Fusilado por matar a dos mujeres en Gandía
Durante el franquismo alcanzó gran popularidad una expresión que decía que quien la hacía la pagaba, convirtiéndose poco menos que en un axioma entre los españoles de entonces. Muchos crímenes quedaron sin resolver, en tanto que algunas condenas no dejaban de ser testimoniales. Sin embargo, a veces, con el ánimo de dar un falso afán de ejemplaridad, algunos delincuentes lo pagaban muy caro. Incluso, con su propia vida. Todo dependía de las circunstancias y los hechos que los rodeasen. Aquí nos encontramos con una de esas singularidades en la que el autor de un horroroso crimen terminaría ante un pelotón de fusilamiento, método empleado -en este caso- por tratarse de un joven de 24 años, Pedro Martínez Expósito, que se encontraba cumpliendo el servicio militar.
A primeras horas de la mañana de aquel lunes, 28 de marzo de 1971 los vecinos de la barriada de Beniopa se mostraron extrañados al observar que su vecina Amparo Mateu Martínez, una mujer viuda de 42 años de edad que vivía con su hija de 16, Amparo Castelló, no había abierto aún las puertas del bazar que regentaba, en el que vendía prensa, tabaco y otros artículos. Su puntualidad y su cita diaria con su clientela fue motivo suficiente de alerta entre el vecindario que comenzó a sospechar que le había ocurrido algo grave a ella o a su hija. Fue entonces cuando decidieron penetrar, a través de los cristales de una de las puertas de acceso a la vivienda, que previamente se habían visto forzados a romper. Al entrar en la casa se encontrarían con el desolador panorama de contemplar tanto a la madre como a la hija tendidas en sendos charcos de sangre con la cabeza completamente destrozada. No les cabía duda alguna de que se encontraban ante un brutal crimen, que se había cometido aquella misma madrugada, a pesar de que los vecinos no escucharon ruido de ningún tipo.
Un azadón
Los investigadores comenzaron a atar cabos y encontrarían en el barranco de San Nicolás un azadón que se encontraba ensangrentado y todo les hacía presumir que con el mismo se había perpetrado el crimen acontecido la pasada madrugada. Elaborarían una lista de sospechosos, principalmente aquellos que contaban con un mayor número de antecedentes y apenas una semana después de los brutales asesinatos que conmovieron a Gandía y al resto de Valencia era detenido un joven de 24 años, Pedro Martínez Expósito, «alias Petorret«, natural de la misma localidad, y que ya había pasado en otras nueve ocasiones por las dependencias policiales, acusado de otros tantos delitos. La prensa de la época refleja que el autor confesó ambos asesinatos después de que la policía lo sometiese a lo que comúnmente se denominaba «hábil interrogatorio». En la versión de los hechos que ofreció ante la Policía, el «Petorret«, como era conocido en distintos ambientes, declararía que el motivo que le llevó a cometer los crímenes era el robo, tal y como había sucedido en otras ocasiones. En esta ocasión había empleado una desmesurada violencia al ser descubierto por una de las moradoras de la vivienda Al parecer, los pequeños pillajes que había hecho hasta entonces los hacía con la finalidad de ayudar a su familia.
En el transcurso de su relato manifestaría también que la propietaria de la casa, Amparo Mateu escuchó algunos ruidos cuando accedió a la misma a través de una ventana, lo que lo obligó a esconderse en el cuarto de baño. En esta última estancia volvería a encontrarse con la viuda, quien le recriminó su acción además de prorrumpir en gritos. Al sentirse perdido y ofuscado, le propinó varios golpes en la cabeza con el azadón. La más joven de las mujeres acudió entonces en ayuda de su madre al escuchar las voces de auxilio. Esta última conseguiría incluso derribar al asaltante de la vivienda, pero este logró reponerse y le infringiría el mismo castigo que le había proporcionado a su madre, provocándole la muerte de manera prácticamente instantánea. Una vez muertas ambas mujeres, revolvió algunos de los cuartos de la casa, apoderándose de objetos de escaso valor. Se decía que el botín ascendía a poco más de trescientas pesetas de la época, algo menos de dos euros en la actualidad. Después, huiría por la misma ventana por la que había entrado.
