Dos muertos en la trayectoria de «El Lute», el célebre delincuente español del tardofranquismo
Probablemente ningún otro delincuente en la historia de España haya recibido tanta atención de los medios de comunicación como Eleuterio Sánchez, que pasaría a ser conocido como «El Lute». Su imagen terminaría convirtiéndose en el icono de toda una época y también de una España que ya no existe. El propio personaje se encargaría de mitificarla e, incluso, hasta de dulcificarla ofreciendo una perspectiva completamente distinta a la real, llegando al extremo de presentarse como una víctima del régimen político que imperó en España entre 1936 y 1975. Sin embargo, la realidad es tozuda y los hechos están ahí. El famoso delincuente, del que muchas personas llegaron a creer que podía ser un actor con el que distraer a la opinión pública, fue ni más menos que un malhechor que rehízo su vida después de llevar una existencia que estuvo marcada por el delito y el crimen. Su leyenda llegaría en plena Transición democrática española cuando él mismo, apoyado por algunos políticos de su tiempo, se encargaría de transmitir una imagen completamente distorsionada de la auténtica realidad en la que había vivido, que no era otra que el mundo de la delincuencia.
«El Lute» vino al mundo en una familia de mercheros, una clase marginal dedicada a la recogida de quincalla, en abril del año 1942, en el barrio de Pizarrales, en Salamanca. Su padre se encontraba en prisión por delitos contra la propiedad cuando nació. Su trayectoria en el mundo de la delincuencia se inicia en la década de los sesenta, cuando contaba poco más de veinte años de edad. Un suceso, que marcará profundamente su carrera delictiva, será el asalto a una joyería en la madrileña calle de Bravo Murillo el día 5 de mayo de 1965 a las dos y media de la tarde. En compañía de otros dos colegas, Raimundo Medrano y Juan José Aguado Benítez, robaron una moto, marca Montesa Impala. Al llegar al lugar de los hechos y al ver que el establecimiento estaba vigilado por un guarda, que se encontraba totalmente desarmado, arrojaron unas piedras contra el escaparate, practicando un método similar a lo que hoy en día conocemos como alunizaje. En ese momento consiguen provocar la reacción del guarda, aún así consiguen un botín de joyas y dinero que se aproxima a las 300.000 pesetas, todo un dineral para la época. En su huida, a bordo de la motocicleta que habían sustraído, disparan contra Tomás Ortiz Segres, de 66 años de edad, el guarda encargado de custodiar la joyería, quien muere a consecuencia de los disparos. Como consecuencia de esta acción, habrá una víctima colateral y completamente inocente, que es la niña Raquel Campiña, quien será alcanzada por una bala perdida provocándole también la muerte.
Eleuterio Sánchez siempre negó ser él quien disparó contra el hombre que falleció en este asalto, aunque uno de sus colegas sostuvo lo contrario. Nunca se esclareció quien había sido el autor de los tiros que terminaron con la vida del guarda de la joyería, quien ni siquiera portaba armas. Esta acción marcará un antes y un después en la vida de «El Lute», ofreciéndose de ella distintas versiones, en algunos casos hasta contradictorias.
Pena de muerte
Los tres asaltantes de la joyería madrileña serían detenidos y sentenciados a muerte en el transcurso de un juicio sumarísimo que se celebró en su contra apenas un mes después de que se hubiese producido el trágico suceso. Sin embargo, tanto «El Lute» como sus camaradas de correrías contarían con el beneplácito del indulto, ya que el Consejo de Ministros les concedería esta gracia después de que la hubiesen solicitado sus abogados defensores. Eleuterio Sánchez se declararía culpable en el proceso que se siguió en su contra, una táctica sin la cual muy probablemente hubiese terminado con sus huesos en el garrote vil. Es a partir de este instante cuando se inicia la leyenda del célebre «quinqui», apelativo con el que eran conocidos los delincuentes de la época. No van a escatimar páginas los distintos diarios y revistas del país con este personaje, que llegará a igualar en popularidad a futbolistas y cantantes de aquel tiempo.
