufría una discapacidad severa. Mientras tanto, José, que era un jornalero que trabajaba allí donde lo llamaban, pasaba la mayor parte de su tiempo en tabernas y tugurios, sin entregar ni un solo céntimo de sus jornales para el mantenimiento de la familia, a la que él había aportado una hija y tres meses antes de la tragedia contaba con un nuevo miembro, hijo de Victoria y el mismo José.
Agresión
Harta del comportamiento soez, grosero y tosco, además de no aprobar lo más mínimo aquella relación, la patrona de la casa, doña María le puso las cosas claras a José. O cambiaba o de lo contrario se tendría que marchar. No obstante, la gota que colmó el vaso fue la agresión, quizás no era la primera, que el futuro criminal le hizo al hijo mayor de Victoria, el muchacho discapacitado. Entonces, esta se dio cuenta de que aquello no podía seguir y obligó a su compañero sentimental a hacer sus maletas y buscar una nueva vivienda, alejado de su familia.
Fruto de aquella adversidad o a consecuencia de la misma, José, que había amenazado muy duramente a quien era su compañera sentimental, comenzó a planear una venganza brutal, de la que se hablaría incluso en nuestros días, cuando ha transcurrido más de un siglo de tamaña barbaridad. Nadie hizo caso de su palabrería y su arrogancia. Sin embargo, las amenazas proferidas se iban a convertir en realidad y su eco traspasaría incluso las fronteras españolas, principalmente por el elevado número de víctimas mortales que iba a ocasionar, convirtiéndose en uno de los peores crímenes de la historia de España en tiempos de paz.
Debido a que en la época no existían medios que permitiesen establecer con plena meticulosidad quienes pudieron haber sido sus primeras víctimas, todo indica, a tenor de los indicios, que a la primera persona a la que acometió José González fue a la que hasta hacía poco tiempo había sido su compañera sentimental Victoria Rincón Martín, a quien cosió a puñaladas cuando supuestamente se encontró con ella al regresar a su casa. Él venía de trabajar y fue el instante elegido. Al lado de la mujer, completamente ensangrentada, se encontró su máquina de coser. Mientras, en el lugar conocido como Arroyo España aparecería el cuerpo sin vida, también cosido a puñaladas, de María Martín Rico.
Sin embargo, pese a que la situación no era ya poco cruda de por sí, todavía quedaba lo peor, que sería descubierto por un hermano de la dueña de la casa. En una habitación yacían los cuerpos de los cuatro niños, de los que todavía uno de ellos conservaba un hilo de vida, siendo conducido a la casa de socorro, sita en una calle próxima, en la que fallecería nada más ser ingresado. Era Antonio Cruz Criado, de 12 años de edad. Presentaba una fractura en el cráneo, además de una herida por arma blanca en el pecho, suficientes para que los médicos no pudiesen hacer nada por su vida.
El hermano de María que encontró los cuerpos sin vida de los pequeños entraría en estado de shock, siendo auxiliado por el resto del vecindario ante el tremendo impacto ocasionado por el descubrimiento de tan tétrico panorama. Pese a socorrer sin éxito a uno de los pequeños, el resto presentaba un aspecto dantesco, que hería la sensibilidad de cualquiera. La mayor de las criaturas, Salvador Cruz Criado, de 17 años que sufría una discapacidad severa, había recibido varias puñaladas, entre ellas una en la espalda, el cuello y el vientre, además de las múltiples contusiones que le ocasionó su sádico asesino.
Tampoco se habían librado de su incontrolada reacción los dos más pequeños de la casa. Al igual que había hecho con los otros dos, también se cebaría de una forma espeluznante, asegurándose de su muerte y también de su sufrimiento. Así, la pequeña de tan solo seis años, Dolores Cruz Criado, fallecería a consecuencia de las heridas que el asesino le hizo en el cuello y en el pecho. Mientras, al benjamín de la familia, Rafael Cruz Criado. un año menor que la anterior, también le rajaría el pecho y la espalda, dejándolo exangüe al igual que al resto de los miembros de la familia.
Batida y suicidio
Después de perpetrar el séxtuple crimen y tener conocimiento la Guardia Civil de los hechos, se organizó una batida en toda la zona para capturar al brutal asesino, quien desde hacía unos días vivía a caballo entre el domicilio de su madre y uno de sus hermanos. A casa de este último había trasladado a su hija, fruto de su primer matrimonio. A su hermano, además de confesarle el truculento episodio que había protagonizado, le anunciaría también su intención de suicidarse.
Al sentirse cercado y muy probablemente también perdido, consciente de la suerte que podría correr, se dirigió a su domicilio materno, sito en una finca conocida como «La Jaraba«, en la que residía su madre, Francisca García. Allí, colgó de una viga del tejado una cuerda, tras subirse a una silla y atarla al cuello, pero a consecuencia del peso la atadura se rompió, a pesar de lo cual el criminal consiguió su propósito disparándose dos tiros en la cabeza con una pistola. En los bordes del cuello se podían observar las señales que le hizo la cuerda a consecuencia de la presión.
Concluía así un trágico episodio, de los más dramáticos de la historia de España, en el que un individuo, considerado un golfo por quienes le conocían, se convirtió en su principal protagonista. Dejaba tras de sí un reguero de sangre, muerte y destrucción que es muy difícil describir en pocas palabras. Solamente los habitantes de su tiempo de Torre del Puerto, otrora zona rural de Málaga, fueron los únicos que pudieron dar un testimonio exacto de lo que vivieron en días previos a una Navidad, que para ellos quedaría eternamente en el recuerdo y no precisamente por los buenos deseos de paz y concordia entre los hombres.
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