Asesina a tres personas en Burguillos del Cerro (Badajoz)
Una vez más un suceso que marca el devenir de una población y una tranquila comunidad que se vio tristemente sorprendida por un trágico y sangriento suceso en los albores del siglo XX. Tuvo lugar en la localidad extremeña de Burguillos del Cerro, al sur de la provincia de Badajoz el día 24 de mayo de 1908, cuando un individuo joven Francisco Zapata del Rivero le daba muerte a su esposa Teodora Palacios Porrino y dos de sus tíos, movido por las desavenencias familiares que había surgido entre la familia de su mujer y el sujeto en cuestión.
Francisco Zapata había contraído matrimonio con Teodora Palacios hacía relativamente poco tiempo. Esta última procedía de una clase acomodada para la época, pues aunque no eran terratenientes disponían de grandes parcelas de superficie agrícola que les permitían vivir sin apuros, en un tiempo en que la escasez era la nota predominante en la mayoría de una sociedad que tan solo aspiraba a sobrevivir.
Al poco tiempo de casarse, la pareja se fue a vivir a una casa en la que residían también los tíos de Teodora, que habían sido quienes la habían criado y se habían encargado de su educación. Sin embargo, con el paso del tiempo la convivencia comenzaría a deteriorarse, por lo que Francisco y su esposa deciden abandonar la vivienda familiar y se trasladan a otro domicilio, también propiedad de los Porrino. Pero, a diferencia de lo que pudiera parecer, la convivencia entre el matrimonio, que ya tiene dos hijos, se deteriora aún más. Esto provoca que la mujer abandone la casa que comparte con su marido y regrese junto a su familia.
A cuchilladas
El día de autos, Francisco Zapata se dirige a casa de un familiar que vive muy cerca de la casa a la que ha regresado su esposa. A través del zaguán contempla como su mujer se encuentra tranquilamente tomando el fresco. El lleva consigo consigo un cuchillo de doble hoja. Alrededor de las diez de la noche se dirige a la vivienda de los Porrino y le asesta un par de puñaladas a Teodora Palacios, quien resulta gravemente herida, quien, aunque no fallecerá en el acto, morirá seis días más tarde a consecuencia de las lesiones que le había inferido su esposo.
El vecindario se espanta ante el horror que se está viviendo en aquella casa. En la apacible noche de primavera ven salir de la vivienda expulsando sangre a borbotones a Rosario Porrino, una anciana de 68 años, quien se desploma tras haber recibido tres cuchilladas mortales. La otra hermana Antolina huye del lugar profiriendo gritos de auxilio hasta que llega a la casa del entonces alcalde de la localidad Antero Velasco, quien evita que se incremente el número de víctimas de la sangrienta tragedia que ya asola al pueblo.
Ante el espanto que se ha apoderado de las calles de Burguillos, inmediatamente se pone en conocimiento de la Guardia Civil lo acontecido. Al examinar la vivienda en la que se ha producido la matanza se encuentran con una tercera víctima de quien hasta aquel momento no se tenían noticias. Se trata de Anastasio Porrino, de 66 años, el otro morador de la vivienda, quien ha recibido otras tres puñaladas que lo han dejado exangüe. El criminal es detenido y trasladado hasta el pósito del Cuartel de la Benemérita, en medio de una gran indignación popular que pretende lincharlo. De hecho, será trasladado a Fregenal de la Sierra en plena madrugada para evitar la incontenida ira de sus vecinos, que no terminan de dar crédito a lo sucedido.
Condena pequeña
Uno de los aspectos que más sorprende en este suceso, será la laxitud de la condena que se le impondrá a Francisco Zapata del Rivero, para quien en un principio el fiscal solicita tres penas de muerte, en un tiempo en el que la pena capital se aplicaba con bastante ligereza. En el transcurso del juicio dice que los causantes de la tragedia habían sido los tíos de su esposa, quienes, según el manifiesta, no le permitían ver a su hijo más pequeño. Al mismo tiempo señala que había sufrido unas provocaciones por parte de sus familiares que terminaron por desencadenar aquellas tres muertes.
Su versión de los hechos se verá desmontada por la tía de su esposa que ha sobrevivido a la matanza, Antolina Porrino, quien sostiene que el triple asesino había llegado a la casa esgrimiendo el cuchillo con el que perpetró la matanza, destemplado y fuera de sí, sin que ni ella ni sus hermanos y su sobrina pudiesen hacer nada por defenderse.
El Jurado Popular encargado de dirimir el caso lo considera culpable, pero finalmente la Audiencia Provincial de Badajoz termina condenándolo a dos penas de prisión de 14 años y ocho meses por la muerte de cada uno de los tíos de su esposa, considerándolos como homicidio, mientras que por la muerte de Teodora Palacios Porrino deberá pasar un año más entre los muros de la cárcel, al considerar este último caso como lesiones graves. Poco menos que increíble. La responsabilidad civil se salda con poco más de 3.000 pesetas, si bien es cierto que era todo un dineral para la época.
Como se puede observar en este trágico episodio, la Justicia aplica una doble vara de medir que incluso la podemos ver en nuestros días. La pena fue verdaderamente muy suave para un individuo que socavó la paz de una localidad, cuyos vecinos lo hubiesen linchado de no haber mediado la intervención de los agentes de la Guardia Civil. Otros, en su misma situación y con menos muertos, lo pagaron mucho más caro.
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