Una mujer asfixia con una manta a sus dos hijos en Jaén
Fue un episodio de lo más truculento. De esos que difícilmente se olvidarán por muchos años que transcurran. Inimaginable, como lo son la mayoría de este tipo de casos en los que una macabra realidad supera al peor terror que pueda emanar de la más cruda serie de ficción. Aunque Rutb Berbel Vivar, la triste protagonista de este caso, era una mujer que había sufrido alteraciones psíquicas derivadas de la grave enfermedad mental que sufría, nadie podía sospechar, ni por asomo, que pudiese llegar a hacer daño a nadie. Por supuesto, sus hijos ocuparían el último lugar. Sin embargo, nunca se podrá saber lo que exactamente pasó por la imaginación de esta mujer para que llegase a traspasar aquel límite humano de lo realmente admisible, tal como fue el caso de quitarle la vida a sus dos hijos, un par de criaturas que todavía desconocían la maldad, pues con la edad con la que contaban, tres años el más pequeños y once el mayor ni siquiera sabían ni habían tenido tiempo de hacer daño a nadie.
Cuando este desgraciado suceso ocurrió en el atardecer del 28 de septiembre de 2011 Ruth Berbel era ya una mujer de 37 años, que residía en el barrio jiennense de La Alcantarilla desde hacía más de una década y estaba considerada como una mujer normal, preocupada por el bienestar de su familia y los suyos, que a diario iba a buscar a sus pequeños al colegio. Sin embargo, no se sabe lo que podría anidar en su mente para acometer la cruel acción de asesinar a sus dos hijos, en un momento en el que se hallaban solos en casa con la exclusiva compañía de su progenitora, mientras su padre Álvaro Puertollano había acudido a su sesión diaria de rehabilitación después de haber sufrido un accidente laboral.
En torno a las siete de la tarde de aquel día otoñal Ruth Berbel, como casi todos los días, les dio la merienda a sus hijos. Les preparó un yogur un tanto especial a cada uno de ellos, ya que en el recipiente que los contenía iban abundantes dosis de tranquilizantes, que había aplastado previa y convenientemente en un mortero, que la misma madre consumía a consecuencia de la enfermedad mental que padecía, con el afán exclusivo de que los niños se quedasen dormidos para después asfixiarlos con una manta de cuna, tal y como terminaría sucediendo. En un principio se había facilitado la noticia de que los niños habían fallecido ahogados en una bañera, pero tanto la autopsia como las investigaciones policiales terminarían por refutar esa versión. Al parecer, al mayor Álvaro de once años, lo habría asfixiado en su propio dormitorio, en tanto que al más pequeño, Alejandro, de tres, le habría hecho los mismo en el cuarto de baño y posteriormente trasladaría su diminuto cuerpo a una habitación para colocarlo sobre una cama. Tras haber perpetrado el doble crimen habría llamado a una mujer de su familia a quien le habría contado lo sucedido, siendo esta la primera persona en presentarse en el domicilio, situado en el segundo piso de la calle Alcalde Cancio Uribe.
Llegada de la Policía y emergencias sanitarias
Prácticamente de forma inmediata, se dio aviso a las policías local y nacional de Jaén, quienes se personaron ipso facto en el domicilio en el que había ocurrido el doble crimen, acompañados de un equipo de emergencias sanitarias que acudían con la intención de salvar la vida de los pequeños. Durante casi media hora, tanto los facultativos como el equipo que les acompañaba intentaron reanimar a los dos niños, sin obtener resultado alguno. Los pequeños habían fallecido a consecuencia de una parada cardiorrespiratoria provocada por la asfixia a la que los había sometido su propia madre. El drama estaba servido y en los aledaños del inmueble en el que se había producido el tétrico suceso se congregaban docenas de vecinos y curiosos que no salían de su asombro por lo ocurrido, al tiempo que la consternación y el dolor se iba extendiendo a lo largo y ancho de la «Capital mundial del aceite de oliva», aunque en esta ocasión no era precisamente el oleaginoso y prestigioso producto que le da renombre universal lo que la llevaba a las primeras páginas de los distintos diarios españoles.
Trasladada a la comisaría de Policía jiennense, entre sollozos Ruth Berbel haría unas farragosas declaraciones durante el interrogatorio al que fue sometida. Nada justificaba su execrable acción, pero ella se escudaba en que lo había hecho «porque no quería ver a sufrir a sus hijos en este mundo», que a ella no le gustaba y no era el lugar ideal para ellos. Una idea siempre rebatible difícilmente sustentable. Posteriormente, proseguiría con el relato de los hechos, dando cuenta de manera minuciosa de cómo había dado muerte a los dos niños, siendo ingresada en el calabozo hasta que pasó a disposición judicial.
Sentencia controvertida
Algo más de un año después del trágico episodio la Audiencia Provincial de Jaén acogería el juicio que se iba a seguir contra la parricida que había dado muerte a sus dos hijos en medio de una inusitada expectación. En el transcurso de la vista oral, Ruth Berbel se retractaría de su declaración hecha ante la Policía, escudándose en el hecho que en el día de autos se le había nublado la mente y no recordaba lo ocurrido, a pesar de la claridad de las evidencias que la incriminaban. No obstante, su relato de los hechos no fue creíble y el jurado encargado de emitir veredicto la consideraría culpable, argumentando que la asesina había actuado con alevosía y premeditación con el ánimo de dar muerte a sus pequeños para lo que había empleado un potente psicofármaco que anuló por completo su capacidad de defensa. Igualmente sostuvo que se encontraba en plenitud de sus facultades intelectivas y volitivas en el momento que cometió los dos crímenes.
La primera sentencia sería dura y concluyente, ya que condenaba a la mujer a 35 años de prisión, 17 años y seis meses por cada uno de los dos crímenes, acusada de dos delitos de asesinato. De la misma manera, debía indemnizar al padre de sus vástagos a la suma de 300.000 euros en concepto de responsabilidad civil, al tiempo que no podría acercarse a él durante los diez años siguientes a su salida en prisión, sin ni siquiera poder residir en las proximidades de su vivienda.
La eximente que había rechazado la Audiencia jiennense sería aceptada, sin embargo, por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) que se encargaría de enmendarle la plana. Esta instancia judicial rebajaría sustancialmente la pena a la que había sido condenada Ruth Berbel, que ahora vería reducida su condena a tan solo 20 años de cárcel. El alto tribunal andaluz estimó la eximente incompleta de alteración psíquica, un tecnicismo judicial que viene a significar algo así como que la mujer no se encontraba en sus cabales en el momento en el que había cometido el doble crimen.
Disgustado por la resolución del TSJA, el padre de las criaturas asesinadas, Álvaro Puertollano, recurría ante el Tribunal Supremo la rebaja de la condena. Sin embargo, el alto tribunal desestimaría su recurso al estimar que la madre que había asesinado a sus propios hijos sufría en aquel momento una «depresión melancólica», lo que según la Sala de lo Penal de la mayor magistratura de la nación afectaba a sus capacidades mentales que se encontraban alteradas en un 80 por ciento. Concluía así un proceso de un trágico acontecimiento que no dejó satisfecho a todo el mundo y es, hasta cierto punto, comprensible.
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