Asesina a tres personas en un pueblo de Granada por cuestiones de herencias y después se suicida

El sangriento suceso de Cogollos de la Vega reflejado en la prensa de la época

Hay quien dice que el reparto de una herencia sin litigio no es un legado sino una lotería. Por desgracia, las transmisiones patrimoniales en España ocasionaron más de un suceso sangriento, bien sea por un orgullo mal entendido o porque alguno de los herederos no está conforme con el reparto que se ha hecho del patrimonio. Nadie quiere caer en la cuenta de que tarde o temprano algún día nos heredarán a nosotros, por lo que de nada sirve una ambición mal entendida ni mucho menos una desmedida avaricia que no conduce a ninguna parte.

Esos sucesos siguen estando vigentes en nuestros tiempos, pero quizás alcanzaban un mayor grado en otras épocas en las que la riqueza no estaba tan generalizado y cada cual apañaba lo que podía. Así sucedería hace ya más de 60 años en la localidad granadina de Cogollos de la Vega, un pequeño municipio de algo más de 2.000 habitantes situado a poco más de 15 kilómetros de la capital de la provincia.

El día 10 de abril de 1962 quedaría marcada como una fecha trágica en el calendario de la provincia de Granada, pasando a formar parte de la historia de la crónica negra española con uno de los episodios más sanguinarios y truculentos de los que probablemente se tenga recuerdo en Andalucía. Al mediodía de aquella dramática jornada primaveral un individuo, de carácter irascible e impulsivo, Julio Ortega Barea, regaría de sangre uno de los más bellos parajes de la península, la Cuesta de Faterial, al descargar toda su ira y sus resentimientos contra los restantes miembros de su familia.

A tiros

Lo que jamás se les habría ocurrido pensar a José García Hita, de 54 años y su esposa Josefa Hernández Eujer, de 47, a quienes acompañaban dos hermanos del primero, Manuel y Antonio, es que cuando viajaban en sus caballos desde Huétor Santillán hasta su localidad de origen fuesen abordados por su cuñado de una manera tan imprevista. Y lo que mucho menos se podían suponer era la reacción de este con ellos, quienes, al verlo, descendieron de sus respectivos equinos para hablar con él, pues se suponían que aquella era la intención de aquel hombre.

Pero, para desgracia suya, aquello no era así. Su hermano político no quería hablar de nada con el matrimonio. Iba armado hasta los dientes, con una pistola y un cuchillo. Lo que pretendía Julio Ortega era tomarse la justicia por su mano y ajustar unas cuentas que -en su opinión- no estaban nada claras, debido a que no se encontraba para nada conforme con el reparto de la herencia de sus suegros. Sin pensárselo dos veces, aquel individuo la emprendió a tiros con la pareja, a la que dio muerte en el lugar realizando unos pocos disparos.

Su objetivo no era solo el matrimonio al que había dado muerte empleando una pistola de calibre corto, sino que era el resto de la familia en su conjunto, buscando provocar una tragedia de dimensiones memorables. No se sabe si se le agotó la munición o si le encasquilló el arma, lo cierto es que después de haber asesinado a la pareja, acometió con un cuchillo de grandes dimensiones a Antonio García Hita. A este último no lo remataría, dejándolo malherido y falleciendo unas horas después a consecuencia de las graves heridas que le había inferido su propio cuñado.

Con quien no tendría tanta suerte sería con su otro hermano político, Manuel García Hita, quien consiguió por poco burlar la bárbara acción de Julio, huyendo a caballo del lugar y dirigiéndose hasta Cogollos de la Vega. Ya, en el pueblo, denunciaría lo acontecido ante el la Guardia Civil, que de inmediato se puso en la búsqueda y captura de un hombre que tal vez hubiese perdido el norte y también el alma. Además de proceder a su detención, la Benemérita quería evitar, lógicamente, a toda costa que la enorme tragedia se cobrase nuevas vidas.

Suicidio

Unas horas después de haber perpetrado el triple crimen, Julio Ortega Barea, un hombre que era comerciante en Granada y que dejaría grabado para siempre en la historia de la crónica negra española del siglo XX, decidía poner fin a su vida. El lugar elegido era precisamente el cementerio de Cogollos de la Vega. Con su muerte se ponía fin a un desgraciado episodio provocado por el siempre banal resultado del reparto de una herencia que, no solo no dejó una fortuna a nadie, sino que tiñó de sangre una localidad que es famosa por sus preciosos parajes, su magnífica área de montaña y los deportes de escalada.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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