Tres personas acribilladas a tiros en un piso de Leganés (Madrid)
Por aquellos días del último tercio de marzo de 1985 el mundo estaba muy expectante sobre quien podría suceder en la Secretaría General del Partido Comunista de la Unión Soviética al desaparecido Konstantin Chernenko, recientemente fallecido. No se esperaba un cambio drástico como el que terminaría produciéndose con la llegada de Mijal Gorbachov a la máxima autoridad de la antigua URSS. Sin embargo, en España preocupaban otras cosas, entre ellas las causas en las que se produjo un trágico accidente aéreo en el monte Aoiz, en las cercanías de Bilbao, en el que fallecieron 150 personas. También ocurrían otros hechos trágico que no pasaban desapercibidos, entre otras cosas por el gran misterio que encerraban.
Uno de los acontecimientos más sangrientos y sorprendentes de aquel año se descubrió en la localidad madrileña de Leganés el día 24 de marzo, al ser hallados los cuerpos de tres personas literalmente acribilladas a tiros en una vivienda de la calle San Lorenzo. El trágico suceso sería descubierto merced a que los padres de una de las víctimas, el joven Emilio Sáez González dieran la voz de alarma por la ausencia injustificada de su hijo, cuyo último rastro lo situaba en compañía de José Antonio Burgalo, un veinteñaro de la misma generación que el anterior. Al parecer, ambos muchachos habían sido visto en presencia de Casto García Goñi, un individuo de 41 años de edad, que se había separado de su esposa y que era frecuente que buscase la compañia de hombres jóvenes, según relatarían sus vecinos a los diferentes medios de comunicación de la época.
En vista de la prolongada desaparición de los dos chavales y al hecho de que el venículo todoterreno, propiedad del hombre con quienes se le había visto alternar por diferentes bares de Leganés, la Policía procedió, después de solicitar autorización judicial, a derribar la puerta del piso que era propiedad de Casto García. No obstante, debido a que la puerta de acceso a la vivienda era blindada, debieron recurrir a los bomberos, quienes accedieron a la misma a través de una ventana, observando un macabro y dantesco panorama, pues encontraron los cadáveres del propietario de la casa y sus dos acompañantes cosidos a tiros. Parecía que la Policía se encontraba ante un rompecabezas difícilmente descifrable, pues resultaba bastante extraño que en medio de tantos balazos no hubiese una cuarta persona involucrada. Y, tal como se desarrollaron los hechos, por extraño que parezca, no la hubo. También resultaba bastantes sorprendente que los vecinos no se enterasen de nada. Alguno escuchó ruidos en la madrugada del sábado, 22 de marzo de 1985, que fue cuando presumiblemente se desencadenó la tragedia, pero lo que menos pensó fue que se tratasen de disparos de armas de fuego.
Dos asesinatos y un suicidio
Según la hipótesis elaborada por la Policía, los desgraciados acontecimientos, cuyo móvil siempre fue un gran misterio, tendrían lugar cuando Casto García Goñi, un hombre aficionado a las armas y que poseía una abundante colección, disparó con un rifle, un Winchester del calibre 44, sobre sus dos invitados, dejando prácticamente exangüe en el acto a José Antonio Burgalo. Posteriormente, habría efectuado un disparo en el costado de Emilio Sáez, dejándole malherido. Este último, a pesar de la gravedad de sus heridas, habría arrebatado el arma a Casto y le habría disparado en los testículos hasta en dos ocasiones. Después habría intentado alcanzar la puerta de la salida del piso, a tenor del rastro de sangre que había dejado en su corto recorrido, pero sin conseguirlo debido a la falta de fuerzas. Para concluir, se tumbaría en una cama en la que sería hallado su cuerpo sin vida.
El punto final de esta rocambolesca y macabra historia vendría culminado por el suicidio de Casto García Goñi, quien se habría descerrajado la cabeza efectuando un disparo con el mismo rifle que había disparado sobre los dos jóvenes. A consecuencia del mismo, se levantaría la tapa de los sesos. Esta posibilidad se desechó en un principio debido a la gran cantidad de metralla que presentaban los tres cuerpos, llegando a sospechar que podría haber mediado la intervención de una cuarta persona, teoría que sería refutada, dado que en la vivienda no se hallaron otros restos que no fuesen los de aquellos tres hombres. A todo ello se sumaba el hecho de que la puerta era blindada y tenía las llaves en su interior.
Los cuerpos de las tres fallecidos serían trasladados posteriormente al Instituto Anatómico Forense de Madrid donde se les practicarían las pertinentes autopsias. Sobre Casto García se sabía que estaba separado de su esposa y que era padre de dos hijas. Además, sus vecinos estaban anodadados del alto nivel de vida que llevaba, pues era un empleado de la eléctrica Iberduero, al tiempo que desde su separación era frecuente verlo en compañía de muchachos que rondaban los veinte años, similares a los que aparecieron muertos en su vivienda. Respecto a José Antonio Burgalo y Emilio Sáenz eran amigos desde la infancia, época en la que la familia del segundo se trasladó a esta localidad madrileña procedente de La Rioja, en la que regentaban una pequeña tienda de ultramarinos en la que el joven ayudaba con frecuencia después de haber cumplido el servicio militar. Ambos muchachos estaban fichados por la Policía, ya que tenían algunos antecedentes por algunos hechos que no habían sido tramitados por los juzgados.
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