Consejo de guerra
Pedro Martínez Expósito se encontraba cumpliendo el servicio militar en el momento de perpetrar el doble crimen de Gandía, por lo que fue sometido a un proceso militar en vez de la justicia ordinaria. El día 2 de diciembre de 1971 sería condenado a la pena de muerte por un tribunal militar, acusado de dos asesinatos con alevosía y nocturnidad. También se ponía de relieve la violencia empleada a la hora de cometer el doble crimen. Al muchacho no le ayudaba tampoco su pasado, que se encontraba plagado de antecedentes penales, por lo que se fijaba el cumplimiento de su sentencia para el día 10 de enero de 1972.
Su abogado, Sancho Tello, recurriría inmediatamente al Tribunal Supremo, quien no haría otra cosa que confirmar la decisión tomada por la Capitanía General de la III Región Militar, sita en Valencia. Al no obtener resultados satisfactorios, quemaría un último cartucho recurriendo a la gracia del indulto por parte del Jefe del Estado, a quien dirigió un telegrama en el que le rogaba clemencia para su defendido. Sin embargo, desde la más alta magistratura de la nación no fueron atendidas sus súplicas y el «Petorret» sería ejecutado en un frío lunes de invierno, una vez concluidas las fiestas navideñas.
Crimen mediático
Este suceso despertaría la atención de cineastas e incluso de la literatura posterior. Quien se encargaría de descubrirlo fue el director cinematográfico Basilio Martín Patino, quien aquel año 1971 se encontraba rodando el documental «Queridísimos verdugos». El desaparecido cineasta gravaría algunas escenas y declaraciones en torno a los padres y el ambiente en el que había crecido y desarrollado el autor del doble crimen de Gandía, lo que despertaría la conmiseración de quienes tuvieron la oportunidad de contemplarlo. Incluso, llevaría consigo al célebre ejecutor de sentencias, el sevillano Bernardo Sánchez Bascuñana, para que conociese in situ a la familia del reo que sería condenado a la pena capital. En las escenas del rodaje se puede observar la miseria y los padecimientos que sufría aquella humilde familia, que se encontraba muy agobiada por la hipotética suerte que pudiese correr su vástago, conscientes del terrible castigo al que podía ser condenado.
Pero no sería la única vez en que el caso apareciese en la gran pantalla. En 1996 el director Carles Balagué llevaría a cabo un rodaje de ficción basado en este mismo suceso que sería estrenado bajo el título de «Asunto interno», en el que destacaría la magistral interpretación de Pepón Nieto encarnando el papel del solado sentenciado a muerte.
En el terreno literario, Javier Maqua se haría con el VIII Premio novela Ciudad de Badajoz con una relato basado en el doble crimen desde la perspectiva de un soldado que estuvo en el pelotón que terminó con la vida de Pedro Martínez Expósito. La obra galardonada llevaba como título «Fusilamiento. Instrucciones de uso».
Este suceso no pasaría desapercibido dadas las trágicas circunstancias y el deprimido ambiente que rodeaban tanto al soldado condenado a muerte como a su familia. Algunos especialistas en psiquiatría manifestarían que el «Petorret» sufría un retraso mental manifiesto, calificándolo incluso como oligofrénico, que le impedía comprender muchos de los actos delictivos que llevaba a cabo. Sin embargo, en esta ocasión las autoridades se mostraron implacables y Pedro Martínez Expósito se convertiría en el último civil que era enviado al paredón en la historia de España. Ese desgraciado honor le correspondió por encontrarse cumpliendo el servicio militar, de lo contrario su ejecución hubiese tenido lugar en el siempre cruel, atroz y tétrico garrote vil.
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Sí. Es mejor ahora con tantos DDHH y los criminales saliendo en libertad sonrientes delante de las familias de las víctimas