Un individuo mata a golpes a dos niños en Albacete

Portada de la publicación mensual CRÓNICA DE ALBACETE

Aunque la primera página del periódico mensual «Crónica de Albacete» se hacía una pregunta que no dejaba de ser un manido tópico que suele surgir en aquellas localidades en las que ocurre algún suceso que la marca poco menos que de por vida, lo cierto es que Albacete era y sigue siendo una ciudad como muchas otras españolas en las que la vida discurre plácida y tranquilamente en su cotidiana rutina, que tan solo se rompe cuando acontece un hecho luctuoso que impacta profundamente en la sociedad en la que se ha producido atravesando, incluso, sus fronteras.

La capital albaceteña vio bruscamente interrumpida esa paz que le es tan característica en septiembre de 1974 cuando un individuo de 26 años de edad, Eloy Massó Madrigal, aparentemente normal, aunque en cuya conducta había algunas lagunas, tal y como se encargaría de reflejarlo la sentencia, dio muerte a una pareja de niños, hermanos e hijos del conocido industrial Lorenzo López Saus, propietario de la empresa «Layje«, dedicada con notable éxito al sector textil. Nunca quedaron muy claros los motivos por los que cometió su brutal fechoría, pero lo cierto es que la manipulación y la mentira estuvieron de por medio, como suele ser habitual en estos casos.

En la mañana del día 23 de septiembre de 1974 la esposa del empresario López Saus recibió una llamada de un individuo que se identificó como «periodista» del diario madrileño «Pueblo». El supuesto informador pretendía recabar la opinión de los niños de la ciudad acerca de la Feria que se había celebrado en Albacete hasta aquella misma semana. La mujer dio su asentimiento y quedaron en que su hijo de ocho años, Juan López Jiménez, a quien acompañaría su hermana María del Carmen, de 14 años. La cita era un edificio próximo a la antigua Casa Sindical, sito en la plaza Mateo Villora, popularmente conocida entre los albaceteños como «Plaza de las Carretas». Aparentemente nada grave podría ocurrir tras la identificación del hombre que se encontraba al otro lado del hilo telefónico, aunque no era más que una grosera mentira con la que poder atraer a dos inocentes pequeños.

Una pata de una silla

Ya en el piso en el que habían sido citados, Eloy Massó había ideado un plan para terminar con la vida de los pequeños, aunque también se habló de la posibilidad de un burdo secuestro que no llegaría a consumarse. Colocó a los pequeños en estancias distintas de la vivienda. El primero en ser agredido sería el pequeño Juan, a quien el asesinó le dijo que cogiese un objeto que se encontraba tirado en el suelo. Aprovechando que la criatura se agachaba, el asesino levantó el palo que había envuelto en una tela y le sacudió tremendos golpes en la cabeza, que lo dejarían malherido.

Posteriormente repetiría la misma operación con su hermana María del Carmen, a quien también sacudiría fuertes golpes en la cabeza que también le provocarían lesiones que le terminarían provocando la muerte algunos días después. Antes de salir a la escalera, tuvo la suficiente sangre fría para arrastrar el cuerpo del niño en estado moribundo hacia la habitación en la que se encontraba su hermana, sin saber el motivo a que obedecía aquel extraño ritual.

Una vez que agredió a los dos niños, Eloy Massó, desbordado por la situación que había provocado salió a la escalera en la que se encontró con un vecino. Gimoteando de manera falsa, le dijo a un vecino que se encontró allí que llamase a los servicios de socorro pues se había cargado a dos niños. Inmediatamente este vecino llamó a la Casa de Socorro y a la Comisaría de Policía, en tanto otro vecino entraba en el interior de la vivienda donde contempló el horroroso escenario en el que se encontraban los dos pequeños gravemente heridos, en tanto su agresor permanecía en situación inmóvil sin expresar ninguna emoción, salvo el falso gimoteo que salía de sus ojos.

