Caso Wanninkhof: Uno de los errores judiciales más graves de la historia que se «subsanó» con otra tragedia

Quizás hubiese que remontarse a un siglo más atrás, con el conocido como «Crimen de Cuenca» para encontrar un error tan garrafal de la Justicia española, con la salvedad del asesinato de las estanqueras de Sevilla -cuando tres inocentes pagaron con su vida por otro delito que no habían cometido. Una mujer, Dolores Vázquez, centró las miradas y la atención de todos los españoles, una sociedad que dio por hecho que aquella gallega afincada en tierras andaluzas era la autora material del asesinato de una joven de apenas 20 años, Rocío Wanninkhof en el penúltimo otoño del siglo XX con la complicidad expresa de muchos medios de comunicación que azuzaron el fantasma de un horroroso crimen con el que no guardaba ningún tipo de relación.
Si a quienes correspondía hubiesen hecho las cosas de una forma cuando menos diligente quizás no hubiese que lamentar la muerte de una segunda joven, Sonia Carabantes, que aparecía brutalmente asesinada el 14 de agosto de 2003, siendo entonces cuando se revelaba toda la verdad de lo que le había ocurrido a la muchacha malagueña, que había sido objeto de las temibles garras de un depredador sexual, que contaba con varios delitos por agresión sexual en su país de origen, Gran Bretaña. La terrible alimaña, capaz de perpetrar las peores atrocidades, responde al nombre de Tony Alexander King y cumple condena por dos atroces crímenes que suman un total de 55 años de cárcel, aunque, con la legislación en la mano, estará libre en 2033.
El auténtico relato de los hechos se inicia en la temporada estival del año 1999. En aquel entonces, en la Dirección General de la Policía, con sede en Madrid, se recibió un fax advirtiendo de la presencia de un peligroso delincuente en la Costa del Sol española, muy frecuentada por turistas británicos. La comunicación procedía de sus colegas de la Scotland Yard británica. No obstante, aquel fax fue ignorado, no se sabe si deliberadamente, y se guardó en un cajón durmiendo el sueño tal vez de los injustos o en este caso de una injustificada desidia.
Asesinato de Rocío Wanninkhof
El nulo caso prestado a la alerta de las autoridades británicas provocaría una tragedia en la localidad malacitana de Mijas cuando el día 9 de octubre de 1999 desaparecía una joven de 20 años, Rocío Wanninkhof, cuyo cadáver aparecería algo más de tres semanas después, muy cerca de donde había desaparecido. Debido a que se encontraba ya en un avanzado estado de descomposición, hasta el punto de estar casi esqueletado, no se pudo determinar si había sido previamente violada antes de recibir una muerte cruel. En sus inmediaciones se encontraron algunas de sus pertenencias en una bolsa, así como algunos restos de adn del supuesto asesino, entre ellos una colilla correspondiente a una marca británica de cigarrillos, «Royal Crown», que años después iba a resultar decisiva a la hora de resolver este caso.
Ante la alarma y la indignación popular se realizan unas investigaciones, bastante chapuceras, que inmediatamente ponen su foco de atención en una mujer gallega, criada en las Islas Británicas, Dolores Vázquez, quien otrora había mantenido una estrecha relación con la madre de la joven asesinada, Alicia Hornos, que no duda en incriminar a quien fuera su amiga de una forma taxativa y rotunda. Incluso, se le intervienen sus teléfonos y se infiltra a una agente de la Guardia Civil en el círculo íntimo de Dolores, quien concluye que se trata de una «asesina inteligente, fría y calculadora». La mujer fue finalmente detenida el 7 de septiembre del año 2000, casi un año después del crimen.
Tras ser detenida, la gallega declara ante los agentes de la Guardia Civil que el día de la desaparición de la joven se encontraba en su casa cuidando de su madre. Demuestra algunas coartadas que son ignoradas o no se les concede la credibilidad que debieran. Así, se comprueba que Dolores efectuó dos llamadas telefónicas a sendas personas de su círculo más inmediato con un intervalo muy corto de tiempo. Se sabe también que ese mismo día abandonó por un periodo inferior a tan solo diez minutos a su anciana madre para depositar la basura en los cubos destinados a tal efecto y a comprar tabaco en un restaurante próximo a su residencia.
