Asesina a una pareja de novios en Ciudad Real y después se suicida

Parque de la Atalaya en Ciudad Real, donde sucedió en trágico acontecimiento

Ciudad Real, noble y hermosa urbe española donde las haya, se sobresaltaría aquel día de primavera del año 1987. Era el día 21 de abril y nada hacía presagiar que se fuese a escribir una de sus más negras páginas de su historia más reciente. La historia comienza con un padre alarmado por la ausencia de su hija, María del Mar Perales Serrano, una joven de 20 años, quien denuncia ante la Policía local ciudadrealeña la desaparición de su hija, pues le resulta muy extraño que un día normal de la semana no llegase a casa cuando ya se adentraba en la madrugada.

Los agentes se ponen manos a la obra y se dirigen en búsqueda de la joven, quien en ese momento mantiene una relación formal con un muchacho tan solo un año mayor que ella, Alfredo Lozano Galbán. El lugar al que se dirigieron las fuerzas del orden fue al Parque de la Atalaya, pues es un paraje bastante reservado y al que acudían con frecuencia parejas de novios en busca de intimidad. El panorama con el que se encontrarían sería dantesco y desolador. Avistaron dos vehículos, que estaban distantes entre sí poco más de veinte metros. Eran un Citroën Visa y un SEAT 850. El primero de ellos pertenecía a la joven pareja, en tanto que el segundo era propiedad de un policía nacional que llevaba siete años destinado en Ciudad Real, Isidro Mejías, de 32 años, casado y padre de dos hijos.

En el interior de ambos vehículos encontrarían a sus ocupantes muertos por disparos de arma corta. En el Citroën Visa fue hallado en el asiento del conductor el cadáver de Alfredo Lozano, que presentaba sendos disparos en un ojo y en el cuello. Mientras que su novia, María del Mar Perales, estaba literalmente acribillada a tiros, pues su cuerpo presentaba cuatro impactos de bala. Dos en las manos y otros dos más a la altura del pecho. Sin embargo, el cuerpo sin vida de quien fuera agente de la Policía Nacional, que también estaba sobre el asiento del conductor, había recibido un único tiro en la sien. La deducción a la que llegaron era que se encontraban ante un doble crimen y posterior suicidio del autor de los dos asesinatos.

El crimen habría sido cometido con el arma reglamentaria del Policía, quien se habría aprovisionado de munición suficiente aquella misma mañana en la Comisaría de Ciudad Real. En su vehículo se hallaría una caja con varios proyectiles y el cargador de la pistola, con la que también pondría fin a su vida, ya no quedaba ninguna bala más. Además de la lógica conmoción y consternación que reinaría en el ambiente de la capital manchega, también causaría una extraordinaria sorpresa, pues nadie consideraba a Isidro Mejías capaz de llevar a cabo un acto de las características como el que tuvo lugar el 21 de abril de 1987.

En el parque de la Atalaya se descubriría una pequeña placa en memoria de las víctimas de este trágico episodio, que quebraría la habitual tranquilidad que se vivía en Ciudad Real y el lugar, un precioso paraje, quedaría para siempre marcado y hasta estigmatizado por el desgraciado episodio que se vivió en la lluviosa primavera de hace ya más de treinta años.

¿Porqué lo hizo?

Esa era la pregunta que se hicieron muchos habitantes de Ciudad Real durante largo tiempo. ¿Qué motivos empujaron a Isidro Mejías a terminar con la vida de dos personas a quienes ni siquiera conocía? Los padres de ambos jóvenes tampoco conocían al funcionario de Policía. En un principio se habló de un posible crimen pasional, pero enseguida se descartó que el autor del crimen mantuviese relación alguna con la joven asesinada, como se encargarían de divulgar algunos medios de comunicación. Es más, allegados a Isidro manifestarían que era un hombre muy enamorado de su mujer, con la que se le veía a menudo en todos los actos en que tomaba parte.

Otra hipótesis que tomaría fuerza era la de la presunta depresión que estaría atravesando el agente de Policía y de la que no se habría recuperado. Todo indicaba que Isidro Mejías había planificado minuciosamente su suicidio y que se encontraba ante un grado elevado de frustración personal que procuraba disimular ante sus amigos y conocidos. Según algunos estudios de este suceso, el policía decidió acabar con su vida aquel día de primavera en el lugar que previamente había elegido y, tal vez víctima de su estado personal de desasosiego comenzaría a disparar a diestro y siniestro contra todo lo que se encontró por delante. Aún así, había algún dato que llamaba la atención de los investigadores, pues el coche en el que se encontraban los dos jóvenes asesinados se encontraba con las puertas cerradas con el seguro, lo que les llevó a suponer que se habrían percatado del peligro que corrían, pero su agresor decidió dispararles por el cristal delantero del vehículo a fin de terminar con sus vidas.

Como cualquier trágico suceso de esta índole, son muchos los interrogantes que se siguen planteando más de treinta años después del asesinato de una joven pareja, muy querida por sus vecinos de Ciudad Real, y que un día de primavera de 1987 vio abruptamente truncada su existencia por la irrupción en sus vidas de una mente que supuestamente se encontraba en estado de enajenación y delirio, mientras ellos tuvieron la enorme desgracia de hallarse en el lugar equivocado. Por desgracia no han sido las únicas víctimas de circunstancias similares que se han reproducido a lo largo y ancho de toda la geografía española.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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