Treinta años de misterio en torno a la desaparición de dos niñas en Aguilar de Campoo

Las jóvenes desaparecidas en Aguilar de Campoo

Como si se las tragara la tierra. Esa es la principal conclusión a la que se llega cuando se cumplen ya tres décadas de la desaparición de dos niñas en la localidad palentina de Aguilar de Campoo. Respondían a los nombres de Manuela Torres Bougeffa y Virginia Guerrero Espejo y contaban catorce y trece años de edad respectivamente. La única pista fiable fue que las muchachas se subieron a un vehículo, marca SEAT 127, de color blanco el día 23 de abril de 1992, la fecha de su desaparición. En un principio su caso no fue tan mediático como otras desapariciones que tuvieron lugar por la misma época, tal como podría ser el «caso Alcásser». tomando fuerza en tiempos posteriores cuando el trágico hecho de la localidad levantina había sido ya resuelto.

Las familias de las pequeñas vivieron a lo largo de estos treinta durísimos años un eterno que calvario que todavía continúa dominado por la incertidumbre, ya que todas las pistas que conducían a lo que parecía ser su resolución daban al traste definitivamente por unas circunstancias u otras. La Guardia Civil llegaría a inspeccionar más de 7.000 coches en seis provincias, todos similares al que supuestamente se habían subido las dos jóvenes. Incluso, el propietario del automóvil al que presuntamente se habían subido fue identificado por agentes de la Benemérita y su teléfono sería pinchado durante largo tiempo. Sin embargo, esta acción no daría ningún resultado. La misma se llevaría a cabo a raíz de la denuncia presentada por una mujer quien había sido víctima de un supuesto secuestro en compañía de una amiga, con la diferencia de que consiguieron obligar al conductor que diera un volantazo, saliéndose de la carretera y aprovechando la circunstancia para poder huir.

A lo largo de los últimos treinta años no han cesado de llegar llamadas a los familiares de las pequeñas dando cuenta de que habían sido vista en tal sitio o tal otro, aunque no dejaban de ser falsas alarmas que carecían de un mínimo de veracidad, además de carecer de cualquier rigor. A consecuencia de ello, el sumario instruido por la desaparición de Manuela y Virginia nunca ha dejado de crecer, principalmente cuando cualquier programa de televisión se hacía eco de algún reportaje acerca de su supuesto destino. No obstante, muchas veces, cuando se incrementaba el número de llamadas telefónicas, no hacían otra cosa que incrementar el dolor de las familias, que han soportado la situación con una resignación a prueba de bomba, no exenta de esa incertidumbre de la que jamás han podido escapar.

Dos cráneos

Cuando se cumplían dos años de su desparición en 1994 unos paseantes encontraron dos cráneos en la zona del pantano de la Requejada, en Cervera de Pisuerga, pero una vez más las pistas resultarían en vano, pues las pruebas forenses a las que fueron sometidos descartarían que tuvieran algo que ver con las jóvenes desaparecidas en Aguilar de Campoo. puesto que ambas partes del cuerpo humano pertenecían a dos mujeres adultas.

Otro indicio, carente de toda fiabiliad, fue la declaración de una mujer que supuestamente había visto subir a un autobús a Manuela y Virginia con un grupo de personas de estética okupa. La persona que hizo estas declaraciones se basó en el retrato robot de las jóvenes divulgado por las fuerzas de seguridad en el año 1997, cuando se ofreció una imagen detallada de la evolución que habrían experimentado las dos desaparecidas en aquellos primeros cinco años desde su desaparición.

Al año siguiente, el entonces secretario de Estado para la Seguridad, Ricardo Martí Fluxá, manifestaría en el Congreso de los Diputados que «el caso seguía abierto», expresando su confianza en que los avances tecnológicos que se estaban experimentando contribuyesen a resolver aquel suceso, principalmente con los distintos retratos robots que permitían contemplar la evolución que en aquellos seis años había expermintado la fisonomía de las dos jóvenes, quien ya se encontraban en proceso de convertirse en mujeres adultas.

Desesperanza

A partir del año 2006 la desesperanza se apdoderó de las familias de las jóvenes, cuando ya supuestamente rondarían la treintena. A partir de ese momento desecharon ya la posibilidad de la reapertura del caso, pues consideraban que las posibilidades de encontra algún indicio fiable eran muy escasas. Eso sí, con razón, solicitiban de los medios de comunicación que respetasen el dolor de los familiares de las muchachas desaparecidas, pues a lo largo de aquellos catorce años habían sufrido un terrible dolor que se vio acrecentado por la incertidumbre de desconocer el paradero.

Casi tres décadas después se reabriría de nuevo el caso, a raíz de la denuncia hecha en un programa de televisión, como se ha señalado anteriormente. Sin embargo, una vez más, la falta de pruebas contundentes y fiables no hizo otra cosa que revivir un dolor innecesario a sus familias, rotas por el dolor de una espera que parece poco menos que eterna.

Sea como fuere, lo cierto es que ambas mujeres, en el hipotético caso de que continuasen con vida, tendrían ya 44 y 43 años, respectivamente. Aunque es muy difícil, por no decir imposible, que se pueda averiguar ya su paradero, que la Interpol llegó a situar en Francia, aunque no pasaba de ser una mera conjetura como muchas otras. Lo cierto es que las dos niñas de Aguilar de Campoo desaparecieron en una primavera de 1992 cuando fueron vistas por la última vez en la discoteca «Cocos» de Reinosa, en Cantabria, a 30 kilómetros de Aguilar de Campoo. Nadie sabe como pudieron llegar hasta allí, aunque se supone que tal vez se desplazasen haciendo auto-stop, una práctica muy habitual en un tiempo en el que todavía había que esperar entre 24 y 48 horas para denunciar la desaparición de una persona. Actualmente, ese anticuado protocolo ha pasado a la historia. No así Virginia y Manuela, que continúan en el recuerdo permanente de sus allegados y amigos, sin saber cual pudo ser su paradero en aquella tarde noche en que mintieron a sus respectivas familias diciendo que iban al cumpleaños de una amiga y probablemente subiesen con el primero que se encontrasen, una práctica que demostraría ser muy peligrosa en casos posteriores.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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