Niños muertos por lobos en Galicia
El verano de 1974 estaba siendo bastante agitado en el panorama informativo a nivel mundial, especialmente con el caso Watergate, que salpicaba directamente al presidente norteamericano Richard Nixon, quien acabaría dimitiendo por culpa del famoso escándalo antes de que el Congreso de los EE.UU. lo destituyese el 9 de agosto de aquel año. Pero no era esta la noticia que más preocupaba a los gallegos ni a los españoles de la época. Tampoco parecían preocuparle mucho las noticias acerca de la salud del general Franco, quien se estaba recuperando de una flebitis, a la que la prensa restaba importancia, en la residencia sanitaria madrileña que llevaba su nombre. Aparecía el anecdótico detalle que una de las monjas enfermeras que lo trataba era hija de un antiguo comunista, si bien las informaciones no se extendían mucho más.
De lo que realmente estaba preocupada la Galicia de aquel entonces, hace ya 45 años, eran de los supuestos ataques de los lobos a personas que se habían cobrado dos vidas en aquel verano, en el que los incendios hacían ya estragos, en la provincia de Ourense. Renacía así la vieja leyenda, o no tan vieja ni tan leyenda, de la maldad de este con los humanos, a quienes devoraba sin compasión alguna. En un reportaje publicado por el diario ABC y firmado por el periodista Tico Medina, este decía que «los ataques de los lobos en Galicia no son como el Watergate. Son mucho peor». A lo largo de todo aquel verano se sucedían las noticias e informaciones que daban cuenta de los actos sangrientos cometidos por tan «malvado animal».
Al viejo lobo, un animal muy común en cordilleras y serranías, solo le quedaba un valedor. Ese no era otro que el tristemente desaparecido Félix Rodríguez de la Fuente, quien, incluso, llegaba a dudar de que aquellos ataques que relataba la prensa y de los que se daba cuenta en el único programa regional que emitía entonces TVE, «Panorama de Galicia». El popular naturalista sospechaba de que aquellas embestidas pudiesen haber sido obra de perros asilvestrados o tal vez fuesen cometidos por perros adiestrados por la PIDE, la extinta policía del régimen dictatorial que había gobernado en Portugal hasta aquel año, a los que habrían dejado en libertad.
Dos niños
Sea como fuere, lo cierto es que en julio de aquel año perecían dos niños de muy corta edad en el municipio ourensán de San Cibrao das Viñas. El ataque había tenido lugar el día 5 del citado mes. Un animal, que se sospechaba que era una loba que sería abatida días más tarde, había acabado con la vida del niño de once meses José Tomás, después de haber atacado a su madre, Luisa Pérez. Pero, las desgracias para esta familia no cesarían en esa fecha, ya que tan solo cuatro días más tarde, también atribuido a los lobos, moriría un niño de tres años de edad, hermano del primero e hijo también de Luisa.
«Los lobos de Ourense son unos lobos distintos. -Manifestaba un enérgico Rodríguez de la Fuente- Una especie que hay que erradicar. Lo ocurrido estos días es una excepción». Al ser abatida la loba, un bicho de unos 40 kilos de peso, la mujer que recientemente había resultado herida y que había perdido a sus dos hijos declaraba no estar segura de que si había sido el mismo animal que le había atacado a ella, manifestación esta que no deja de ser curiosa y paradójica.
En días sucesivos comenzaría una batida indiscriminada del enemigo humano por las sierras y cordilleras de Ourense, con el objetivo de acabar con aquella mortal alimaña que había regado de dolor a un pueblo de la provincia. En apenas unos días serían abatidos un total de 27 cánidos, tal cual fuesen aquel mítico hombre lobo de Allariz, quien en el ya lejano siglo XIX había devorado a muchas de sus víctimas en los montes gallegos en los tiempos que hacía de buhonero.
Psicosis
Un estado de psicosis se apoderaría de aquella Galicia que veía como iba languidenciendo lentamente el Jefe del Estado, considerado a la fuerza el hombre más ilustre que había dado su tierra. No solo eran los medios de comunicación, entre ellos su incipiente programa de televisión de cobertura territorial, quienes se hacían eco de aquellos desgraciado infortunios. Ahora eran muchas las madres de las amplias zonas rurales gallegas las que se desplazaban a las inmediaciones de los centros escolares en busca de sus hijos, provistas de alguna herramienta por si aparecía aquel desaforado animal buscando una presa fácil.
