Un misterioso crimen en Toledo que apenas fue investigado para proteger «a algún poderoso»
Una historia infantil propia ya de otros tiempos en los que todavía era frecuente ver a críos jugando en calle y en busca de aquella míticas aventuras de exploradores que aún se reproducían en las revistas juveniles y tebeos daría pie al hallazgo de un cadáver que pertenecía a una joven de dieciocho años, Gema Rodríguez Sánchez, quien había desaparecido hacía un mes Sucedía el 21 de octubre de 1983 cuando un par de críos se había refugiado en el interior del Torreón del Catillo de San Martín, huyendo de otra pandilla con la que estaban enfrentados y con la que era corriente que se corriesen a gorrazos.
Los dos muchachos que se internaron en aquel misterioso lugar, frecuentado entonces por toxicómanos y drogodependientes, descendieron por unas escaleras de caracol y cuando bajaban notaron un hedor insoportable. Picados por la curiosidad, la misma tarde se reunieron con otros tres amigos para regresar al todavía misterioso lugar para saber lo que se ocultaba tras aquel nauseabundo olor. Para ello se proveyeron de unos cirios que les habían dejado en una iglesia próxima. Según cuenta Álex Hebrail, autor del libro «Misterio en el Torreón» lo que menos podían imaginarse es que allí se fuesen a encontrar con un cuerpo humano en avanzado estado descomposición. Sospechaban que allí tal vez hallarían los restos de algún animal.
La sorpresa de los críos fue mayúscula cuando repentinamente se encontraron con el cadáver de una mujer joven que había desaparecido hacía poco más de un mes y de la que no se habían vuelto a tener noticias. Aunque narrarían su historia con todo lujo de detalles a sus familias, en un principio no fue creída, siendo tomada como una invención de cuatro chavales. Sería la abuela de uno de ellos quien se encargaría de poner en conocimiento de la Policía aquella aventura que le había contado su nieto.
Irregularidades
Al punto exacto donde se encontró el cadáver descenderían un par de bomberos, que serían los encargados de rescatar el cuerpo, así como un inspector de la Policía, quien -según palabras de Älex Hebrail- «daba la sensación de que ya sabía lo que iba». A partir de aquí comienza una investigación un tanto viciada y deficiente, a lo que había que sumar las escasas ganas de indagar en el asunto que mostraban las autoridades. El agente de la Policía apenas estuvo media hora en el lugar de autos y en ese periodo desaparecerían distintas pertenencias que llevaba la joven consigo, entre ellas algunas joyas y hasta las bragas que se encontraban fuera. Los pantalones de la muchacha habían sido arrojados a la ribera del Tajo. Según la autopsia, Gema Rodríguez Sánchez habría fallecido a consecuencia de un fuerte golpe que habría recibido en la cabeza, probablemente propinado con una piedra o un objeto muy contundente.
Según la tesis que mantiene el investigador, la joven habría sido enterrada cuando todavía se encontraba en estado de semiinconsciencia, debido a la posición en que se encontró su cuerpo, que presentaba un brazo fuera del lugar en el que fue sepultada, quizás en un intento desesperado de salir del lugar o pedir ayuda.
En el día en que se produjo la desaparición, la joven habría sido vista en compañía de un muchacho de unos veinte años, quien apenas estuvo unas horas en la Comisaría de Policía. Posteriomente, saldría tal y como había entrado. Su nombre no apareció jamás en el sumario ni mucho menos en la prensa. Tampoco se investigaron a otras personas que pudiesen haber intervenido en el crimen y se procuraba acallar cualquier información que hiciese referencia al suceso.
Intento de violación
El investigador del caso Álex Hebrail sostiene que el móvil del asesinato de Gema Rodríguez Sánchez fue sexual, un intento frustrado de violación. Asimismo, considera que la chica posiblemente fuese asesinada en otro lugar y el cuerpo fue trasladado hasta un recóndito punto de la ciudad de Toledo que, antes de procederse a su restauración, en el año 1994, era un lugar inhóspito que tan solo frecuentaban jóvenes enganchados a la heroína y a otras sustancias estupefacientes.
Según su misma teoría, el supuesto autor del crimen «sería alguna persona de la alta sociedad toledana de la época». Podría ser hijo de un militar o alguien bastante poderoso y muy bien relacionado, motivo este por lo que se echó tierra por encima lo antes posible con el exclusivo afán de tapar el asesinato de la joven de 18 años. Solamente el propio Álex Hebrail se atrevió a remover de nuevo el caso cuando han transcurrido ya cerca de cuarenta años del crimen, debido a las secuelas que le dejó el hallazgo en la plenitud de su infancia. De hecho, contaba también que su abuelo le prohibió que saliese su nombre en la prensa y los restantes medios de comunicación de la época, aunque fueron muy pocos los que publicaron alguna noticia relativa al trágico suceso.
Transcurrido el tiempo, Álex Hebrail contó con la colaboración de distintas personas para la elaboración de su libro, siendo fundamental el testimonio que le aportaron los dos bomberos que rescataron el cuerpo de la muchacha. Sostiene también que el crimen no fue obra de una sola persona, siendo varias las que trasladaron el cadáver hasta el inhóspito lugar en el que fue encontrado. Son muchas las interrogantes que deja este macabro suceso y se puede observar una vez más como la Justicia no es para todos igual, al tiempo que las investigaciones, en ocasiones, están plagadas de desidia y dejadez. Y este fue uno de esos casos.
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