Un hombre asesina a dos adultos y a un niño en una pedanía de Valencia
Era, hasta ese momento, una persona cordial, amigable y hasta simpático, que saludaba siempre atentamente a sus vecinos. Aficionado al deporte y fumador, pero que mostraba poco interés por las redes sociales y las nuevas tecnologías. Había sido padre recientemente por aquel entonces de una niña de siete meses, fruto de la relación con la mujer con la que se había casado y con la que había mantenido un prolongado noviazgo. Había trabajado en una empresa de pompas fúnebres, aunque ahora lo hacía en una fábrica de cintas aislantes. Nadie podía esperar que Juan Francisco Planells, un joven de 33 años, llegase a cometer el que hasta ahora es el crimen más horrendo y horrible de Valencia en lo que va de siglo. El móvil de aquel triple crimen nunca estuvo claro, aunque se achacó a que el autor de la matanza había consumido un gramo de cocaína y había tomado varias cervezas.
En aquella jornada aciaga del 28 de octubre de 2011 Juan Francisco Planells había frecuentado varios bares de su barrio, en los que además de consumir algunas «birras», había introducido unas monedas en una máquina tragaperras de uno de los establecimientos de hostelería que frecuentó, en los que además había adquirido también una cajetilla de tabaco. Parecía un día normal de otoño en el que los rayos de sol ya había desaparecido, pues eran ya las nueve de la noche cuando el aquel joven de aspecto apacible se dirigió a su casa para armarse con un cuchillo de de cocina que escondió debajo de una prenda de ropa. En ese momento quizás su mente estuviese ya encenagada de oscuros pensamientos que le llevarían a perpetrar una verdadera masacre, y que quedaría para siempre impregnada en la memoria colectiva de los vecinos de la pedanía de El Castellar-Oliveral, al sur de la capital del Turia.
Armado con aquel cuchillo se dirigió al segundo piso del inmueble en el que residía, el primer número de la calle Poetisa Leonor Paredes. En aquel domicilio residía el matrimonio formado por José Ramón Julián, de 50 años, su esposa María Dolores Vila, de edad similar y su hijo, Héctor, un crío de tan solo 13 años de edad. Fue precisamente este último quien abrió la puerta al hombre que acabaría con su vida. Prácticamente, sin intercambiar una sola palabra, el chaval recibió tres puñaladas en el costado que terminaron con su corta vida en el acto. Era la primera de las tres víctimas mortales que Planells dejaría en aquel domicilio.
Ante los gritos de auxilio proferidos por el benjamín de aquella casa acudieron sus padres con intención de socorrerlo. Sin embargo, el criminal, presa de su propia exaltación, inferiría hasta diez puñaladas a José Ramón Julián, que se convertía en su segunda víctima, ensañándose con el hombre de una manera muy despiadada. Su esposa, María Dolores Vila también resultaría herida en el abdomen y el tórax. Al escándalo generado por la irrupción violenta de Planells tampoco fue ajena Carmen Domingo, de 78 años, quien sería la última víctima mortal de aquella orgía sangrienta desatada por un hombre que no se sabe muy bien lo que pretendía. A esta última le clavaría el cuchillo en el pecho.
Alarma vecinal y detención
Los vecinos que se encontraban en ese momento en el inmueble permanecían encerrados y aterrados en sus propios domicilios, conscientes de que se estaba produciendo un brutal acto sanguinario y que ellos podrían correr la misma suerte que los del segundo. Cuando la situación parecía que se calmaba, salió un residente al exterior, Vicente S.C., que estuvo a punto de convertirse en su cuarta víctima. Planells lo atacó por la espalda, provocándole heridas de consideración.
Uno de los moradores de una de las viviendas de la finca se acordó de que un vecino próximo era un policía local, miembro de la brigada especializada de los Grupos Operativos Especiales de Seguridad (GOES), la única persona que podría encararse con cierto éxito ante una persona que estaba actuando de una forma jamás imaginada. Una vecina, que salió a la puerta despavorida por el terror que había desatado un hombre aparentemente normal, le advirtió al agente que «Hay muertos, muchos muertos». Enseguida se encontró al triple homicida en un rellano de la escaleras y le dio el alto y lo mandó arrodillarse. Juan Francisco Planells no opuso resistencia ante su captor, quien lo inmovilizó y avisó a sus compañeros, quienes enseguida llegaron con una dotación para auxiliar al vecindario, que se encontraba aterrorizado por un suceso que jamás podrían haber imaginado que llegase a ocurrir en una pacífica y tranquila barriada valenciana.
A pesar de que les manifestó que «no había hecho nada», le delataba el estado de enajenación en que se encontraba, y que se reflejaba en su mirada. A ello se sumaba el hecho de que sus ropas estaban completamente empapadas de la sangre de sus tres víctimas, que muy bien pudieron llegar a ser cinco.Tras pasar a disposición judicial, el juez ordenaría el ingreso en prisión de Juan Francisco Planells, quien -según los informes practicados por los psiquiatras forenses que le atendieron- no sufría ningún trastorno o patología mental, que hubiesen influido a la hora de perpetrar una masacre que consternaría profundamente a la capital levantina y por extensión a toda la Comunidad Valenciana.
69 años de cárcel
En medio de una gran expectación, lógica por otra parte, a lo que se sumaba una contenida tensión, durante varios días del mes de julio de 2013 se desarrollaría en la ciudad del Turia el juicio por el triple crimen de El Castellar-Oliveral. El autor de la masacre basaría su táctica defensiva en recuerdos selectivos del día de autos, declarando que no recordaban haber dado muerte a un menor ni tampoco a otra persona, circunstancia esta que los magistrados reflejarían en la sentencia. Su abogado defensor solicitaría la libre absolución, amparándose en que Planells «había consumido un gramo de cocaína y había bebido bastante alcohol». Sin embargo, el Tribunal no tuvo en cuenta este hecho, que tan solo actuaría como atenuante y no como eximente. Entendía la defensa del criminal que su patrocinado se encontraba «enajenado» el día en que cometió el triple crimen.
Finalmente, Juan Francisco Planells sería condenado a un total de 69 años de cárcel, acusado de tres delitos de asesinato y otros dos en grado de tentativa. La responsabilidad civil a la que debía de hacer de frente, en concepto de indemnización para los familiares de sus víctimas, quedaba cifrada en 900.000 euros.
El triple criminal de El Castellar-Oliveral recurriría la sentencia ante el Tribunal Supremo, quien, en enero de 2014, ratificaría la emitida por la Audiencia Provincial de Valencia, en julio del año anterior. Con este último trámite se daba por zanjado uno de los capítulos más tenebrosos de la historia reciente de la capital levantina.
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