El crimen de las quinielas
Era la década de los cincuenta todavía una época de penurias y privaciones para muchos españoles que no terminaban de salir de una Posguerra que parecía eternizarse. Para sobrevivir cualquier cosa o ardid valía, pues de eso se trataba. Había quien probaba suerte en los escasos juegos de azar que existían, entre los que sobresalían las quinielas, la mejor forma de hacerse millonario de la noche a la mañana. Uno de esos hombres al que le encantaban estas apuestas era un joven murciano, que se llamaba Julio López Guixot, quien además aseguraba entre sus amigos y conocidos que conocía la fórmula perfecta para ganar importantes premios. Lo más seguro, a tenor de lo que se ha podido deducir, es que aquel hombres, un verdadero embaucador, fuese ya una víctima de la ludopatía, en un tiempo en el que apenas se estudiaban los fenómenos psicológicos que afectan al ser humano.
Julio López, que era hijo de madre soltera, era un hombre que ansiaba el triunfo y el éxito fácil en la vida, llegando a rodearse de una pequeña legión de admiradores, entre los que se encontraba José Segarra, un joven empleado de banca que trabajaba en Elche, localidad en la que se había instalado el protagonista de esta historia después de haber cumplido el servicio militar en África. Previamente, había sido expulsado del Ejército del Aire por haber difundido un escrito en el que supuestamente incitaba a los compañeros a la rebelión. por lo que ya había sido condenado a diez años de prisión. De forma errónea, se le notificaría que había sido expulsado del Ejército, pero algún tiempo después, en torno al año 1951, se vio obligado a cumplir sus obligaciones patrias.
Cuando ya se había licenciado definitivamente, aunque repudiaba en gran medida su propia existencia, se negaba a ser una víctima de la sociedad en la que vivía. Fue entonces cuando comenzó a divulgar el método destinado a obtener importantes premios gracias al juego del 1X2. En un principio resultaría agraciado en diferentes ocasiones, junto a los miembros de la peña que había puesto en marcha, alcanzando premios que superaban las veinte mil pesetas que, si bien no eran una fortuna ni nada que se le pareciese, eran sustanciosas cantidades para la época que permitían ir tirando, aunque no para mucho más. Sin embargo, el sistema ideado por López Guixot, mostraría sus debilidades y pronto comenzaría a fallar, por lo que la mayoría de quienes le habían acompañado en esta experiencia pronto le abandonarían, incluido un supuesto socio capitalista que se hartó de perder dinero en aquella ruinosa empresa. En aquel momento, Julio López comenzaría a enfangarse de deudas, que también salpicaban a su novia,Asunción Segarra, hermana de su mejor amigo. Es entonces, cuando para financiar su fallido experimento comienza a idear la posibilidad de recurrir a actividades delictivas, entre las que no descartaban siquiera la comisión de un crimen.
Un habilitado de banca
Julio López ejercía una gran influencia sobre su amigo, José Segarra, en el año 1954 le propuso a este la posibilidad de atracar a alguno de los cobradores de la sucursal bancaria en la que trabajaba, a lo que terminaría accediendo. La víctima elegida era Vicente Valero Maciá, quien era cobrador del Banco Central en Elche. La relación entre Segarra y Valero se remontaba a la más tierna infancia, por lo que el objetivo parecía aparentmente fácil. Aquí se encontraron con otro problema añadido y es que a ambos les faltaba el valor suficiente para atracar a aquel hombre, por lo que decidieron subir un escalón en su decidida actitud. Este no era otro que acabar con su vida, utilizando como pretexto la presencia de una mujer, conocedor José Segarra de que a su viejo amigo le perdían las mujeres.
Para ello, decidieron alquilar una vivienda vacacional en Vistahermosa de la Cruz, en Alicante, donde supuestamente se alojarían dos amigas de José Segarra. Previamente, Julio y este último habían escrito una carta dirigida al mismo Segarra, atribuida a la mujer que quedaría con él. El día elegido para llevar a cabo su macabro plan era el 30 de julio de 1954. El empleado de banca era conocedor de primera mano de que a Vicente Valero Maciá le enviaban a recoger dinero a Alicante. Se inventó una excusa para salir y dirigirse hacia la capital alicantina, donde se haría el encontradizo con la víctima. Segarra se hizo el encontradizo con el habilitado y le mostró aquella misteriosa misiva que presuntamente le había dirigido una amiga, quien le rogaba que fuese acompañado de otro hombre para así tener un acompañante para su compañera de vacaciones estivales.
El lugar donde veraneaba la inexistete amiga de Segarra era una casa, que había alquilado López Guixot, dejando una fianza de 500 pesetas a su dueña. Hasta el inmueble se dirigieron tanto el empleado como el habilitado de banca a bordo de un taxi, en cuyo interior se hallaba López Guixot.
