Un fraude económico, posible causa de la tragedia de Los Galindos

Portada de EL CASO dando cuenta del trágico suceso

La España de 1975 se preparaba para la desaparición del dictador, quien se encontraba crónicamente enfermo, aunque en el mes de julio todavía no se vislumbrase su final que tendría lugar apenas cuatro meses más tarde. Era aquel un verano torrido, principalmente en Andalucía, donde se alcanzaban temperaturas que podían rondar los cincuenta grados. A pesar del sofocante clima, nadie se podía imaginar que la temperatura iba a elevarse mucho más a consecuencia de un trágico y desgarrador suceso que conmovería a España entera, tanto por la elevada cifra de víctimas como por las circunstancias en las que se produjo, jamás aclaradas, quedando el quintuple asesinato impune, sin que nadie fuese encausado por ello. Durante más de cuarenta años todo han sido elucubraciones y especulaciones, incluso acerca de como se produjo aquel aterrador acontecimiento.

Aunque las especulaciones y controversias sobre este caso, sobre el que se han vertido ríos de tinta, todavía continúan y son muchos los que siguen haciendo cábalas sobre la verdad que se ha ocultado durante todo este prolongado periodo de tiempo en el que llegó a tomar fuerza la teoría alternativa de que las muertes habían sido consecuencia del enfrentamiento entre dos matrimonios. Esta hipótesis sería desmontada por el desarrollo de los acontecimientos y por el paso del tiempo, que se encargó de poner a cada cual en el lugar que le corresponde.

En el año 2019 el hijo del propietario de la extensa hacienda de más de 400 hectáreas en la que tuvo lugar la tragedia, Juan Mateo Fernández de Córdova, publicaría un libro en el que se arroja algo de luz sobre un enmarañado acontecimiento que en su día no fue resuelto, quizás debido a los oscuros intereses que se movían en torno al mismo, aunque se responsabilizó a la propia Guardia Civil y al vecindario del municipio de Paradas de haber destruido pruebas al entrar a saco en el cortijo cuando se percataron de que una inmensa columna de humo negro se desprendía del interior de sus instalaciones.

En el libro, publicado bajo el título de «El crimen de los Galindos. Toda la verdad», Juan Mateo Fernández de Córdova involucra a su propia familia en el trágico suceso, a quien considera conocedora de los hechos e incluso de haber participado en los mismo, echando definitivamente por tierra las viejas y manidas teorías que hablaban de un supuesto enfrentamiento entre matrimonios que jamás existió.

Soborno

Según la teoría publicada por este autor, el crimen habría obedecido a causas de carácter económico. Estas vendrían derivadas a causa de un supuesto fraude en la cooperativa «Coduva», que habrían sido descubiertas por Juan Zapata, el capataz de la finca, que era un hombre recto en el cumplimiento de su deber. Además, tendría la pretensión de dar cuenta de esa patraña que se estaba haciendo a sus espaldas al suegro del Marqués de Grañina y dueño de la finca en la que se cultivaban grandes cantidades de girasol, trigo, cebada y aceitunas. Estaba previsto que el día 22 de julio, fecha del trágico crimen, se desplazase a Sevilla para informar del escándalo que le afectaba directamente. Sin embargo, Zapata, un antiguo guardia civil de 59 años, recibió la inesperada visita del marqués, Gonzálo Fernández de Cordóva, su administrador, conocido popularmente como don Antonio y un tercer hombre, a quien el hijo del marqués da el sobrenombre de Curro, un individuo que había estado en el hampa, y que ya conocía de antaño las dependencias carcelarias por diversos delitos. La inesperada visita tenía como objetivo sobornar a Zapata con el ánimo de que este callase el presunto desfalco que se estaba produciendo en «Coduva». De hecho, los investigadores encontrarían billetes en el escenario del crimen. Sin embargo, debido a su rectitud y su carácter firme, no accedió en ningún momento a las pretensiones de sus chantajeadores. El tercer hombre que los acompañaba había sido elegido para darle un buen susto al capataz de Los Galindos, que podría ser desde una paliza o similar, pero los acontecimientos se precipitarían y terminarían tomando otro cariz mucho más trágico.

Sobre la mesa del despacho de Zapata se encontraba una pieza de una empacadora que estaba averiada y que terminaría convirtiéndose en un arma mortífera y letal. Con ella le sacudiría un gran golpe en el rostro al encargado, para proseguir propinándole otros posteriormente, hasta dejarlo exánime, convirtiéndose en la primera víctima de aquella terrible orgía de sangre que empañaría aquel último verano del general Franco. Posteriormente, entraría en el local la esposa de Zapata, Juanita Martín, que se convertiría en un testigo incómodo, al que no podría dejar con vida. Así lo hizo utilizando para ello el mismo arma con el que le había dado muerte al capataz. Según la versión de Juan Mateo Fernández de Córdova, el marqués, su padre, y don Antonio, ayudaron al criminal a trasladar los cuerpos a otras estancias y a ocultarlos con paja, si bien es cierto que el de Zapata no aparecería hasta el día 25 de julio. En un primer momento, se atribuyó a este último la masacre ocurrida en el cortijo y se le supuso perdido en medio del campo y armado. Tampoco se explica como apareció su cuerpo dos días más tarde y quien lo colocó en aquel lugar, sobre el que orinaría un policía local de Paradas. Además, la noche posterior a la brutal masacre, tanto el marqués como don Antonio la pasarían en el cortijo, un aspecto que durante muchos años les pareció absolutamente inexplicable a quienes estudiaron por lo menudo este suceso. Posteriormente, la vivienda sería cerrada a cal y canto con un candado, quizás con el objetivo de dificultar aún más las investigaciones.

