Seis muertos y cien heridos en la tragedia de «Conservas Peña»
Poco a poco el área más occidental de Galicia se iba enganchando al progreso de los nuevos tiempos en la década de los años sesenta del pasado siglo. Iba agrandándose así una enorme brecha que parecía pretender dividir al territorio gallego en dos mitades muy diferenciadas, tal cual fuese el estado alemán. Un área occidental próspera, cuanto más al sur más se hacía potente esa prosperidad, mientras que la oriental continuaba siendo un territorio pobre y atrasado. Además, al igual que sucedía con la distribución de la riqueza, en este caso las más meridionales y más al este eran las que se llevaban la peor parte.
En el entorno occidental gallego, concretamente al suroeste, habían florecido ya algunas industrias pesqueras que gozaban de un gran arraigo, que requerían de una gran mano de obra. A todo ello se añadía el hecho que muchas de estas empresas daban trabajo a centenares de mujeres, que se iban incorporando al mundo laboral en un tiempo en que desde la corriente más rancia del sistema se veía con muy malos ojos que las féminas se incorporasen al mundo laboral. Era frecuente que desde el oficialismo franquista se insistiese en que el papel de la mujer debía reducirse exclusivamente al hogar, cuidando de los muchos hijos que les rogaban que tuviesen. Sin embargo, ya había surgido una postura contestataria desde distintos sectores que abogaban por una lógica incorporación de la mujer al mundo laboral, pues solamente las mentes más obtusas seguían negando de forma irracional su capacidad para hacer frente a muchas de las más variadas tareas.
En una conocida empresa conservera gallega de la época, situada entre las localidades de Portonovo y Sanxenxo, que daba empleo a más de un centenar de trabajadores, se produciría un grave accidente, proseguido de una posterior explosión, que costaría la vida a un total de seis personas en la tarde del 17 de noviembre de 1962. Además, otras cien resultarían heridas de diversa consideración, entre los que se encontraba el propietario de dicha empresa, José Peña Oubiña.
Dos niños muertos
Entre los fallecidos en tan dramático siniestro se encontraban dos niños, que, en ese momento, se encontraban jugando con otros muchachos de sus misma edad mientras aguardaban por la llegada de sus respectivas progenitoras. Al parecer, la muerte les sobrevino al quedar sepultados en medio de los escombros y los cascotes que se habían producido como consecuencia de una infortunada explosión que tuvo su origen en la caldera. Los informes oficiales indicaban que el fogonero que estaba al tanto de esta última no se había percatado que la misma se encontraba vacía, por lo que aumentó su presión al volver de forma repentina el agua al recipiente. El encargado de la caldera fallecería prácticamente en el acto, además de quedar espantosamente mutilado su cadáver como consecuencia de la deflagración.
La empresa en su totalidad, que constaba de una sola nave, se vino abajo a raíz de la explosión en la que, además, resultarían heridos otros cien trabajadores de diversa consideración. Algunos de ellos presentaban un pronóstico muy grave, si bien es cierto que, por suerte, no hubo que lamentar más víctimas mortales. Todos los heridos serían atendidos en el Hospital Provincial, así como a otras clínicas de la ciudad del Lérez.
Las instalaciones de la conservera quedarían completamente destruidas e inservibles a causa de ese suceso que impactaría de sobremanera en todo el área geográfica de As Rías Baixas y en el resto de Galicia. En las horas posteriores al siniestro, tanto agentes de la Guardia Civil como grupos de personas que acudieron al auxilio de los heridos examinaron de forma muy rigurosa los escombros a los que había quedado reducida la antigua empresa por si hubiese quedado sepultado entre los mismos algún trabajador más. Por fortuna, no hubo que lamentar más víctimas mortales, que no fueron pocas.
Las pérdidas materiales se elevaban a varios millones de pesetas de la época, aunque pocos se pensaban a parar en eso, máxime cuando había sido un trágico accidente que había costado la vida a seis personas, entre los que se encontraban dos hijos de empleadas que esperaban a sus respectivas madres. Pese a todo, la actividad empresarial de José Peña Oubiña proseguiría su andadura, consolidando un emporio en su sector que harían de él uno de los empresarios más prósperos y acreditados del mundo conservero.
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