Asesina a siete vecinos en Cantabria

Portada de EL CASO dando cuenta del trágico suceso

Aquel año 1980 España viviendo en una gran tensión por distintos motivos que, de una forma u otra, convulsionaban al país. El más grave, sin duda alguna, era la escalada terrorista de ETA, que estaba dejando un gran reguero de víctimas en el País Vasco. A ello se sumaba la crisis económica derivada del cambio político de los años setenta que no hacía otra cosa que incrementar la fuerte conflictivad social. El Gobierno de Adolfo Suárez estaba a punto de derrumbarse a consecuencia de los graves problemas que afectaban al país y que en ese momento carecían de una solución efectiva. Tampoco era menos el descontento que se vivía en los cuarteles, cuando aún el Ejército gozaba de un gran poder, y que alcanzarían su punto culminante con la intentona golpista del 23 de febrero de 1981.

En medio de ese ambiente de incertidumbre social se registrarían algunos hechos que provocarían el estupor generalizado de los españoles, que no estaban acostumbrados a los crímenes múltiples y había que remontarse veinte años atrás, o incluso más, para encontrar un hecho semejante. Así sucedería el 27 de noviembre de 1980 cuando un vecino de la pequeña localidad cántabra de Liermo, perteneciente al municipio de Ribamontán al Monte, Ángel Campo, le daba muerte a siete vecinos suyos por una franja de tierra de apenas doscientos metros cuadrados, cuyo valor se estimaba en apenas quince mil pesetas de la época, la mitad del salario mínimo mensual de entonces. El autor de las siete muertes culpaba a su vecindario de haberle expropiado ese terreno que, según él, legítimamente le pertenecía y en el que se había levantado un parque infantil.

Al anochecer de aquel día de otoño, Angel Liermo Solana, de 64 años de edad, provisto de una escopeta de caza se tomaría, de forma sangrienta y totalmente inexplicable, la justicia por su mano. Su primera víctima sería su convecino Juan Manuel Beci Cruz, de 40 años, a quien acometió, tras una discusión, en la cuadra de su vivienda.

En su orgía sangrienta tenía planeado dirigirse a la casa de los hermanos Revuelta para acabar con la vida de quienes allí vivían. Sin embargo, el azar provocaría que se encontrase en plena calle con Inocencio Palacio, un joven de 38 años que presidía la Junta Vecinal del pueblo, el ente al que responsabilizaba de la expropiación de su terrenos. Sin pensárselo dos veces, Ángel empuño de nuevo su carabina dejando seco de un disparo al pobre infortunado. Al llegar a la vivienda en la que residían quienes sus siguientes víctimas, Amalio y Manuel Revuelta, de 56 y 58 años respectivamente, les acometería disparándoles a través de la ventana.

La siguiente de esta trágica lista sería María Concepción Cruz, una sexagenaria, madre de su primera víctima, quien tuvo la mala suerte de salir a la calle al escuchar los gritos de su hija Elisa Beci, quien resultaría herida de consideración por Ángel Campo, que le efectuó un disparo a la altura del cuello. Peor suerte correría su progenitora que se convertiría en la quinta víctima mortal de un desalmado criminal. El terror que estaba sembrando el brutal psicópata se reflejaría en los hijos de Elisa Beci, cuatro de los cuales -presas del terror desatado- se esconderían en el cuarto de baño. Mientras, una pequeña se arrojaba desde una ventana, situada en el primer piso de la vivienda, hacia un pajar que se encontraba aledaño a la misma.

Sus dos últimas víctimas serían Encarnación Cruz Cedrún y Vicente López Díaz, de 68 años, quienes serían encontrados muertos efectuados por el mismo arma que portaba Ángel Campo Solana en sus respectivos domicilios.

Huida

Una vez hubo consumado su atroz patraña, Ángel Campo Cruz, huiría campo a traviesa por los montes de la comarca, siendo buscado por agentes de la Guardia Civil con el afán de capturarlo y entregarlo a la acción de la justicia. Mientras, en Liermo, los escasos vecinos que quedaban tras la masacre habían cerrado sus puertas a cal y canto por el miedo que despertaba su presencia, pues había temor a que regresase para proseguir con su sádico comportamiento. No obstante, a medida que pasaban los días, los agentes de la Benemérita tenían menos esperanzas de encontrarlo con vida, pues la supervivencia en los montes no era una cuestión fácil para el múltiple asesino, a lo que se sumaba que no disponía de permiso conducir, por lo que se suponía que no podría haber ido a muy lejos.

Tan solo unos días después de haber perpetrado la masacre, el cuerpo sin vida de Ángel Campo sería hallado en un nicho del cementerio de la localidad de Langre, a poco más de cinco kilómetros a través de los montes de donde había perpetrado la masacre. Un matrimonio que había ido a depositar unas flores a la sepultura de un hijo suyo, fallecido unos años antes, reparó que en el suelo había una boina que, en un principio, no le dio mayor importancia. No obstante, luego contemplaron que de uno de los depósitos asomaba algo similar a un cuerpo, que sería reconocido por uno de los cónyuges, a pesar de que hacía más de una década que no veía a Ángel Campo. Su cuerpo presentaba un disparo en la mandíbula, que le ocasionaría la muerte prácticamente en el acto y la cabeza estaba recostada sobre la gabardina que llevaba puesta. Se suponía que el psicópata había saltado la verja del cementerio para poder introducirse en el mismo. El criminal se había criado en el pueblo en el que fue encontrado su cadáver, que visitaba con cierta frecuencia, aunque había nacido en Carrizoso y se había casado en Liermo, de donde era natural su esposa. Posteriormente, el cuerpo de Ángel Campo sería trasladado hasta el Hospital Marqués de Valdecilla de Santander, donde le sería practicada la autopsia.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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