Sevilla: Asesina a su esposa y a dos de sus hijos de corta edad

El trágico episodio aconteció en la sevillana calle de La Macarena en 1918

Ocurrió hace ya más de un siglo. En otro tiempo y también, porque no decirlo, en otro mundo. Guerra Mundial mediante, con el añadido que aquel mismo año en que concluía aquel devastador conflicto se iniciaría también una epidemia de gripe que marcaría durante mucho tiempo a una población que ya soportaba muchas privaciones.

El suceso tuvo lugar en una tradicional calle sevillana, la de la Macarena, en una humilde vivienda de un trabajador que frisaba los cuarenta años, Domingo Cortés Herrero, padre de una prole compuesta por cinco vástagos. El cabeza de familia trabajaba en la fundición Cobián y allí, según declararía ante la Guardia Civil, era objeto de constantes burlas por las supuestas infidelidades de su esposa, aunque estas no pasaban de ser meras figuraciones de una mente burdamente carcomida por los celos.

En la mañana del 6 de febrero de 1918 Domingo se levantó malhumorado e inició una discusión con su esposa, Sebastiana Oliva, considerada por su vecinos como una mujer honrada y muy trabajadora. Ante el enfado injustificado de su marido, la mujer se marchó a su habitación. Él persistía en sus argumentos, refunfuñando algunas actitudes a su mujer, entre ellas que no vigilase más a su hija mayor, de 18 años, Pepita, quien se hallaba ya embarazada. El hombre persiguió a su cónyuge hasta la estancia en la que se había refugiado y le asestó varias puñaladas con una navaja cabritera, suficientes para terminar con su vida. Su cadaver sería descubierto por las autoridades en medio de un gran charco de sangre.

Dos niños pequeños

Que Domingo Cortés no tenía su día y probablemente sufriese alguna patología mental bastante grave, tal y como se encargaría de corroborarlo días después del doctor Leiva Marzo –catedrático de Medicina Legal de la Universidad de Sevilla- lo avalaría el hecho de que sin pensárselo dos veces daría muerte de una manera cruel y horrorosa a sus dos hijos más pequeños. Domingo y Paquito, de tres y cinco años de edad respectivamente.

Al primero de ellos lo rajaría de arriba abajo, al igual que si lo hubiese abierto en canal, asestándole varios navajazos que abarcaban desde el hombro hasta los muslos, ofreciendo un truculento en aspecto que provocaría el espanto de quienes hubieron de levantar los cadáveres. El más pequeño presentaba una gran herida en la cabeza, realizada con la misma arma con la que había dado muerte a su hermano y su madre. El resto de los hijos se salvaron de su acometida porque huyeron de la casa en medio del horror y el pánico por la irracional actitud de su progenitor.

Ante el escándalo suscitado a raíz de la tragedia, un inquilino del mismo edificio salió a la escalera enfrentándose a un desequilibrado Domingo Cortés. Para zafarse de este último, el vecino hubo de propinarle un empujón. Ya, en la calle, el autor del triple crimen se encaró sin motivo alguno con dos transeúntes, mientras mascullaba algunas expresiones incoherentes que parecían delirios.

Posteriormente, se dirigió a la calle Malpartida, donde vivían su madre y una de sus hermanas. Su objetivo, al parecer, era también dar muerte a estas dos últimas, así como a su hija Pepita. Por suerte para ellas, las fuerzas del orden consiguieron reducirlo y llevarlo a prisión antes de que hubiese que lamentar más víctimas.

Familia desestructurada

Según las informaciones recabadas en la prensa de la época, todo hace indicar que este es un claro ejemplo de una familia desestructurada, cuyos problemas se remontaban casi al momento mismo en que la pareja decidió iniciar la convivencia, hacía ya 18 años en aquel entonces, a pesar de que no habían contraído oficialmente matrimonio hasta dos años antes de producirse la gran tragedia.

Los periódicos indican también que, a pesar de haber oficializado su situación en una sociedad y en un tiempo que eran prácticamente obligatorios -so pena de sufrir el menoscabo del resto de la sociedad- las desavenencias entre ambos cónyuges en vez de ser reconducidas y encauzadas de la mejor forma posible, parece ser que se incrementaron, a lo que se añadía la circunstancia de una hija prematuramente embarazada y el gran descrédito que esto representaba en un mundo de rígida ortodoxia en cuanto a las formas.

No hay constancia de que se celebrase juicio alguno contra el triple asesino. La prensa se limita a constatar su lamentable estado psíquico, siendo calificado como un «perturbado», en palabras del forense que se encargó de hacerle una evaluación, en un tiempo en el que los problemas de salud mental estaban extremadamente estigmatizados. Ante el informe del doctor Leiva Marzo, es probable que Domingo Cortés fuese ingresado en un manicomio en el que se le perdió definitivamente la pista, ya que es lo que se solía hacer en casos como el suyo.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.