La entrada en el local de hostelería fue uno de los argumentos esgrimidos en su contra, pues una de las empleadas del mismo declararía que la vio agitada, explicando Dolores que venía de correr. Fue ese breve lapso de tiempo en el que hizo hincapié la fiscalía a la hora de solicitar la condena arguyendo que en el momento en que supuestamente dio muerte a Rocío Wanninkhof, a quien depositó en el descampado en el que aparecería. Luego, según el relato del fiscal, la trasladó en un coche de un ciudadano extranjero hasta otro punto en el que escondió el cadáver para depositarlo en el mismo lugar en el que se produjo el asesinato en fechas previas a su aparición.
Durante los interrogatorios, Dolores Vázquez, aguantó bien el tipo y nunca se vino abajo, lo que también sería empleado en su contra, aludiendo a ese hipotético carácter frío y desalmado que se describía en un informe pericial. De hecho, ella no admitió jamás el crimen ni su participación en el mismo, al tiempo que relataba sin contradicciones el discurrir de su vida el día de autos. Cabe señalar también que el arma homicida no aparecería jamás, pues la mujer no disponía de ella. En cuanto al vehículo empleado se descartó que fuese el suyo, un Toyota deportivo de rueda ancha, en tanto que él que había impregnado sus huellas en el lugar en el que apareció el cadáver correspondía a un tipo de neumáticos que ya no se encontraba en el mercado en España. Todo parecía muy surrealista, pero gozaba de la aprobación y el crédito de una sociedad sedienta de venganza, que no de justicia.
Condena y linchamiento mediático
En un tono similar a lo que había ocurrido en la década de los cincuenta con los tres inocentes a quienes se ejecutó, acusados de haber dado muerte a las estanqueras de Sevilla, aunque con el atenuante de que estos gozaban de la simpatía de una opinión pública que dudaba de su culpabilidad, Dolores Vázquez se convertiría en aquellos tiempos en los que se cambiaba de siglo y de milenio en el chivo expiatorio perfecto para colmar las ansias de venganza de una sociedad que la convirtió en una «malvada» a quien responsabilizar de un crimen del que era absolutamente inocente.
No faltaron los habituales tertulianos de la telebasura ni los programas de entretenimiento, así como algunas columnas de opinión cargadas de oprobio y cinismo, que acusaban desvergonzadamente a una pobre mujer a quien destrozarían su existencia. Al igual que aquellos otros que iban a insultarla de forma descarada a las inmediaciones del cuartelillo de la Guardia Civil. María Teresa Campos, considerada la «Reina de las Mañanas», no se ruborizaría lo más mínimo al manifestar que «tiene cara de mala». Solamente el entonces presentador de TVE-1 y funcionario del Cuerpo Superior de Policía en excedencia, Manuel Jiménez sembró la sospecha de la duda de aquella mujer. Y es que el conocimiento y la experiencia es un grado. Y la prudencia, también.
Dolores Vázquez, que frisaba los 50 años de edad en aquella época, llegó al juicio en el que se dirimiría su responsabilidad condenada de antemano, tanto por aquella sociedad sedienta de venganza como por aquellos medios que buscaban carnaza y audiencia a costa de aquella mujer de quien ya habían dirimido su suerte. Tanto la fiscalía, como la acusación particular presentaron unos razonamientos vagos e imprecisos, pues se basaban simplemente en apariencias, pero que carecían de sólidos indicios y mucho menos de pruebas. Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones de su abogado, Pedro Apalategui, nada salvó a aquella pobre mujer que fue sentenciada a 15 años de prisión y al pago de una indemnización fijada para entonces en 18 millones de pesetas (90.000 euros).
En el transcurso del juicio, Dolores mantuvo una vez más su inocencia, negando en todo momento ser ella la autora de la muerte del crimen, aunque en el auto final se le acusase de haberlo perpetrado con «alevosía» no exento de un «sentimiento de animadversión hacia Rocío». Sin embargo, no se aclaraban detalles acerca del supuesto vehículo en el que presuntamente trasladó el cuerpo de «su víctima» ni tampoco se tenía en cuenta que entre los efectos encontrados en el escenario del crimen no hubiese ni el más mínimo indicio que sugiriese la presunta autoría de Dolores Vazquez. Cabe señalar que la levedad de la pena que le fue impuesta se debió al veredicto de dos miembros del jurado que no creyeron en su culpabilidad.