Tres asesinatos más en solitario

El autor de los crímenes se dirigiría ya en solitario hasta el taller de los tractores y se supone que conocía a distintos empleados. Uno de ellos era Ramón Parrilla, de 40 años, quien trabajaba como tractorista en el cortijo. El fatal destino hizo que se quedase sin carburante por lo que recurrió hasta las dependencias del cortijo, convertido ahora en un tétrico paraje. Como de lo que se trataba era de que no quedasen incómodos testigos, el sicario encañonó con la escopeta de Zapata a Parrilla, quien trató de huir, pero sin conseguir su objetivo, pues le efectuó un par de disparos de los que trató de protegerse con los brazos. Malherido, trató de tomar un camino de tierra rojiza, pero su huida resultó en vano, ya que cayó como consecuencia de las heridas y de la sangre que iba derramando en su desesperada fuga. Allí, su verdugo lo remató de un par de disparos.

En el taller, el tal Curro esperó pacientemente la llegada del otro tractorista, José González, un joven de 27 años, que se había casado recientemente con Asunción Peralta, de 34, quienes venían a bordo del SEAT-600, propiedad del primero. Allí, quiso convencerles de que Juanita se había marchado a Sevilla en compañía de su marido y que no quedaba nadie. Provisto de la escopeta, aunque probablemente sin munición, se enfrentó a ellos propinándoles varios culatazos que terminarían con sus vidas. Se sabe que José intentó defenderse utilizando una navaja, con la que le habría hecho varias heridas a su agresor, quien huiría del lugar a pesar de encontrarse herido. De hecho, los investigadores hallarían sangre en el lugar que no pertencencía a ninguna de las cinco víctimas. Una vez hubo rematado a sus dos últimas víctimas, las traslado al pajar, donde las cubrió de paja, al igual que había hecho con Ramón Parrilla. Provisto de gasolina y gasoleo puso fuego a la paja que cubría los cuerpos con el afán de dificultar las investigaciones. El incendio alcanzaría grandes dimensiones y sería divisado desde el pueblo, trasladándose los vecinos y diversos empleados del cortijo para apagar el incendio. Allí pudieron comprobar in situ como la paja ardía de una manera espectacular a consecuencia del combustible con el que había sido regada.

En un principio se hallaron solamente cuatro cadáveres. Faltaba el del capataz, Juan Zapata, a quien -en un principio- se atribuyeron aquellos brutales crímenes, convirtiéndose, en teoría, en el primer objetivo del vecindario, que lo suponía perdido por el campo, armado y víctima de un supuesto ataque de locura. Sin embargo, su cuerpo sería misteriosamente descubierto tres días después de haberse cometido aquella bárbara masacre.

A partir de aquel mismo momento, el suceso daría pie a múltiples conjeturas y especulaciones, nunca aclaradas o distorsionadas convenientemente en función de diversos intereses. De hecho, durante mucho tiempo las familias de las personas asesinadas en Paradas se enfrentarían entre sí a consecuencia de una versión, interesada por supuesto, en la que se le atribuía las muertes al tractorista José González, añadiendo que se suicidaría una vez cometidos los cuatro crímenes. Sin embargo, una nueva línea de investigación abierta en el año 1983 daría al traste con esta falsa teoría. De la misma forma, se relacionó esta masacre con un supuesto tráfico de drogas que, al parecer, jamás existió. Por si no fuera poco, también desapareció o lo hicieron desaparecer parte del sumario judicial. En principio se dijo que se había perdido como consecuencia del traslado de las dependencias de la Audiencia Provincial de Sevilla.

Juan Mateo Fernández de Córdova, el hijo del marqués, sostiene que todas las teorías y elucubraciones habidas hasta ahora no guardan relación alguna con lo que realmente aconteció en el trágico cortijo de los Galindos. Su padre, Gonzalo Fernández de Córdova, fallecería arruinado en el año 2015, a pesar de que en el momento en que se produjeron los hechos, en 1975, poseía once millones de pesetas en una sucursal bancaria. Este dinero el marqués jamás lo tocó, a pesar de sus dificultades financieras y tampoco se le encuentra explicación alguna a esta actitud. Su propio hijo sostiene que quizás en esa cuenta bancaria se halle la verdadera causa de la tragedia ocurrida en aquel verano de 1975 en el que España se aprestaba a despedir toda una época para entrar en una nueva era.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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