Los niños en el momento en que fueron socorridos todavía se encontraban con vida, siendo trasladados, el más pequeño, a la Residencia Sanitaria de la Seguridad Social de Albacete, donde fallecería a las seis de la madrugada del día siguiente, 24 de septiembre de 1974. A pesar de que fue intervenido quirúrgicamente, los médicos no pudieron hacer más esfuerzos para salvar su vida. La niña fue trasladada al centro sanitario Puerta de Hierro de la capital de España. Durante su estancia en el mencionado hospital se produjeron noticias contradictorias acerca de su estado de salud que incluso obligaron a posponer el sepelio de su hermano pequeño durante 24 horas, debido a que se rumoreaba que había fallecido. Su óbito se produciría el día 30 de septiembre de 1974, en el mismo centro sanitario en que había fallecido su hermano, a donde había sido trasladada desde Madrid.

Una terrible ola de indignación y estupor sacudió a la ciudad de Albacete, qué se preguntaba como había producido un hecho tan deleznable por parte de un individuo que se dedicaba a vender libros puerta a puerta y que no se hablaba con sus padres a causa de que su progenitor le había propuesto ingresar en la Policía Armada y el se negó, por lo que se fue a vivir con unos estudiantes, amigos suyos, quienes tampoco daban crédito a lo sucedido y descartaban que su compañero de piso sufriese algún desequilibrio mental o, al menos, ellos no habían observado en él ningún comportamiento anómalo.

Pena de muerte

En medio de una gran expectación, en febrero del año 1975 se celebró el juicio contra Eloy Massó Madrigal en la Audiencia Provincial de Albacete. Eran muchos quienes abogaban en aquel entonces porque se le impusiese al asesino la máxima condena contemplada en el ordenamiento jurídico español, que contemplaba la pena capital para casos muy graves. La indignación y el clamor popular continuaba en un punto álgido y el criminal hubo de soportar muchos insultos a las puertas del juzgado. Con su clásico aspecto frío, asistió esposado a las sesiones del juicio que se celebraron en su contra, sin dar en ningún momento prueba de emoción alguna. Solamente se escuchó de su boca una tibia y no muy convencida petición de perdón a la familia de sus víctimas, quienes renunciaron desde el primer instante a cualquier indemnización por parte del asesino.

El día 25 de febrero se hizo público el veredicto de la Sala de lo Penal de Albacete que condenaba a Massó Madrigal a una pena de 30 años de reclusión mayor y a otra pena de muerte. Como quiera que cada vez que se sentenciaba a un reo a la pena capital, esta última circunstancia llevaba aparejada consigo el recurso al Tribunal Supremo. La Audiencia albaceteña instaba a la máxima instancia judicial del país un posible indulto que anulase la pena capital que le imponía. Sin embargo, este extremo no fue contemplado por este órgano quien elevó a dos las penas capitales a las que fue condenado el autor de la muerte de los dos niños. El alto tribunal emitía un auto muy duro y contundente contra el asesino a quien calificaba como «frío, reflexivo y calculador», además de enumerar las agravantes que iban desde la superioridad y el ánimo de engaño, le atribuía de dos delitos de homicidio y robo, retratándolo como un auténtico psicópata, en una terminología más actualizada.

Cuando la sentencia llegó al Supremo, en diciembre de 1975, ya había fallecido el anterior Jefe del Estado, el General Franco, y había ascendido recientemente al trono su sucesor a título de Rey, Juan Carlos I. Este último decretó un indulto general por todos los delitos cometidos antes del 22 de noviembre de 1975, fecha en la que había jurado su cargo. De esta circunstancia se benefició Eloy Massó Madrigal, quien prácticamente en el último instante se salvó de perecer en el garrote vil. Su condena se vería substituida por otra accesoria de 30 años de cárcel. De hecho, tras la proclamación del nuevo rey no se ejecutarían en España más penas capitales, una drástica medida que siempre ha sido puesta en tela de juicio y que ha demostrado su inoperancia a la hora de disminuir el número de delitos, aunque el susto de perder su vida de esa forma tan truculenta quizás no le hubiese venido mal a un individuo que llevó un terrible dolor a una honrada y trabajadora familia de Albacete.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.