Su primera «proeza» la protagonizará el día 5 de junio de 1966 cuando se fuga, esposado, saltando del tren correo Santander-Madrid, utilizando como escudo humano a un pequeño de doce años, a quien arrojó contra los dos agentes de la Guardia Civil que se encargaban de custodiarle. Su fuga será portada en todos los periódicos que hacen correr ríos de tinta ante un individuo a quien estaban convirtiendo en el enemigo público numero uno, mientras él utilizaría sus andanzas para fabricarse la falsa leyenda de perseguido político. La fuga tuvo lugar a la altura del municipio salmantino de Piñas de Campos. Los guardias que se encargaban de su custodia dispararon contra él en reiteradas ocasiones. En un principio llegó a transmitirse la confusa noticia de que «El Lute» había muerto en esta acción.
La Guardia Civil detendrá a Eleuterio Sánchez el día 14 del mismo mes en una dehesa de la Forfoleda, en la provincia de Salamanca, un territorio que conocía bastante bien. Algunas informaciones periodísticas señalaban que había cruzado el Canal de Castilla a nado, así como también que se había alimentado de verduras durante el tiempo que estuvo fugado, ofreciendo una lección de supervivencia. Su captura se convertiría de nuevo en un espectáculo siendo muchos los agricultores y campesinos de la zona que acudieron a verlo al cuartel de la Guardia Civil de la localidad en la que había sido apresado. Posteriormente, sería trasladado a la prisión provincial de Madrid, a la que era conducido en el momento de su huida después de haber estado internado en el penal de El Dueso.
Segunda fuga
Si fue espectacular la primera fuga, no lo será menos la segunda. Sucedió el primero de año de 1971. Aquel día, mientras muchos españoles se encontraban en familia o con amigos disfrutando de la Nochevieja para dar la bienvenida a una nueva década, Eleuterio Sánchez quien había nacido para ser libre se negaba a vivir el resto de su vida entre rejas. La pena accesoria que le había sido impuesta ascendía a 30 años de cárcel era demasiado tiempo y el era muy joven. Deseaba proseguir con su escalada delincuencial a toda costa, independientemente del sacrificio que hubiese que hacer para ello. Esa madrugada mientras España entera estrenaba en medio del estruendo de jolgorio, petardos y una incontenida alegría un nuevo año, en el Penal de Santa María, en Cádiz, un pequeño grupo de cinco presos intentaba reventar las cadenas que le privaban de su ansiada libertad. El método empleado para burlar los muros de la prisión fue el de hacer un butrón para el que se habían aprovisionado de elementos, tales como una barra de hierro, un cincel y algunas sábanas.
El objetivo de huir se vio frustrado por la rotura de unos cristales que provocaron un gran estruendo que alertaron al guardia que se encontraba en una garita leyendo el periódico. Inmediatamente se montó un dispositivo para impedir la huida. Cuatro de los cinco presos desisten de su intento al sentirse descubierto, pero «El Lute», ansioso de recobrar su libertad, alcanza el gran objetivo, a pesar de los disparos que efectúan los agentes de la Guardia Civil. Si legendaria había sido su primera fuga, mucho más lo será esta segunda, pues la prisión en la que había sido internado estaba considerada de máxima seguridad. Comienzan de nuevo a verterse ríos de tinta en torno al célebre delincuente que aparece más en la prensa y televisión de la época que el mismo Jefe del Estado. Los medios de la época lo bautizan como «El fugista«, en alusión a su capacidad para evadirse de las cárceles y de las fuerzas de seguridad del Estado. Sin lugar a dudas se convierte en un verdadero ídolo para otros de su casta, que ven en él a un auténtico líder, a lo que se añade un carisma que el sabría aprovechar muy bien en años posteriores para acrecentar su leyenda cuando ya se encontraba reinsertado socialmente y la delincuencia formaba parte de su historia personal.
A diferencia de lo que había ocurrido en la primera ocasión, en la que su fuga resultó efímera, en esta segunda ocasión llegará a burlar varias veces el cerco policial. Su fotografía se había distribuido por todos los rincones de España, siendo muchas las falsas alarmas que se dan en torno a su presencia en distintos puntos de la geografía española. La prensa de los setenta se ocupa constantemente de sus andanzas en las páginas de sucesos, incluso de su propia vida personal, al igual que si fuese una socialité de su tiempo.
Sus últimas correrías terminarán en los primeros días de mayo de 1973 cuando es detenido en Sevilla. La importancia del personaje lo revela el hecho de que sus declaraciones en comisaría se trasladarán a la prensa. «Ya me encontraba cansado» publican los distintos diarios y revistas de aquel tiempo, que incluso dan cuenta de su matrimonio con «La Frasquita». El único canal de televisión de aquella época también dedicará amplios espacios y reportajes al ya afamado delincuente, cuya imagen trasciende incluso las fronteras españolas.
