
Hay individuos que jamás se escarmientan. Son incapaces de aprender en cabeza propia. Ni que decir tiene que les sería mucho más complicado hacerlo en la ajena. Tal es el caso de un individuo conocido como «El capitán», Constantino Varela Lires, quizás por haber prestado sus servicios en los primeros años de la década de los setenta en la Marina mercante. En 1978 la prensa gallega hablaba mucho de la Autonomía para el territorio, pero también prestaba atención a los sucesos. Y un grave acontecimiento consternaría de sobremanera a aquella Galicia, todavía muy rural, que seguía viviendo muy pacífica y tranquilamente en el Finis Terrae del occidente conocido.
En la jornada del 9 de noviembre de 1978 aparecía en su domicilio de la localidad de Esteiro -en el término municipal de Muros- el cadáver de una anciana, cuando todavía se les daba esa categoría a las personas que superaban los 70 años, María Lires Varela, que contaba en el momento de su óbito con 74 años de edad. Serían los vecinos quienes descubrirían el cuerpo sin vida de la mujer al percatarse de que a mediodía todavía no la habían visto, hecho este que les resultó muy raro.
Los residentes más próximos a María la encontraron en el lecho en el que dormía en medio de un gran charco de sangre. Inmediatamente dieron aviso a las fuerzas de seguridad y comunicaron el hecho al juzgado que inmediatamente se pusieron a realizar las oportunas pesquisas. Su hijo, y presunto asesino en aquel entonces, Constantino Varela Lires, efectuó una llamada a una hermana suya, que vivía en la capital del municipio de Muros, dándole cuenta de que su madre sufría una gran hemorragia.
Detención
El principal sospechoso de la autoría de aquel crimen que conmocionaría a la localidad de Muros y a gran parte de Galicia era su hijo, ya que parte del vecindario escuchó un gran griterío, acompañado a su vez de un gran escándalo, pero que en ningún momento se pudieron suponer que se llegase a esos extremos. El móvil del asesinato obedeció a circunstancias de tipo económico, pues Constantino Varela había reclamado en reiteradas ocasiones la parte proporcional de la herencia que le correspondía, negándose a ello su progenitora. Incluso le había enviado algunas cartas en las que le formulaba esta exigencia.
En esta ocasión, en vista de que María Lires no accedía a las pretensiones de su hijo, se pasó de las palabras a los hechos. Para ello, el vástago se sirvió de una banqueta con la que propinaría reiterados golpes a su madre tanto en la cabeza como en otras partes del cuerpo, con los que acabaría con su vida, tal como relató a los agentes de la Guardia Civil que procedieron a su detención al día siguiente. Como nota curiosa, en el momento de ser detenido Constantino vestía un uniforme de primer oficial de la marina mercante, aunque el jamás alcanzó ese rango.
En septiembre de 1981 Constantino Varela sería condenado a la pena de doce años de prisión por un delito consumado de parricidio. Según la sentencia emitida por la Audiencia Provincial de A Coruña, el asesino presentaba una personalidad psicopática compleja de tipo paranoico, con tendencia al fabulismo y una cierta manía persecutoria. Las andanzas penales del parricida de Muros no habían hecho más que comenzar.
Segundo crimen
El 31 de octubre de 1995 Constantino Varela reincidiría en su conducta criminal. En esta ocasión la víctima sería otra vez una septuagenaria, Aurora Vila, de 75 años, quien lo acogió en su vivienda por cierta compasión humana. Aunque pernoctaba en la vivienda de su víctima, solía ir a comer a la Residencia de los Hermanos Misioneros de Teis, también en la ciudad olívica.
Esa noche llegó a la vivienda en que residía con cierto apetito por lo que decidió ir a la cocina y abrió una lata de conservas para comer. La mujer que le daba acogida tenía algunos gatos, uno de los cuales fisgó en la bolsa de Constantino, lo que lo puso de puso de muy mal humor. Posteriormente, le propinó un zapatazo al animal en el pasillo, hecho por el que fue recriminado por Aurora Vila, quien le zarandeó y al parecer -según declaró en el juicio que se celebró en su contra en junio de 1996- también le dio un golpe y le partió las gafas. Acto seguido, el asesino contratacó propinándole una brutal paliza que dejaría malherida a su casera, quien, según reveló la autopsia, presentaba múltiples traumatismos cranoencefálicos y en el tórax. Consciente de la gravedad en que se encontraba se desentendería de su suerte, huyendo de la casa no sin antes llevarse consigo 7.000 pesetas (42 euros actuales).
En el transcurso de la vista que se celebró por este segundo crimen, sorprendió ante todo por la frialdad con la que relataba los hechos, así como por su nula empatía hacia sus víctimas, señalando en reiteradas ocasiones que no sentía remordimiento alguno y que para nada se sentía arrepentido de sus actos. «Le di dos patadones y la maté», manifestaría ante la Audiencia Provincial de Pontevedra, que le condenaría a 20 años de prisión.
Apuñalamiento
Sin embargo, las andanzas delictivas no terminarían con el asesinato de Aurora Vila. Constantino Varela Lires volvería a la prisión en octubre del año 2010 cuando ya contaba con 67 años de edad. En aquella ocasión por el apuñalamiento de un hombre de 45 años, Alejandro Montero Galán, en su vivienda del barrio de Camiño de Toural, en Vigo, a quien le dio dos puñaladas en el abdomen que lo dejarían herido de gravedad. Al parecer, el móvil de este suceso obedecía a viejas rencillas que se traían entre ambos, debido a que habían convivido juntos durante algún tiempo.
La víctima saldría de la vivienda de Constantino Varela recorriendo más de 300 metros desde el lugar donde había sufrido la agresión hasta que por fin fue socorrido por los empleados de una farmacia de la viguesa calle de Sanjurjo Badía. Inmediatamente sería trasladado a la clínica Meixoeiro de la ciudad olívica donde sería intervenido quirúrgicamente de urgencia.
En el tercer juicio que se celebró en su contra por homicidio mostró la misma frialdad que había demostrado en las anteriores ocasiones, recordando sus anteriores crímenes en los que había dado muerte a dos mujeres. En esta ocasión no se encontraba la víctima, pues había fallecido a consecuencia de un cáncer antes de celebrarse el juicio, que tuvo lugar en la febrero de 2012 en la sección quinta de la Audiencia Provincial de Vigo. En esta ocasión sería condenado a ocho años de prisión por homicidio frustrado en grado de tentativa.
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