Dos cadáveres que nunca aparecieron en el misterioso doble crimen del bar «Snoopy» de Barcelona
En diciembre del año 1993 se produjeron dos misteriosas desapariciones en la Ciudad Condal que pusieron en el punto de mira a un ex-policía, José Gilart Navarra, quien había sido expulsado del cuerpo a raíz de los numerosos expedientes que había ido acumulando, consecuencia de las irregularidades que había cometido en su trayectoria en el instituto armado. Era un hombre de armas tomar, con carácter y capaz de hacer cualquier cosa. A ello se sumaba el hecho que de que era cinturón negro de Taekwondo a lo que se añadía su forma de ser, fría y calculadora. Además de regentar el bar «Snoopy» en la capital catalana, se dedicaba a otros turbios asuntos entre los que no faltaban nin el tráfico de drogas ni tampoco la compra venta de diversos artículos robados. Una verdadera prenda que terminaría muy mal sus últimos días.
La primera persona que desapareció de forma misteriosa fue Clemente Viñas Montblanch, el propietario del local en el que se encontraba situado el bar que el antiguo policía regentaba. Al parecer, su desaparición se produjo después de que le reclamase por enésima vez las elevadas cantidades de dinero que le adeudaba en concepto de renta. Por las mismas fechas desaparecería también un funcionario de la Seguridad Social, Francisco Sáenz Martínez, quien trabajaba en la unidad ejecutiva del Paralelo de Barcelona. Este último era el encargado de reclamarle las importantes sumas de dinero que le adeudaba al organismo en que prestaba sus servicios, pues también era un consumado moroso.
En enero de 1994, apenas un mes después de las dos misteriosas desapariciones, los investigadores del caso ponen en su punto de mira a Gilart Navarra, pues son conocedores de su carácter y también de sus presuntas artimañas, debido al historial que ha dejado en su paso por el Cuerpo Nacional de Policía. La Guardia Civil se dirigió, en primer lugar, al sótano del bar que regentaba, acompañados de perros adiestrados. Allí encontrarían algunos rastros de sangre, pruebas que le incriminaban en las dos desapariciones nunca aclaradas. A raíz de ello, el ex-agente sería detenido y pasaría un fin de semana en el calabozo.
Grabación
En su breve estancia en el calabozo un agente de la Guardia Civil le llegó a grabar cuando reconoció que había asesinado y descuartizado a los dos desaparecidos. Posteriormente, habría arrojado sus restos a la basura. Sin embargo, a la hora de la verdad se desdijo de su declaración y la misma no fue estimada ya que no contaba con autorización policial ni tampoco estaba presente su abogado defensor. Desde entonces, Gilart Navarra, hombre rudo y de carácter fuerte, no volvería a bajar la guardia y no haría nuevas declaraciones en ese sentido.
El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional hallaría también en el mismo sótano en el que supuestamente se produjeron ambos asesinatos un documento falso de compraventa, así como facturas falsificadas con las que presuntamente el único detenido por las dos desapariciones pretendía aparentar que había adquirido el local en propiedad el bar que regentaba, así como que había satisfecho también sus deudas con la Tesorería.
El ex-policía sería juzgado en la Audiencia Provincial de Barcelona en el mes de julio del año 1995. En una más que polémica sentencia, el único encausado por los dos presuntos crímenes del bar «Snoopy» saldría absuelto de todo cargo. El fiscal solicitaba para el acusado una condena de 71 años de cárcel. Aunque se le imputaban otros delitos, también conseguiría el beneplácito de los tribunales. La resolución judicial, en la que a lo largo de más de 1.300 líneas no hay un solo punto y seguido o aparte, estaba plagada de innumerables tecnicismos y obedecía a un lenguaje críptico y farragoso difícilmente inteligible para el común de los mortales. Así, se pueden leer, entre otras expresiones «anulaciones humanas» para referirse a ambas muertes; «materia canalicular» o «fundamentación metajurídica». Los familiares de las víctimas quedaron estupefactos a raíz de la sentencia, por lo que recurrirían a instancias superiores.
En el verano del año 1999 el Tribunal Supremo ordenó la repetición del juicio, anulando la sentencia que había dictado la Audiencia Provincial de Barcelona cuatro años antes. La alta magistratura basaba su decisión en el hecho en que no había observado ninguna irregularidad en la recogida de los restos de sangre en el sótano en el que presuntamente se habían producido ambos asesinatos. El juez que presidió la sala que absolvió a José Gilart Navarra, Santiago Raposo sería inhabilitado durante diez años en 2002 por un delito de prevaricación en relación con quien fuera presidente de la sociedad Casinos de Cataluña, Jaume Sentís.
Muerte de José Gilart Navarra
Debido a los turbios negocios en los que se encontraba involucrado, el único acusado por el doble crimen de invierno de 1993 moriría en el año 2000 cuando contaba 42 años de edad, sin que diese tiempo a repetirse el juicio que tenía pendiente. La causa de su deceso fueron las graves heridas que le provocó un sicario hispanocolombiano, quien le disparó a quemarropa en el nuevo bar que regentaba en la Granja Andina, entrándole el tiro por la nuca, seccionándole la médula espinal y saliéndole por un ojo. A consecuencia de este hecho, Gilart Navarra quedaría postrado en una silla de ruedas y en estado prácticamente vegetativo, sin siquiera poder hablar.
El autor del disparo que terminaría ocasionándole la muerte al ex policía era un sicario, con doble nacionalidad española y colombiana. Sobre las circunstancias que le indujeron a esta acción se barajaron muchas hipótesis. Desde un posible ajuste de cuentas por narcotráfico a un posible encargo. Dino Marcelo Miller, que así se llamaba su verdugo, jamás confesó el verdadero motivo por el que había disparado contra José Gilart Navarra y sería condenado a un total de 60 años de cárcel, pues estaba acusado de haber perpetrado otros dos crímenes.
Con la muerte del único encausado por el doble crimen del bar «Snoopy» se cerraba cualquier posibilidad de esclarecer los asesinatos de Clemente Viñas Montblanch y Francisco Sáenz Martínez. De la misma forma, sus cuerpos no serían recuperados por sus respectivas familias y no podrían darles la ansiada sepultura digna que siempre se desea. El caso pasaría a engrosar la lista de acontecimientos trágicos no resueltos que pueblan las comisarías y juzgados de toda España.
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