Tres jóvenes muertos en Macastre (Valencia): Más de tres décadas de misterio de un tenebroso suceso
Este episodio es un dramático suceso que guarda muchos parangones con el tristemente célebre caso Alcasser, ocurrido casi cuatro años después. Sin embargo, este desgraciado acontecimiento apenas mereció atención mediática, una circunstancia que se achacó al bajo extracto social de las víctimas y al hecho que perteneciesen a familias desestructuradas, siendo relegado prácticamente al olvido, sin que nadie volviese a indagar más sobre lo que aconteció en el primer mes del año 1989 en la localidad valenciana de Macastre que dista tan solo 34 kilómetros de Alcasser.
Los tres jóvenes, dos chicas de 15 años y un chaval de 14, que respondían a los nombres de Rosario Gayete Muedra, Pilar Ruiz Barriga y Francisco Valeriano Flores tomaron un autobús desde la pedanía valenciana de Benimáment que los conduciría hasta Macastre, cubriendo en total una distancia de algo más de 40 kilómetros. Los tres eran consumidores habituales de estupefacientes, siendo adictos al Benzol, conocida popularmente como «la droga de los pobres». El chico del grupo también había experimentado con la cocaína y la heroína. A pesar de su extrema juventud, ya había perpetrado algún robo, por lo que se encontraba internado en un centro de menores de Godella.
La última vez que fueron vistos con vida fue en un bar conocido como «El Parador», en el que se abastecieron de unos bocadillos y bebidas para pasar la noche. Se da la curiosa circunstancia que en este mismo establecimiento hostelero fue en el que se divisó al tristemente célebre Antonio Anglés el día en el que supuestamente perpetró el secuestro de las tres jóvenes que aparecerían asesinadas cuatro años más tarde.
El primer cadáver
El día 19 de enero de 1989 un agricultor que se encontraba en la partida de Cuerna, perteneciente al término municipal de Macastre hallaba el cuerpo sin vida de Rosario Gayete, que era la novia de Francisco Valeriano. En un principio sospechó que la joven se encontraba dormida, aunque más tarde se percataría que la muchacha estaba realmente muerta. Su aspecto no presentaba señales de violencia. Únicamente se encontró un líquido blancuzco que semejaba ser semen en la zona genital, aunque nunca se podría aclarar este aspecto. La autopsia tampoco revelaría las causas del deceso de la muchacha, especulándose que podría haber fallecido como consecuencia de una sobredosis de drogas.
El hallazgo del primer cuerpo hizo sospechar que los otros dos miembros del grupo pudiesen haber corrido la misma suerte. Pero, al igual que de una serie de misterio se tratase, los cadáveres de los otros dos jóvenes no serían encontrados hasta pasado algún tiempo. Algo más de dos meses y medio después del hallazgo del cuerpo de Rosario, concretamente el 8 de abril de 1989 era hallado el cadáver de Francisco, su novio, que también fue localizado por un agricultor que buscaba espárragos en medio de unos arbustos, a tan solo 400 metros del lugar en el que había aparecido el primer cadáver.
Al igual que Rosario, tampoco presentaba signos de violencia. Su cadáver se hallaba boca abajo, sobre un plástico y junto a una vela partida en dos, similar a otras halladas en la caseta en la que había sido encontrado el cuerpo de su compañera. Una hipótesis abundaba en la posibilidad de que el muchacho hubiese intentado huir del lugar, probablemente la caseta, pero sin conseguirlo, probablemente a consecuencia del consumo de drogas. La autopsia tampoco ofrecería pistas concretas que indicasen la causa precisa de su deceso.
Una muerte violenta
El cadáver de la última joven fallecida en este trágico episodio fue Pilar Ruiz Barriga, que no sería encontrado hasta el día 26 de mayo de 1989. Su cuerpo fue hallado por unos niños que se encontraban jugando cerca de un canal de riego de la partida de Calahuet de Turís. A diferencia de sus compañeros de acampada, las señales de violencia eran más que evidentes. Además, se encontraba en pleno estado de descomposición.
El cadáver estaba mutilado, faltándole una mano y un pie que, según se encargaría de demostrar la autopsia, había sido seccionado con una motosierra. Hacía algo más de cuatro meses que una ciudadana había encontrado un pie seccionado en la calle Alcasser de Valencia, que inmediatamente los investigadores asociarían con el de la joven hallada en aquel lugar de tan difícil acceso.
El día 6 de mayo se recibió una llamada anónima en el «teléfono de la droga» en relación con la muerte de Pilar Ruiz Barriga, en la que se alertaba de la localización de su cadáver. La misma atribuía el crimen que le había costado la vida a un conocido drogadicto valenciano apodado «Wichita», quien, interrogado por la Policía negó tener ninguna relación con los hechos. Reconocería, eso sí, que conocía Macastre pero que no acudía allí desde el año 1973. Lo curioso de esta última circunstancia es que la Policía no haría ninguna indagación en el lugar en el que supuestamente localizaba el cadáver la llamada anónima, no siendo descubierto hasta 20 días más tarde.
Investigación
Algunos estudiosos del caso sostienen que se realizó una deficiente investigación en este misterioso y macabro suceso, pues está comprobado que en la caseta en la que apareció el primer cadáver se encontraron las huellas digitales de una cuarta persona, además de los tres jóvenes muertos. Uno de los pocos investigados fue un individuo, jornalero de profesión, conocido como «Miguelo» quien supuestamente habría invitado a Rosario a un refresco en la localidad de Catadau en un bar del mismo nombre el día 15 de enero de 1989. Trasladado al juzgado reconoció que conocía a los adolescentes muertos, pues vivían en una casa en ruinas próxima a la suya, pero negó en todo momento que hubiese invitado a la joven fallecida.
La investigación se cerró en falso, sin hallar ningún otro culpable. Solamente se hizo una tesis de cómo habrían ocurrido los desgraciados hechos. En ella se apuntaba a que las dos víctimas principales pudieron haber sido la pareja de novios, en tanto que el autor o autores del crimen se habrían deshecho de Pilar por la fuerza para evitar dejar pruebas. Tampoco se hicieron indagaciones acerca de a quien podrían corresponder las huellas digitales halladas en el interior de la caseta, aspecto este que hubiese resultado crucial y poco menos que definitivo.
Cuando se produjo el triple crimen de Alcasser en el transcurso del juicio se le preguntó a Miguel Ricart sobre su hipotética participación en el suceso ocurrido en Macastre, negando taxativamente cualquier relación con el mismo. Desde entonces, aunque se han publicado un gran número de artículos así como también un libro, el caso ha sido definitivamente archivado y, a día de hoy, más de treinta años después, ha prescrito sin saber lo que realmente ocurrió en aquel paraje levantino el primer mes del año 1989.
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