Excarcelación y asesinato de Sonia Carabantes
Si había causado una gran expectación su detención, no sería menos el hecho de su puesta en libertad, que costó a Dolores Vázquez la nada despreciable cantidad de 30.000 euros en concepto de fianza, tras el recurso interpuesto por su letrado ante el Tribunal Superior de Andalucía, quien en su descargo argumentó la falta de solidez en las motivaciones esgrimidas por el jurado que se encargó de emitir el veredicto. El día 8 de febrero de 2002, la única condenada por el asesinato de Rocío Wanninkhof abandona el penal de Alcalá de Guadaira en el que cumplía la sentencia tras haber permanecido 517 días en prisión.
A pesar de su ansiada y justa libertad, la seguiría persiguiendo la sombra de un crimen al que era totalmente ajena, ya que debería presentarse semanalmente en dependencias judiciales y cuando fuese requerida por la autoridad judicial. La «insuficiente motivación» argumentada por el alto tribunal andaluz provocó que se anunciase una nueva fecha para un segundo juicio, siendo fijado para octubre de 2003, aunque la precipitación de los acontecimientos, con un nuevo asesinato que llevaba la firma de Tony Alexander King, terminaría por demostrar la inocencia de Dolores Vázquez en un caso que tal vez no lo hubiese imaginado el mismísimo Alfred Hitchcock.
El día 14 de agosto de 2003 aparecía brutalmente asesinada en la localidad malagueña de Coín, muy próxima a Mijas, una joven de tan solo 17 años de edad, Sonia Carabantes. En el escenario de su crimen había aparecido un adn idéntico al hallado en la colilla de «Royal Crown» encontrado junto al cadáver de Rocio Wanninkhof. Todo ello, sumado a la denuncia de su pareja, condujeron a la detención del peligroso ciudadano británico que residía en la Costa del Sol desde hacía más de cuatro años. Lástima que aquel fax cayese en el olvido. Con toda seguridad se hubiese evitado esta segunda innecesaria y horrible muerte.
Es a partir de entonces cuando muchos, aquellos mismos que no dudaban en descalificar a Dolores ante las cámaras de televisión, se tiraban de los pelos y se echaban las manos a la cabeza al demostrarse la inocencia de una ciudadana que, podría ser fría y calculadora, pero nunca una asesina. Solamente Manuel Jiménez podía lucir bien alta su cabeza tras haber manifestado en diversas ocasiones sus reservas acerca del supuesto crimen. Sin embargo, otros, entre ellos muchos opinadores y tertulianos de programas de telebasura, ni siquiera tuvieron la suficiente decencia de pedir perdón a la misma mujer de la que decían que tenía «cara de mala».
A pesar de haber quedado totalmente acreditada su inocencia, salvo para el constante rumiar de Alicia Hornos(de quien es comprensible su dolor pero no su testarudez), la Justicia ha rechazado en todo momento indemnizar a esta persona, alegando que no había sido víctima de un error judicial. Ya nos gustaría saber que se entiende por esto último, si es que hay alguna figura jurídica que lo defina.
Solamente un miembro del Jurado que la envió a prisión tuvo el honor y la gallardía de pedirle perdón, que es lo menos que se podía haber hecho en un error judicial tan lamentable. Los demás ignoraron por completo a esta mujer que decidió desde entonces mantenerse al margen de los focos mediáticos. Decisión, por otra parte, muy comprensible. Solamente, de forma muy reciente, accedió a protagonizar un documental para HBO.
Dolores Vázquez, cuya vida se ha visto tristemente marcada por un episodio imposible de olvidar, decidió hace algún tiempo trasladarse a su Betanzos natal y recluirse en su casa familiar, alejada de un mundanal ruido que la condenó de una forma inexorable a su peor castigo, estigmatizándola de por vida, al igual que de una tenebrosa sombra se tratase. Quizás el film que protagoniza le sirva como una autorreconciliación para expresar sus verdaderos sentimientos, pero lo que tal vez nunca se consiga sea resarcirse humanamente con una mujer que jamás debió pasar por un calvario y un suplicio que no se le desea ni al peor enemigo.
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