Con un yunque
Nada más acceder al interior de la vivienda vacacional, Julio descargaría toda su fuerza sobre Vicente Valero, propinándole un fuerte golpe en la cabeza con un pequeño yunque de zapatero. A pesar del fuerte trastazo recibido por el habilitado de banca, este conseguiría reaccionar, aunque se encontraba ya en estado semimoribundo, generando una sensación de pánico tanto en el agresor como en el de su compinche, José Segarra, quien saldría inmediatamente del lugar con dirección a la consulta médica en el mismo taxi que lo había llevado hasta el lugar de autos. Mientras tanto, en la casa quedaba un asustado Julio López y la víctima, cuya larga agonía perseguiría hasta el fin de sus días al afamado criminal de las quinielas.
Una vez noqueado, comenzaron a registrar al malherido Vicente Valero, aunque se encontrarían con la decepción de hallar solamente 40.000 pesetas, que llevaba en su cartera. Los asesinos no cayeron en ningún momento en la cuenta que la mayor parte del dinero, 250.000 pesetas se encontraban entre las ropas de la víctima.
Julio tenía el encargo de comprar una manta para hacer desaparecer el cadáver, aunque en aquel momento era presa del pánico y el nerviosismo. De hecho, se le rompería la llave hasta en dos ocasiones. En la primera tuvo que solicitar una nueva a la propietaria, pero ya en la segunda no tuvo el valor suficiente para hacerlo. Al regresar hasta el lugar de autos, observó como el cuerpo de Vicente Valero estaba movido del sitio en el que lo había dejado en estado semimoribundo. Esta circunstancia no hizo otra cosa que incrementar la sensación de pánico y terror que sufría López Guixot, siendo en esta ocasión cuando se le rompió la llave de la casa por segunda vez. Posteriormente, le comentaría a su cómplice que se había desecho del cuerpo del habilitado, aunque lo cierto es que lo dejó abandonado en la vivienda de veraneo.
Descubrimiento del crimen
Tardaría hasta cuatro meses en descubrirse el crimen. Fue la propietaria de la casa alquilada en Vistahermosa quien descubrió que allí se había perpetrado un terrible asesinato, ya que cuando intentó entra de nuevo en ella se apercibió de un gran hedor que procedía de su interior. Como consecuencia del mismo, decidió avisar la Guardia Civil, cuyos efectivos encontrarían el cuerpo sin vida de Vicente Valero Maciá. Pero no solamente eso, sino también algunas huellas digitales que les llevarían directamente a dar con el autor del delito.
Durante aquellos cuatro meses en los que consiguió zafarse de la acción de la justicia, López Guixot conseguiría vivir relativamente bien y proseguir con sus aficiones lúdica. Asimismo, contrarería matrimonio con Asunción, la hermana de Segarra. Pero todo tiene un fin. Y en este caso sería también trágico. El conocido quinielista sería detenido en compañía de quien ya era su esposa cuando se dirigía a cobrar la cantidad de 27.000 pesetas que había logrado con una apuesta deportiva en la Delegación Provincial del Patronato de Apuestas Mutuas Deportivo Benéficas de la capital murciana.
Al ser detenido, manifestaría sentirse aliviado, pues la comisión del crimen no le dejaba dormir. En la Comisaría de Policía de la capital murciana contaría con todo lujo de detalles como había ocurrido el asesinato del habilitado del Banco Central. Todo ello daría pie a la detención de quien se había convertido recientemente en su cuñado, José Segarra Pastor, quien, al igual que Julio López Guixot, ingresaría en prisión.
Pena de muerte
En mayo de 1957, en medio de una gran expectación, se celebraría la vista oral por el crimen que sería conocido como «el crimen de las quinielas» y del que una buena parte de la prensa de la época informaba en sus páginas de deportes y no en las de sucesos, como era habitual. A pesar de los esfuerzos de los abogados defensores de los dos asesinos, ambos serían condenados a sendas penas de muerte, al entender el tribunal que habían concurrido las agravantes de alevosía, engaño y ardid o disfraz. Solamente les quedaban dos últimos cartuchos. El primero eral del Tribunal Supremo, quien ratificaría la sentencia impuesta por la Audiencia Provincial de Alicante.
Como era habitual en estos casos, siempre se recurría a la gracia del indulto del Jefe del Estado y el Consejo de Ministros. A finales de junio de 1958 José Segarra Pastor se libraba de morir en el garrote vil, siendo sustituida la pena capital por la accesoria de treinta años de reclusión mayor, de los que cumpliría solamente doce, ya que sería indultado en el año 1970. Por su parte, su cuñado, Julio López Guixot, a quien los antecedentes le pesaban demasiado, sería ejecutado el día 22 de julio del mismo año en el penal de Alicante. Su verdugo sería el incombustible,Antonio López Sierra, quien ponía fin a la vida de un hombre al que la suerte, tanto en el juego como en el resto de su existencia, le resultó muy esquiva.
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