El asesinato de Soledad Donoso, un dramático caso sin resolver en Córdoba
1992 fue en España un año de muchos fuegos artificiales que darían como resultado una resaca que llevaría al país a una crisis en ejercicios subsiguientes. En medio de aquel desbordante clima de euforia infundada habría algunas familias españolas que sufrieron la terrible debacle de perder a alguno de sus miembros de forma violenta. Y para más inri, estas desdichadas familias también padecerían en sus carnes la ausencia de justicia, que es sin lugar a dudas la peor de las condenas posibles. Uno de los casos que sigue sin resolver, pero que no ha prescrito gracias al tesón de los suyos, fue el asesinato que costó la vida a la joven de 18 años Soledad Donoso, en Córdoba, en septiembre de aquel año, 1992, que fue de todo menos mágico para esta desgraciada gente que jamás pudo ver satisfecha su ansia de que el autor, o autores, del crimen diesen con sus huesos en la cárcel, el lugar que lógicamente les correspondería, aunque como se ha apuntado, el caso fue reabierto unos meses antes de que prescribiera. Albergan así una tenue esperanza de que el individuo que arrebató la vida de esta joven andaluza termine en un presidio,
El 28 de septiembre de 1992 Soledad Donosó salió de su casa como hacía habitualmente para dirigirse a su trabajo, en una pizzería de la Avenida de Barcelona de la capital cordobesa. La joven hizo el itinerario que separaba su domicilio del establecimiento en el que trabajaba a pie, aunque generalmente solía hacerlo en moto, pero esa tarde se la había pedido su hermana.. Los últimos que la vieron con vida suponen que se dirigió hacia la Plaza del Vizconde, donde termina perdiéndosele el rastro a Soledad. A partir de ese instante, todo son un cúmulo de suposiciones y conjeturas que han rodeado siempre tan dramático suceso.
En un primer momento sus familiares albergan la esperanza de que la joven aparezca con vida, pero esas esperanzas se esfuman definitivamente el 12 de octubre de 1992 cuando aparece su cadáver en la zona del Arenal en la ribera del río Guadalquivir. En aquel otoño había llovido de manera muy insistente en la Ciudad de las tres culturas, lo que provocaría que el cuerpo sin vida de Soledad Donoso apareciese muy desfigurado, a lo que se uniría la actividad de las alimañas, abundantes por la zona. La investigación policial, muy cuestionada por los familiares de la joven asesinada, además de la judicial se encargarían de poner tierra de por medio y cerrar el caso lo antes posible, aunque sus allegados jamás se dieron por vencidos y se mostraban totalmente convencidos que la muchacha había perecido como consecuencia de un crimen.
Un golpe en la cabeza
La familia de Soledad Donoso recordaba a su hija en la fecha de su muerte a través de las páginas del Diario Córdoba. Cuando estaba a punto de prescribir el caso, contactó con su familia el investigador y criminólogo canario Félix Ríos, quien representaba a una asociación que busca dar salida a decenas de familias afectadas por crímenes que no han sido resueltos por policías o jueces. Es entonces, en mayo de 2012 cuando, tras haber repasado todo el sumario, consiguen que la Sección Tercera de la Audienca Provincial de Córdoba admite la petición de la familia para que se reabra el caso, cuando faltaban menos de siete meses para que prescribiese definitivamente.
A partir de ese instante, el juzgado ha realizado diferentes diligencias encaminadas a proseguir con la investigación. La más importante de todas sería la exhumación del cuerpo de Soledad Donoso, cuyos restos fueron nuevamente examinados en un estudio antropológico y toxicológico. Estos análisis no harían otra cosa que corroborar lo sostenido por los allegados de la fallecida. Esta no habría muerto a causa de consecuencias naturales, tal y como se sostuvo en un principio. Las nuevas indagaciones llegaron a la conclusión de que Soledad moriría a consecuencia de los fuertes golpes que habría recibido en el rostro y en un brazo, en un episodido que ha sido calificado como de «violencia extrema». Lo que no se había descubierto en el añó 1992, se descubriría casi 20 años después, cuando el caso estaba a punto de ser cerrado de forma definitiva.
En todo este tiempo, desde la reapertura del caso, en el que ha habido un investigado, fueron muchas las personas que se han acercado a los familiares de la joven asesinada para proporcionarl algunas pistas sobre lo que pudo acontecer un ya lejano 28 de septiembre de 1992. Algunos testigos han hablado de la supuesta implicación de un vehículo, Volkswagen golf. perteneciente a la generación de coches salidos al mercado en el año 1991, al que presuntamente se habría subido Soledad Donoso al poco tiempo de salir de su casa. Del automóvil habría descendido una joven pareja, un chico y una chica, que mantuvieron una fuerte discusión en la zona del Arenal, el mismo lugar dónde apenas dos semanas más tarde aparecería el cuerpo sin vida de la joven cordobesa. El muchacho, provisto de una litrona, la habría golpeado y después habría abandonado el lugar de autos a toda velocidad en el mismo vehículo. La familia pretende saber a quien pertenecía el coche para ir atando cabos, aunque el joven aludido coincide sobre el que iban dirigidas sus sospechas, que respondía a las iniciales de R.C.G., el único imputado por este suceso.
Irregularidades.
Como en cualquier episodio de suspense, la familia ha detectado bastantes irregularidades a lo largo del proceso, que han contribuido a enturbiarlo, a pesar de que desde que se ha reabierto se han producido avances más que notables. Entre los fallos detectados se encuentra la pérdida de un reloj, perteneciente a la joven asesinada, que se guardaba en el cajón de uno de los agentes judiciales. Otro aparte lo constituirían los restos biológicos, algunos cabellos, encontrados en la escena del crimen, remitidos a la Policía Científica de Sevilla. La jueza encargada del caso había ordenado que no se destruyeran, pero desde el laboratorio de criminalística se ha respondido vagamente argumentando que ya habían transcurrido 20 años desde la muerte de Soledad Donoso y «como han mudado sus dependencias no se sabe dónde están», lo que no deja de resultar inaudito. De ellos, con los avances tecnológicos experimentados a lo largo de las últimas décadas podría extraerse ADN, que podría resultar fundamental para la resolución del suceso.
Pero lo que más poderosamente llama la atención, es el hecho de que en el año 2013 se efectuó una llamada desde una cabina al teléfono que la familia había habilitado para quien pudiese ofrecer algunos datos acerca del asesinato de Soledad Donoso. El anónimo llamante habría informado que dos agentes policiales podrían estar protegiendo al único sospechoso, encargándose de destruir las pruebas que lo implicaban. El mismo confidente daba cuenta de quienes eran las dos personas que supuestamente estarían encubriendo al imputado, lo que no es ninguna prueba baladí ni mucho menos, aunque las responsabiliades de los policías, si las hubiere, estarían ya extinguidas, por prescripción.
Lo que no ha prescrito es el dolor de la familia de la víctima, pero tampoco han cejado en su empeño de resolver un desgraciado episodio de la crónica negra española que llevaba camino de ser archivado entre las decrépitas dependencias de una Audiencia Provincial. No obstante, como reza el viejo adagio popular, nunca es tarde si la dicha es buena. Y ojalá que el responsable de tan cobarde y atroz crimen acabe ante la justicia para saldar sus cuentas pendientes, aunque daten de aquel ya lejano 1992, que prometía mucho, pero que nos dejó igual, cuando no peor, que los años anteriores.
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