
En los primeros años noventa la provincia de Lugo asistió a algunos hechos que se salían bastante fuera de lo común a lo que estaban acostumbrados en un territorio muy pacífico y tranquilo en los que nunca o casi nunca pasaba nada. Sin embargo, desde el crimen múltiple de Chantada al doble crimen de O Ceao, jamás resuelto, se sucedieron algunos episodios violentos que sobresaltaron a una tierra muy segura que veía como sus extensas y tradicionales áreas rurales habían comenzado un progresivo declive en beneficio de una capital que se estaba convirtiendo en una gran ciudad, dejando atrás ciertos tópicos del pasado.
Así, además del desgraciado suceso del suroeste lucense, se producirían otros acontecimientos sangrientos que dejaron anonadados a los siempre pacíficos y campechanos habitantes de la ciudad de Lugo y su larga y extensa provincia. En Chantada precisamente se volvería a repetir una tragedia que le costaría la vida a dos personas en el año 1990. Mientras, al año siguiente era asesinado el periodista Gerino Núñez. Y cuando todavía no se habían repuesto los lucenses de todos estos episodios violentos, un depravado pederasta le daba muerte a una cría de nueve años en la parroquia de Goiriz, perteneciente al municipio de Vilalba, en el año 1992.
En medio de estos truculentos sucesos, se produciría también un desgraciado hecho en junio de 1990, cuando un hombre de 47 años, Manuel A. López, le daba muerte a una anciana de 90 años, que se encontraba paralítica y encamada. El trágico crimen conmocionaría de sobremanera a la ciudad de Lugo y su provincia, ya que en esta ocasión el agresor se había aprovechado de la indefensión de su víctima, además de dar pruebas evidentes de una absoluta depravación personal. A algunos salvajes les da por violar niñas, a otros indefensas ancianas que se encuentran en estado semiterminal. Los extremos se tocan.
Borracho
Al parecer el hombre era amigo de uno de los sobrinos de Concepción López, la anciana enferma, a quien fue visitar. En ese momento el resto de los inquilinos de la casa, quienes se dedicaban al cuidado de la nonagenaria, se encontraban ausentes a consecuencia de un viaje. Supuestamente Manuel A. López era muy aficionado al alcohol y era habitual que lo consumiese en grandes cantidades. Esa tarde bebió varios litros de vino en el domicilio de la anciana, que terminaría siendo asesinada, hasta embriagarse completamente, circunstancia esta que contribuyó de forma decisiva a que se desinhibiese en el momento de perpetrar la agresión sexual, a consecuencia de la cual terminaría falleciendo la pobre mujer.
Tras encontrarse bajo los efectos del alcohol, Manuel se dirigió hacia la habitación en la que se encontraba Concepción, completamente imposibilitada desde el punto de vista físico. El homicida era un hombre de gran peso, que rondaba tranquilamente los cien kilos o, incluso, más, además de poseer una enorme envergadura. En el transcurso de la agresión sexual que llevó a cabo, le ocasionaría diversas fracturas y lesiones a la anciana, que se encontraba ya en un estado muy delicado de salud. Entre las heridas que les provocó algunas terminarían por dañar de forma irremisible sus ya de por si muy delicadas vértebras y también sus pulmones, circunstancia esta que fueron suficientes para terminar con su vida y que le provocarían la muerte prácticamente de forma instantánea.
El autor del crimen sería detenido días después de cometer su burda agresión. En un primer momento dijo no recordar nada, ya que se encontraba bajo los efectos del alcohol. Posteriormente, negaría los hechos en reiteradas ocasiones, pero las diligencias forenses llevadas a cabo demostrarían que en las sábanas de la cama, así como en la ropa que portaba la infortunada anciana se encontraron restos de sangre que pertenecían al mismo grupo sanguíneo del agresor, lo que constituía una prueba rotunda y concluyente en su contra.
22 años de cárcel
Dos años después de haberse cometido el abominable crimen, se celebraba en la Audiencia Provincial de Lugo la vista contra su autor material. El tribunal tuvo en cuenta la atenuante de alcoholismo que supuestamente padecía Manuel A. López por lo que rebajó sensiblemente la petición del fiscal, quien solicitaba un total de 24 años de prisión. Doce años de cárcel correspondían a la agresión sexual, mientras que los diez restantes se le imponían en concepto de homicidio, ya que el tribunal rebajó la calificación de asesinato a homicidio, aunque la acusación particular mantuvo la tesis del delito doloso. Además, debería indemnizar con ocho millones de pesetas (48.000 euros actuales) a los herederos de Concepción López, que eran los sobrinos con quien ella convivía y que se encargaban de cuidarla.
En el transcurso de la vista, Manuel A. López ofrecería de nuevo una versión distinta a la que había dado en los interrogatorios previos. Ante los magistrados de la Audiencia lucense declararía que cuando se encontraba en el domicilio en que residía la anciana, escuchó gritos procedentes de la habitación en la que ella se encontraba y acudió auxiliarla ante la eventual casualidad de que le hubiese ocurrido algún imprevisto. Al llegar al cuarto de Concepción López, sin saber explicar muy bien el cómo, el agresor dijo que había tropezado y caído sobre ella, lo que unido al delicado estado de salud de la víctima y al sobrepeso del agresor terminarían provocándole la muerte. Sin embargo, los investigadores tenían todos los cabos atados y muy bien atados.
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