Estrangula a sus dos gemelas recién nacidas en A Cañiza (Pontevedra)
Ya se ha recordado en alguna ocasión que el año 1987 fue más movido de lo que cabría esperar en Galicia. Una moción de censura, a la que siguió unas denuncias por corrupción y -posteriormente- el naufragio de un barco en la Costa da Morte que supuestamente transportaba alguna materia muy peligrosa, seguido de una nefasta gestión de la crisis por parte de las autoridades gallegas de la época, provocarían un alza de la temperatura política y social en la comunidad gallega de la que no estaría exenta el año siguiente que vendría cargado de numerosos acontecimientos.
En medio de ese por si ya tenso clima social se producirían algunos sucesos que se vieron relegados a un segundo plano por la cantidad de asuntos que debían tratar los medios informativos de la época. Uno de esos hechos tendría un gran impacto por lo macabro que resultó en su día, siendo más propio de una película del mejor Hitchcock que de una sociedad que estaba haciendo su transición del mundo rural hacia el urbano.
En los últimos días de diciembre de 1987 en el puesto de la Guardia Civil de A Cañiza, una localidad que aparece en los informativos por sus gélidas temperaturas, se recibía una llamada anónima en la que se les daba cuenta de que una mujer de la parroquia de Valeixe que respondía al nombre de Rita P., que contaba con 26 años de edad, habría podido deshacerse del hijo o hijos que esperaba de su embarazo. En este sentido, también habría sido informado el sacerdote de la misma localidad a través de una carta anónima que le habría dirigido un feligrés.
Sepultadas en una huerta
Según todos los indicios de los que disponían las fuerzas de seguridad, la mujer, que ya era madre de dos niños de diez y doce años respectivamente, habría alumbrado a las niñas sin ayuda ninguna. Posteriormente, habría procedido a estrangularlas con la cinta de un mandil que usaba para tareas caseras. Sin embargo, el misterio no terminaba ahí, ya que una vez muertas, las criaturas habrían recibido sepultura en una huerta anexa a la casa en la que vivía, popularmente conocida en Galicia como cortiña.
La mujer, que en el momento de producirse los hechos se encontraba separada de su marido, habría ocultado su embarazo a los vecinos durante mucho tiempo alegando que sufría un tumor y que se encontraba en lista de espera para ser sometida a una intervención quirúrgica. En un principio nadie sospechaba que se pudiese haber cometido un crimen, pero las indagaciones de la Guardia Civil les hicieron sospechar la existencia de un posible infanticidio, tal y como así era.
Dadas las sospechas existentes, se procedió al interrogatorio de la mujer, quien pronto se desmoronaría ante las preguntas de los agentes y terminaría por confesar que había enterrado a sus hijas en la huerta que se encontraba en las inmediaciones de su casa. Los miembros de la Benemérita, provistos de las pertinentes herramientas, iniciaron una excavación que confirmaría sus peores sospechas. En aquel terreno se encontraron los cuerpos de las pequeñas que, debido a las bajas temperaturas que se registraban en aquellos últimos días de noviembre de 1987, habrían sido preservadas de la descomposición.
Encubridor
La autora material del crimen no sería la única encausada, sino que los agentes del instituto armado procederían también a la detención de un hermano de la asesina por considerar que había participado como encubridor al no delatar a Rita P. En días posteriores, esta última ingresaría en un centro sanitario de Pontevedra para reconocer su estado de salud y comprobar también en que momento habría dado luz a las dos pequeñas que terminaría asesinando.
El suceso produciría una gran consternación en la localidad de A Cañiza, ya que la autora de los infanticidios era una mujer muy conocida en la zona. Ella convivía junto a sus padres en el mismo inmueble, quienes se encontraban con problemas de salud. La madre sufría graves problemas de visión, en tanto que su progenitor sufría una importante lesión auditiva.
Rita P. sería condenada por la Audiencia de Pontevedra a 40 años de prisión en el juicio celebrado en mayo del año 1989, en tanto que su hermano recibiría una condena de seis años de cárcel, en calidad de encubridor.
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