En 1978 se encontrará por última vez ante la Justicia, siendo su abogado defensor el político vasco Juan María Bandrés. La fiscalía solicitaba tanto para él como sus hermanos la escalofriante cifra de 3.300 años de cárcel por diversos delitos, aunque será finalmente indultado por el Consejo de Ministros en el año 1981, quedando libre de todo cargo.
La leyenda
No cabe ninguna duda que «El Lute» supo explotar como pocos el personaje que se había creado en torno a su figura a lo largo del último tercio del franquismo, a partir del año 1965. No solo publicaría libros y sería objeto de películas, muchos reportajes e incluso de una canción a cargo del célebre grupo «Boney M», sino que trató de presentarse ante la sociedad española como un perseguido político por el anterior régimen, cuando lo que realmente había sido era un vulgar delincuente en cuyo currículum figuran hasta dos muertos por mucho que le pese a Eleuterio Sánchez Rodríguez. Este individuo debió más su fama al propio sistema político, del que se dijo que se había aprovechado de su figura para distraer a la opinión pública, que a sus capacidades personales. En la cárcel había coincido con el profesor Enrique Tierno Galván, quien le ayudó dándole algunas instrucciones sobre jurisprudencia, amén de enseñarle a leer y a escribir, pero tampoco fue la prisión precisamente su escuela, pues en su estancia entre sus muros solo buscaba la huida para regresar a sus andanzas.
Probablemente con la madurez que dan los años, el personaje rehízo su vida, pero aprovechándose de su anterior carrera delictiva, muy fructífera en la primera mitad de la década de los sesenta. Se convertiría también en un afamado conferenciante, dando lecciones sobre comportamiento a delincuentes convictos, al tiempo que pretendía blanquear su trayectoria y exculpándose de las dos muertes que dejó en su camino, cuando no echándole la culpa a los otros dos colegas en un suceso que jamás estuvo claro.
De sus andanzas y su popularidad también se haría eco el séptimo arte. En 1987 el director de cine Vicente Aranda lo llevaría a la gran pantalla en la película «Camina o revienta», que le proporcionaría pingües beneficios a Eleuterio Sánchez, quien aprovechaba en todo instante la eclosión de su personaje forjado en décadas anteriores. Sin embargo, el contrapunto vendría dado por algunas informaciones y reportajes, debidamente contrastados, que desmitificaban al personaje, entre ellas la revista «Interviu», quien haciendo un juego de palabras en alusión al filme que de alguna manera lo ensalzaba titulaba uno de sus reportajes «El Lute: miente o revienta». En el mismo se desmitificaban muchos aspectos de su vida, entre otros se negaba que el célebre delincuente hubiese concluido sus estudios de derecho, así como también daba cuenta de los muchos delitos que había cometido, así como de las patrañas que había inventado para convertirse en un personaje de leyenda.
Alejado ya de cualquier foco mediático, en el año 2006 Eleuterio Sánchez tuvo un último encuentro con la Justicia. En esta ocasión había sido acusado por malos tratos por su ex-pareja, circunstancia que el mismo se encargaría de negar. Dos años más tarde sería absuelto de esta acusación, aunque en primera instancia un juez le había decretado una orden de alejamiento de la mujer con la que había convivido.
Pasados los años y haciendo una reflexión seria y concisa, el personaje que se creó en torno al último delincuente célebre forjado durante el último decenio de la dictadura franquista, cada cual es libre de sacar sus propias conclusiones, pero lo cierto es que este individuo convertido en un personaje de leyenda tiene el mérito de haberse reinsertado cuando había nacido para ser carne de cañón. No obstante, tampoco es una personalidad que ofrezca atractivo alguno, salvo esa misma capacidad, además de las muchas polémicas que le han perseguido a lo largo de su vida, que no han sido pocas. Lo que no cabe ninguna duda es que fue fruto de la amplia carrera delictiva y de una excesiva atención por parte de los medios de comunicación en el último lustro del anterior régimen político, ya que gracias a él estaba asegurada la página de sucesos del día en un tiempo en el que no se podía dar cuenta de asuntos que verdaderamente interesaban a la ciudadanía, entre ellos su propia seguridad o el coste de la vida. Que mejor que echar mano de un señor que era un consumado experto en fugarse de las cárceles, sin olvidar que en su trayectoria quedaron dos vidas humanas, entre ellas la de una niña de siete años.
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