Incendio de la discoteca Alcalá-20: 81 muertos en una tragedia que marcó a toda España y que pudo haberse evitado

Instantes después de la tragedia. RAÚL CANCIO. EL PAÍS.

Eran los años en los que la llamada «Movida madrileña» se encontraba en pleno auge y apogeo. Los nuevos grupos de música pop proliferaban por doquier, no exentos de un merecido éxito y de la receptividad de una juventud que formaba parte del babyboom del franquismo. Una generación⁶ que había dejado atrás las luchas y los movimientos políticos para cambiarlos por los culturales y los estéticos, la primera en la historia del país que había amanecido en libertad en sus tiempos mozos y que tan solo buscaba vivir de la mejor forma posible. Y la música y la marcha eran complementos imprescindibles.

Por aquel entonces, un antiguo cabaret y sala de fiestas madrileña, el famoso «Lido» se había reconvertido en una afamada discoteca, «Alcalá 20», quien se iba a convertir en la triste protagonista de una de las peores tragedias ocurridas en la historia de España en los últimos 40 años. Todo comenzó cuando el conocido templo de la diversión madrileño estaba a punto de cerrar sus puertas en la madrugada del sábado, 17 de diciembre de 1983.

Alrededor de las cinco menos cuarto de la mañana un joven advirtió a un camarero de la presencia de un pequeño foco de fuego, solicitándole un sifón para sofocarlo. El empleado de la discoteca le facilitó un extintor. Sin embargo, en cuestión de pocos segundos una inmensa llamarada de fuego se pudo observar sobre el escenario de la segunda planta, provocando el pánico de los presentes. Se calcula que más de 900 personas abarrotaban el local, quienes presa del pavor del momento emprendieron la huida, un escapada que en muchos casos resultaría dramática y terrorífica.

Puertas cerradas

Si algo puso de manifiesto el trágico incendio que asoló y devastó «Alcalá 20» fue la total ausencia de medidas de seguridad que permitiesen una evacuación rápida y segura de los asistentes a eventos que allí se celebraban. Numerosos jóvenes se dirigieron hacia salidas de emergencia que estaban literalmente cerradas por candados, haciéndose icónica una imagen publicada por el diario madrileño EL PAÍS, en su edición del domingo, 18 de diciembre de 1983, en la que se podía contemplar el cierre hermético de una salida convertida en una trampa mortal a causa de un candado que impidió que unos 30 jóvenes pudiesen salir de aquella macabra ratonera, quedando allí sepultados en una dramática avalancha humana.

Los trabajadores de la discoteca corrieron mejor suerte y pudieron salir por una puerta que sí se encontraba abierta, pero que solo ellos conocían. Mientras, durante más de una hora el caos, la zozobra y el desconcierto se apoderó de una muchedumbre que luchaba por sus vidas. El psiquiatra forense José Cabrera Forneiro indicó, en el trigésimoquinto aniversario del trágico suceso en Radio Nacional de España, que muchos de los fallecidos habían muerto a consecuencia de la inhalación de vapores de cianocrilatos, una serie de plásticos y polímeros que al entrar en combustión liberan cianuro, lo que provocaría la muerte instantánea de muchos de los allí fallecidos, de la misma forma que si hubiesen muerto en una cámara de gas.

El incendio se prolongó durante una hora o incluso más. En el transcurso del mismo se puso de manifiesto la descoordinación existente en los escasos protocolos que había en aquel entonces en materia de seguridad y espectáculos. A todo ello se sumaba que tampoco había equipos de emergencia similares a los que existen en la actualidad, con preparación y adecuación a circunstancias de un calibre que parecía desbordar a todo el mundo. La labor de los bomberos del Ayuntamiento evitó un mayor número de muertos, gracias a que fueron capaces de abrir claraboyas y huecos a través de los que salieron quienes estaban atrapados en aquel tétrico lugar.

