Un guardia civil se suicida tras asesinar a tres mujeres en Torredelcampo (Jaén)
Hacía justo un mes por aquel entonces, en septiembre del año 2001, que Miguel Ángel de la Rosa, de 27 años y su novia María José Moral Miranda, de 24, habían roto una larga e intensa relación para la que incluso se había fijado la fecha de la boda. Sin embargo él, que era agente de la Guardia Civil destinado en el cuartel navarro de Elizondo, no fue capaz de superar el trauma que significó aquella ruptura, que él mismo achacaba a la madre y la hermana de quien era su prometida. Esta última, a decir de sus amigas y conocidas, se habría negado a desplazarse a tierras navarras, influida -según el autor del triple crimen y posterior suicidio- por su progenitora y su hermana. De todas maneras, nunca se sabrá a ciencia cierta que había de verdad en todo ello. Lo único que ha quedado reflejado fueron unos días de terror y zozobra que conmovieron y consternaron a una idílica localidad, Torredelcampo, situada a 20 kilómetros al oeste de Jaén justo el año en que nacía un nuevo siglo.
Todos los vecinos y otras personas consultadas por los medios de comunicación de la época coincidían en señalar que quel día Miguel Ángel «entró a matar», sin importarle los medios que habría de usar para alcanzar tan macabro y obsceno objetivo. Alrededor de las dos de la tarde del día 21 de septiembre de 2001 el agente de la Guardía Civil entró provisto de su arma reglamentaria, además de una segunda hallada en uno de sus bolsillos que no llegó a usar, en la vivienda unifamiliar de los padres de su ya ex-novia. Sin pensárselo dos veces inició una brutal y dantesca orgía de sangre a su paso que causaría el horror de todo un vecindario que jamás en su historia recordaba un hecho tan sanguinario y cruel. La casa se hallaba situada en la carretera que comunica el santuario de Santa Ana y Torredelcampo y en ese momento se encontraban tres mujeres en su interior, una de ellas, María Luisa Moral Miranda, de 24 años, tuvo la fatal desgracia de hallarse en la casa paterna de visita en el momento menos apropiado, junto a su niño, de tan solo 18 meses, el único que sobrevivió al terror sembrado por Miguel Angel, y que fue encontrado refugiado bajo una mesa.
En muy poco tiempo, el guardia civil provocaría una tragedia que horrorizaría a todo aquel entorno y a Andalucía entera. Empleó muy pocas balas para ello, pues únicamente una de las víctimas, María Dolores Miranda, de 45 años, la madre de su novia, presentaba más de un tiro. A ella le había disparado en dos ocasiones. Tanto a su novia, María José como a la hermana de esta, María Luisa, les bastó un solo disparo para terminar con sus respectivas vidas. Los cuerpos de estas últimas serían encontrados en un pasillo de la casa, en tanto que el de su progenitora yacía en el salón en medio de un gran charco de sangre.
Suicidio
Una vez que hubo acabado con la vida de las tres mujeres, Miguel Ángel de la Rosa terminaría con la suya disparándose un tiro en la cabeza. Su cuerpo quedaría en el quicio de la puerta, llamando la atención de uno de los vecinos de la zona, pues observaba claramente que se encontraba tendido en el suelo. Esta misma persona, que había escuchado las detonaciones de los disparos efectuados por el agente de la Guardia Civil y que en un principio atribuyó a petardos y fuegos de artificio, fue quien descubrió la horrorosa tragedia que sacudiría a Torredelcampo al comienzo del otoño del año 2001.
El autor de la horrible matanza, natural del vecino municipio de Alcaudete y que estaba disfrutando de un periodo vacacional, estaba considerado como un agente ejemplar y no había sido sancionado en ninguna ocasión. Tampoco se sabía que tuviese ningún tipo de problema o conflicto, estando considerado una persona normal. Únicamente las amigas de su novia le reprochaban el hecho de que, al parecer, fuese un hombre un tanto celoso que exigía a su novia que no emplease atuendos o vestimentas que él consideraba provocativos. No obstante, nadie se podía imaginar que aquel joven de 27 años fuese a perpetrar un hecho como el que finalmente se terminaría consumando.
En el momento de producirse la gran tragedia, el esposo y padre de las dos víctimas, un hombre de 50 años, que poseía una empresa de construcción, se encontraba desplazado por la zona de la Costa del Sol por motivos laborales. Le acompañaban el marido de su hija asesinada, cuyo hijo sobrevivió tal vez milagrosamente a la matanza, y otro de sus hijos, quienes al conocer el desgraciado suceso, tuvieron que regresar a Torredelcampo, un pueblo que asistía impotente a un terrible acontecimiento que los situaba en la primera página de los distintos periódicos.
Al entierro de las tres víctimas del furor desencadenado por el guardia civil asistieron más de 2.000 personas, que querían arropar así a la familia que se había visto golpeada por una tragedia como jamás se recordaba en este municipio andaluz. En el camposanto en el que fueron sepultadas las tres mujeres se vivieron escenas de dolor, rabia y consternación por un hecho al que nadie hallaba explicación. Tampoco la madre del asesino y suicida daba crédito a lo ocurrido. Cuando recibió sepultura, de la boca de su propia progenitora se escuchó una dolorosa expresión que lo encierra todo: «Hijo mío, con lo bueno que has sido, como has hecho algo tan malo». Razón no le faltaba a una pobre madre que también sintió que se desgarraba su propia vida con un suceso que jamás se olvidará.
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