Aunque se ha dicho y repetido en reiteradas ocasiones que no existe constancia de los ataques de lobos a humanos, y mucho menos en el siglo XX, lo cierto es que con motivo de ese estado de psicosis que habían generado aquellas mortales embestidas en Ourense, se sucedían las publicaciones que recordaban algunos de los hechos más aterradores provocados por aquellos animales. Hasta incluso una publicación científica como el Cuaderno de Estudios Gallegos relataba en uno de sus números los supuestos ataques de esos animales a los seres humanos desde la Posguerra hasta la década de los setenta.
Ataques históricos
En la mencionada publicación se daba cuenta de un macabro hallazgo en febrero de 1951. Se decía que en a Rúa de Valdeorras, también en Ourense, se habían encontrado los restos de un hombre que presuntamente había sido devorado por una manada de lobos. Al año siguiente, en el municipio de Allariz, sito en la misma provincia, se decía que un niño había fallecido en un centro sanitario de la capital ourensá como consecuencia del ataque de un lobo que lo había arrastrado a lo largo de 50 metros, tras engancharlo con sus garras a la altura de la cabeza.
Otro hecho que había causado una profunda impresión había tenido en la localidad coruñesa de Teixeiro, perteneciente al municipio de Curtis. Según el diario El Ideal Gallego, citado por el Cuaderno de Estudios Gallegos, en enero del año 1954 dos lobos habían sorprendido a un muchacho que estaba esperando por un compañero cuando ambos habían ido a cortejar a sus respectivas novias. Los dos se habían citado en un punto en concreto. Al regresar uno de ellos se encontró con la desagradable sorpresa de que halló a su compañero muerto, con el cuerpo y el rostro desfigurados, que le hacían suponer que había luchado a brazo partido con el animal que le había atacado.
Por las mismas fechas, en el municipio coruñés de Vimianzo, se informaba de que un lobo se había abalanzado sobre un niño de seis años, al que habría dado muerte tras arrastrarlo a lo largo de 800 metros. Mejor suerte correría otra criatura del mismo municipio, Manuel Suárez Suárez, a quien un cánido le habría ocasionado importantes heridas en la garganta y el cuero cabelludo. Este último sobrevivió a su ataque y sería llevada su historia a la literatura de la pluma del escritor Manuel Rivas.
Otro hecho del que se tiene constancia, ocurrió también en la aldea ourensá de Fonfría. Según los datos aportados, una loba habría escapado con una niña recién nacida en la boca y el animal terminaría abandonando su presa merced a la persecución de la que fue objeto por parte de los vecinos. Igualmente, en 1948 un muchacho había sido atacado por un lobo, en tanto que al año siguiente les ocurriría lo mismo a una anciana y a su nieta, si bien es cierto que la actitud de la mujer, a quien le ocasionó heridas, consiguió ahuyentar al animal.
La relación lobo-hombre jamás ha sido buena a lo largo de la historia de Galicia. Son muchas las personas, pertenecientes a grupos ecologistas, que se encargan de desmentir estos supuestos ataques. Según ellos, no hay evidencias científicas que se produjesen envestidas a humanos a lo largo del siglo XX. En 1985 se llevó una intensa batida de estos cánidos en el emblemático lugar de Serra de Meira, donde nace el Miño, cobrándose la vida de un centenar de presas.
A lo largo de los últimos 40 años no se ha certificado ningún ataque de los lobos a humanos, aunque si son muy numerosas al ganado, principalmente el mostrenco, que pasa largas noches a la intemperie. Dicen algunos expertos que el incremento de los mismos obedece a que cuando matan a un primer animal, y los restos son retirados obligatoriamente del monte o la montaña, los lobos se ven obligados de nuevo a atacar a otras reses para así satisfacer una necesidad tan básica como comer.
Independientemente de cual sea la hipótesis más acertada, lo cierto es que a lo largo de los últimos años los hombres y mujeres que viven en las áreas rurales gallegas se han visto cercados por unas alimañas que cada vez atacan con más virulencia, acercándose a núcleos cada vez más poblados, un área antaño poco frecuentada por estos cánidos. Incluso, hay quien no desecha la posibilidad de que no se trate de lobos en el sentido estricto de la palabra sino que se atreven a aventurar que sean descendencia directa de perros abandonados que carecen de temor al contacto humano. Sin embargo, las consecuencias de sus actuaciones nada tienen que ver con los tradicionales cans de palleiro, que obedecían ciegamente a su amo cuando este lo llevaba a pastar las vacas y meneaba la cola mientras esperaba el atardecer para regresar mansamente a casa.
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