El héroe de la madrugada

Pocas veces sale a relucir el nombre del fotógrafo Francisco José García Olidén, el auténtico héroe de aquella triste noche de la «Movida madrileña». Gracias a su arrojo y valiente actitud, tres personas salvaron su vida en el incendio. Por desgracia, él perdería la suya cuando intentaba salvar a una cuarta persona. Sobra decir que cualquier reconocimiento que se haga a la figura de este hombre siempre se quedará corto. Su recuerdo permanecerá imborrable aquella jornada en el que el caos y la muerte tiñeron de luto la noche madrileña, cuya fiesta terminó tornándose en una, por desgracia, inolvidable tragedia.

En el Instituto Anatómico Forense, sito en la Ciudad Universitaria madrileña, se vivirían trágicos momentos de dolor cuando se procedía a la identificación de los cuerpos, 31 de los cuales se encontraban prácticamente irreconocibles a consecuencia de las llamas. Familiares y amigos de las víctimas se concentraron en sus inmediaciones para recabar información acerca de la suerte que podrían haber corrido algunos de sus seres queridos, de quienes no habían tenido noticia en aquella triste noche. Es más, dos de los cuerpos serían encontrados en las calcinadas instalaciones de la discoteca ðías más tarde, pues se habían precipitado por el hueco de un montacargas en su dramática huida.

Se ha dicho muchas veces que «Alcalá 20» marcó un antes y un después en la historia de lo espectáculos en España, obligando a que se cumpliese una normativa que en aquella época se ceñía únicamente a recomendaciones y consejos, que a partir de entonces se iban a convertir en obligaciones. Se obligaba a que los materiales que se empleasen en los decorados de estos centros de diversión no estuviesen elaborados con materiales fácilmente inflamables y evitasen la propagación del fuego.

Sin embargo, a pesar de la nueva legislación, desde entonces ha habido dos trágicos sucesos en otras tantas localidades españolas. Uno aconteció en la discoteca «Flying»de Zaragoza en similares circunstancias a lo ocurrido en la sala madrileña el día 14 de enero de 1990 pereciendo 43 personas al inhalar humo procedente del fuego que se había declarado, en tanto que otro tuvo lugar el primero de octubre de 2023 en la discoteca «Fonda Milagros» de Murcia, en la que fallecerían 13 personas.

Aquel año 1983, principalmente sus últimos 35 días, fueron terribles en la capital de España, que veía como en tres sucesos, dos de ellos accidentes de aviación, perdían la vida cerca de 400 personas en tan solo 20 días. Un año para olvidar, que se encargaría de decir el entonces alcalde de la Villa y Corte, Enrique Tierno Galván, aunque quedará siempre trágicamente gravado en la memoria colectiva de muchos madrileños, principalmente aquellos que sufrieron en sus propias carnes el dolor de la tragedia.

Condenas

Más de diez años después de lo acontecido en «Alcalá 20», en abril de 1994, se celebraba el juicio por el incendio ocurrido en la discoteca madrileña. El resultado defraudaría grandemente a las víctimas, aunque su abogado Antonio García Pablos, entendía que la sentencia se ajustaba a derecho, ya que serían condenados a tan solo dos años de prisión a cada uno de los cuatro propietarios del local incendiado.

La sentencia establecía que apenas nada se ajustaba a la legalidad cuando Alcalá 20, que antes de la tragedia era la discoteca de moda de Madrid, se abrió al público. Ni las luces de emergencia, ni las vías de evacuación, ni los exiguos sistemas de seguridad (extintores, manguera antiincendios)… Prácticamente estaba todo mal. Era el duro contenido de un auto que poco o nada podría paliar el dolor de unas familias que se vieron profundamente sacudidas por un episodio que nunca debería haber sucedido. Entre los condenados también se encontraba el electricista, pero se exoneraba de cualquier responsable al concejal responsable de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid, Emilio García Horcajo.

Algo más de un año después, en julio de 1995, el Tribunal Supremo confirmaba la sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Madrid, confirmando además la responsabilidad civil del Estado de forma subsidiaria, debiendo satisfacer un total de 20 millones de pesetas (120.000 euros) a los familiares de las víctimas del siniestro. En total, el concepto de indemnizaciones se elevaba a unos 2.000 millones de pesetas (12 millones de euros). Muy poco dinero para tamaña tragedia que no debería volver a repetirse, pero que, como hemos observado, ha tenido hasta dos réplicas y una de ellas en tiempo muy reciente.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.