Un adolescente asesina a una joven de 16 años en Santa Cristina de Corça (Girona)

No cabe ninguna duda que cuando un suceso está protagonizado por un menor produce un cierto repelús, pero cuando es autor de un crimen parece como si se nos nublara la vista y pasamos a la lógica desazón que conducen a un panorama grotesco y terrible. A nadie se le escapa la pregunta de cómo pudo haber llegado hasta ese extremo y cuáles fueron las circunstancias que le condujeron hasta ese terrible socavón humano que representa el hecho de arrebatar la vida a un semejante, independientemente de las causas del hecho luctuoso.
Este suceso, ocurrido el 25 de noviembre de 1987, el protagonista no es un solo menor, sino dos, tanto la propia víctima como su agresor. Por si ello no fuese suficiente, ambos residían en la misma localidad y eran convecinos puerta con puerta, pues vivían en casas que se encontraban de frente una a la otra. Además, la forma de actuar del precoz asesino, Antonio G.M., conocido como «Pitonio» fue similar a la de cualquier criminal adulto. Se cubrió las espaldas hasta el último instante cuando fue detenido por los agentes de la Benemérita.
Los hechos ocurrieron en la noche de aquel día otoñal cuando la joven de 16 años Carmen Alcalá Bejarano-Avalos regresaba a bordo de su ciclomotor Vespino de color negro a su domicilio desde La Bisbal hasta Santa Cristina de Corça, un pequeño municipio de algo más de un millar de habitantes situado en el Bajo Ampurdám, al este de la provincia de Girona. La muchacha, que estudiaba segundo de bachillerato en un instituo de La Bisbal, volvía a su casa después de haber entrenado con el grupo de compañeras que componían el equipo de baloncesto en el que jugaba desde hacía ya siete años. Sin embargo, para desgracia suya y de su familia, jamás llegaría a su destino. La mala suerte haría que a tan solo 50 metros de su vivienda se cruzase con ella un chaval de quince años, quien -según las pesquisas de la Guardia Civil- pretendió violarla, pero se encontró con una resistencia atroz. En vista de que no logró su objetivo «Pitonio» tomó una piedra de considerables dimensiones con la que le aplastó la cabeza. Antes de morir su agresor pudo comprobar como todavía expulsaba espuma por la boca, por lo que decidió rematar su trabajo con el mismo arma que había empleado. Posteriormente, desnudaría el cadáver de su víctima, aunque, según el Gobierno Civil de Girona no llegaría a consumarse la violación.
Búsqueda
La familia de Carmen Alcalá denunciaría su desparición ante la comandancia de la Guardia Civil de La Bisbal, pues no era normal que a las once de la noche la única mujer de una prole compuesta por seis vástagos no estuviese en su casa. Fue entonces cuando se montó un operativo destinado a saber lo que le había ocurrido a la joven en el anochecer de aquel día de otoño. Será aquí cuando intervenga de nuevo la figura de su verdugo, pues era amigo de uno de los hermanos de su víctima, que respondía al nombre de Bernabé. Durante gran parte del dispositivo acompañará a este último. Incluso acudió con él en el coche de este último hasta La Bisbal, para lo que tomaron la carretera comarcal C-225.
El cadáver de la joven aparecería en torno a las once de la mañana del día siguiente de su desparición, en un paraje situado a menos de medio centenar de metros de donde vivía. Presentaba un aspecto dantesco, encontrándose prácticamente irreconocible a consecuencia de los brutales golpes que había sufrido por parte de su agresor, además de encontrarse desnuda de cintura para arriba. A su lado se encontró el ciclomotor en el que habitualmente se desplazaba desde Santa Cristina de Corça hasta La Bisbal, así como unos guantes negros, que resultarían claves a a la hora de esclarecer el trágico suceso. Además, según un familiar de esta última, había sufrido algunas quemaduras que posiblemente habían sido provocadas con un cigarrillo.
Detención
Apenas tres horas después de hallarse el cuerpo sin vida de Carmen Alcalá, en torno a la una de la tarde del día 26 de noviembre de 1987 era detenido un adolescente que vivía frente a la casa de la joven asesinada. Se trataba de Antonio G.M., de quince años de edad, conocido familiarmente como «Pitonio», quien trabajaba en un taller de chapistería de Serra de Daró. Nada más ser detenido el rapaz se derrumbaría y confesaría el crimen ante los agentes de la comandancia de la Guardia Civil de La Bisbal. Eran muchas las pruebas que existían en su contra, entre ellos los famosos guantes hallados junto al cadáver de la joven a la que él mismo le había dado muerte. Asimismo, algunos vecinos de la zona declararían también que en la tarde de autos había sido visto a bordo de su motocicleta por el lugar donde se produjo el macabro suceso.
En el domicilio del incriminado se hallarían también algunas prendas en las que se encontraron restos de sangre y también biológicos que pertenencían a la víctima, quien sería enterrada al día siguiente en una gran manifestación de duelo que sacudió profundamente al instituto en que estudiaba, donde era muy querida y apreciada por sus compañeros, así como también por el equipo de baloncesto en el que jugaba desde que era una niña.
Una vez que fue incriminado, al ser menor de edad, pasaría a disposición del Tribunal Tutelar de Menores de Girona. Al tener menos de 18 años el muchacho sería ingresado en un centro de menores de Cataluña en el que cumplió la pena que le fue impuesta por un crimen que provocaría la consternación y el espanto de muchos gerundenses y por extensión también de muchos catalanes, que no llegaban a creerse que un muchacho que era prácticamente un niño pudiese acometer una fechoría de tal calibre.
Como consecuencia de este suceso, la familia de «Pitonio» se marcharía desde Santa Cristina de Corça hasta Barcelona, tras llegar a un acuerdo con el cabeza de familia, las autoridades muncipales y la empresa en la que trabajaba el padre del precoz criminal, dado que ambas vivían prácticamente enfrente una de la otra.
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