Tres asesinatos perpetrados por dos inmigrantes desatan graves disturbios en El Ejido (Almería)
A finales del siglo pasado y comienzos del actual grandes oleadas de inmigrantes llegaban a España procedentes de diversos países de Africa y Sudamérica, principalmente, atraídos por la ilusión de mejorar un nivel de vida que se les negaba en su tierra de origen. Una de las localidades que más inmigración recibió fue la ciudad almeriense de El Ejido, en la que había una pujante agricultura que necesitaba mucha mano de obra, por lo que muchos magrebíes se dirigieron a este espléndido municipio andaluz. La gente inmigrante suele ser mayoritariamente honrada y muy trabajadora, pero en ocasiones, como en todo en esta vida, también se cuela algún elemento que no es digno de desplazarse a ningún sitio.
Uno de esos pobres energúmenos era Cherki Hadij, un joven marroquí a quien un agricultor ejidense, José Ruiz Funes recriminó, cuando viajaba en una furgoneta en compañía de su familia, una acción tan reprobable como que maltratase a un perro al que apedreó sin compasión a primera hora de la mañana del 22 de enero del año 2000. Entonces, en ese preciso instante, el magrebí dirigió toda su ira contra el agricultor, a quien aplastaría la cabeza con una piedra, rematándolo en presencia de sus dos hijos -menores de edad- y su esposa en el paraje conocido como Llanos de Celada. Posteriormente, también heriría gravemente en el cuello a Tomás Bonilla, de 53 años, quien fallecería nada más ser trasladado a un centro sanitario. Este último era el patrono del asalariado marroquí que le había dado muerte y, al igual que el anterior, era propietario de unos invernaderos en la zona en el que trabajaban muchos inmigrantes procedentes del norte de África.
Los gritos de la esposa de la primera víctima no impidieron que Cherki Hadij asesinara de forma inmpune a ambos agricultores. El autor del doble crimen sería detenido inmediatamente y puesto a disposición judicial, mientras los vecinos de El Ejido trataban de apaciguar los ánimos por un suceso que consternaría a toda la provincia almeriense y por extensión al resto de Andalucía.
Tercer asesinato
Cuando todavía el dolor y la consternación corroían las entrañas de muchos vecinos ejidenses, apenas dos semanas después de haberse perpetrado el doble crimen de Llanos de Celada, en la pedanía de Santa María del Águila era asesinada la joven de 26 años Encarnación López Valverde al recibir una puñalada a la altura del hígado, que la dejó instantáneamente exangüe en el mercado de la localidad. El autor de este crimen fue también un inmigrante marroquí, Lesbir Fahim, de tan solo 20 años de edad. Al parecer este individuo había intentado sustraerle el bolso a su víctima, quien opuso resistencia. En vista de que no alcanzó su objetivo, recurrió a una navaja que portaba en ese momento y que traería graves consecuencias.
A consecuencia de estos tres asesinatos, cometidos en apenas dos semanas, la población de El Ejido se enervó hasta límites extremos, dolidos y preocupados por su seguridad, generándose una ola desconfianza hacia la gran población inmigrante que habitaba en la localidad. Aquellos tres crímenes provocarían en semanas subsiguientes una serie de disturbios que muchos se atrevieron a calificar de racistas, aunque hay que tener en cuenta que la indignación que se había apoderado de los egidenses estaba motivada por tres reprobables asesinatos, que por fortuna no quedarían impunes.
Graves disturbios
Si los vecinos de El Ejido habían logrado contener la respiración tras las dos primeras muertes, no sucedería lo mismo cuando se produjo el tercer crimen. Además de manifestaciones y concentraciones pacíficas, algunos ejidenses, a los que se unieron personas procedentes de poblaciones vecinas y también del resto de España, no dudaron en apalear y destrozar algunos negocios, entre ellos locutorios, que eran propieda de los inmigrantes. Provistos de bates de béisbol, así como de palos y otros objetos contundentes, al tiempo que proferían proclamas contra la población extranjera, se dirigieron hacia el barrio de Las Norias de Daza, donde residía el autor del último asesinato, donde quemarían cinco coches e incluso amenazarían a algunas personas que no solo no tenían nada que ver con los sucesos sangrientos, sino que directamente los rechazaban. Aún así, a pesar de una pacífica manifestación de inmigrantes en repulsa por el asesinato de la joven en un mercado de la localidad, unas 300 personas -en su mayoría jóvenes- no dudaron en agredir verbalmente a aquellos manifestantes. La tensión era tal, que mucha gente de aquella barriada no se atrevía a salir a la calle por miedo a ser víctima de una turba que había perdido el norte y se dejaba llevar por sus calientes emociones.
El enrarecido clima provocado por aquellos tres crímenes les llevaría incluso a los manifestantes a incomunicar el pueblo por carretera, cortando varias vías de acceso, así como el asalto a la sede de la Federación de Mujeres Progresistas. Al menos, un total de 22 personas resultarían heridas como consecuencia del caldeado ambiente que se vivía en El Ejido. Algunos inmigrantes hubieron de refugiarse en la Comisaría de Policía de la localidad, mientras que el Ministerio del Interior envió 500 agentes de refuerzo para tratar de calmar los excitados ánimos de la población. Desde este mismo departamento ministerial se llamaba a la calma de la ciudadanía, al tiempo que se les anunciaba que los crímenes no quedarían impunes y sus autores serían castigados conforme a lo contemplaba la legislación vigente.
Dos condenas
El juicio contra Cherki Hadij se celebró en julio del año 2002. En el transcurso del mismo, el imigrante marroquí negó reiteradamente los hechos, alegando que no se recordaba de nada, llegando incluso a manifestar que cuando se produjo el doble crimen en el que asesinó a los dos agricultores se encontraba durmiendo. La sentencia destacó la frialdad con la que había actuado el autor del doble crimen, al tiempo que lo consideraba como una «persona violenta». Por estos hechos, sería condenado a una pena de 35 años de cárcel y a satisfacer una indemnización de 210.000 euros a las familias de José Ruiz Funes y Tomas Bonilla, los propietarios asesinados.
El juicio por el asesinato de Encarnación López Valverde tuvo lugar en octubre del año 2003. El acusado Lesbir Fahim manifestaría que escuchaba voces que le «mandaban matar», comprobándose que este joven sufría graves alteraciones psiquiátricas, entre ellas una esquizofrenia paranoide, lo cual daría lugar a una eximente incompleta. Aún así, sería condenado a once años y diez meses de prisión por un delito de asesinato, a pesar de la inconformidad que mostraría su abogado defensor ante los diferentes medios de comunicación.
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