Asesina a una mujer de un disparo de escopeta en Viveiro (Lugo)

Masa forestal en un bosque de Galicia

En la segunda mitad de la década de los cincuenta se comenzaba a salir de los efectos de la Guerra Civil española, aunque de una manera muy lenta y tibia. El campo era el principal sustento de los gallegos de entonces y la riqueza forestal era poco menos que un tesoro. Gracias a ella se iba ganando algo de dinero, aunque para ello hubiese que sacrificar un patrimonio ecológico de centenares de años.

En ese contexto, como en otros muchos, surgía algunas veces la avaricia de terceros que pretendían enriquecerse a costa de otros con el menor sacrificio posible, tal como sucedería en la costa lucense en el año 1956. En aquel entonces, un joven empresario maderero de Viveiro Francisco Camba, que contaba con 33 años de edad, deseaba aprovecherse de los espléndidos matorrales de los que disponía en el área de Candorcas, Gertrudis Rivas Fernández, una mujer soltera que tenía un importante acervo forestal.

Dado que la mujer carecía de herederos directos, el empresario concibió la idea de buscar algún ardid legal para hacerse con el patrimonio forestal de Gertrudis, mediante un documento simulado en el que constase que había satisfecho a la propietaria la cantidad de 35.000 pesetas por los árboles que ella poseía. Con esa simulación de venta quería demostrar a los herederos de quien se convertiría en su víctima que él era el verdadero propietario de la riqueza forestal de la mujer, en caso de que esta falleciese.

Las relaciones entre Francisco y su víctima eran teóricamente muy buenas y se remontaban a algunos años atrás, pues esta última le había dejado quince mil pesetas, de las que tan solo le había devuelto algo más de la mitad. Además, el maderista ya había sido condenado a seis meses y un día de cárcel por un hurto en el año 1940, tal y como constaba en sus antecedentes penales.

Rumor

El apaño que pretendía Francisco Camba se vería frustado por un rumor que comenzó a tomar fuerza en aquel entonces, que no era otro que Gertrudis Rivas estaba dispuesta a vender sus propiedades, yéndose al traste su treta. Es ahí cuando el individuo en cuestión planea eliminarla físicamente por lo que decide comprar una escopeta de cartuchos del calibre 16 para cometer un crimen que conmocionaría a la ciudad de Viveiro en la década de los años cincuenta.

La mujer que se convertiría en su víctima se hospedaba en la casa de Cándida Díaz Rubal, en el lugar de Morgade, en la parroquia de Boimente, en Viveiro. El empresario maderero conocía todos los detalles acerca de la vida de Gertrudis, ya que incluso sabía cuál era la habitación en la que dormía. De hecho, rompería hasta en dos ocasiones uno de los cristales de la ventana para introducir el cañón de la escopeta que había adquirido. En la tercera, los dueños del local decidieron instalar un trapo para evitar que entrase el aire, que no sería obstáculo suficiente para que Francisco llevase a cabo su más que macabro objetivo.

Un solo disparo

A las once de la noche del día 23 de mayo de 1956, Francisco Camba se encaminó hacia la hospedería donde residía Gertrudis Rivas Fernández. Iba completamente decidido a conseguir su objetivo, puesto que ni siquiera se privaría de que le viesen los testigos que en aquel momento se hallaban en la casa de Cándida Díaz Rubal. A través de aquel hueco que había provocado el mismo y deshaciéndose del trapo que lo cubría, introdujo la escopeta y de un solo disparo certeró fulminó a la mujer, acertándole plenamente en el parietal derecho y provocando el destrozo de su cabeza. El suceso sería presenciada por la dueña del establecimiento, su hija y un obrero, llamado Óscar Rubal López, que hacía diversas labores en casa de Cándida Díaz.

A pesar de que huyó del lugar de autos, el criminal no tendría escapatoria debido a la existencia de testigos que lo delataban. A las pocas horas sería detenido en su domicilio por fuerzas de la Guardia Civil, ingresando días después en la prisión provincial de Lugo, una vez hubo presentado la declaración ante el juez.

30 años de cárcel

En julio del año 1957, en medio de una gran expectación se celebraría el juicio en la Audiencia Provincial de Lugo contra Francisco Camba, quien se reconocería autor de los hechos que se le imputaban. En un principio, y así lo sostendría hasta sus conclusiones finales, el fiscal solicitaría la pena de muerte para el empresario maderero al entender que el hecho constituía un delito de asesinato, mientras su abogado defensor solicitaba la libre absolución al considerar que su patrocinado había actuado bajo un brote de enajenación mental, que había alterado sus capacidades mentales.

Aunque la sombra de la pena capital planearía durante todo el transcurso de la vista, finalmente Francisco Camba se vería favorecido por la clemencia del tribunal y en vez de perder la nunca en el garrote vil sería condenado a la pena de treinta años de cárcel y a la indemnización con cien mil pesetas de la época a los familiares de Gertrudis Rivas Fernández.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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