Impunidad para el asesinato de una anciana en Santiago
Corría la primavera del año 1988. Una anciana, ya nonagenaria, proseguía haciendo su rutinaria vida habitual en solitario debido a que se desenvolvía con total normalidad. Es más, a pesar de sus 93 primaveras, Elisa Loureiro Neira, gozaba de una extraordinaria salud de hierro. Sus familiares la visitaban con cierta asiduidad y una sobrina suya, quien descubriría su cuerpo exánime en la mañana del día 20 de abril, se encargaba de hacerle algunos recados, entre ellos la compra diaria. En aquella jornada fue a visitarla como todos los días y se encontró con el tétrico panorama de encontrarse a su tía muerta en la compostelana rúa del Olvido. Inmediatamente pondría el trágico suceso en conocimiento de las autoridades, quienes se desplazaron hasta el lugar de los hechos para averiguar lo que había ocurrido.
A tenor de las primeras indagaciones y de una pormenorizada inspección visual del escenario del crimen, la policía dedujo que el autor o autores del asesinato conocían a conciencia el domicilio de Elisa Loureiro. Muy probablemente hubiesen calculado todos sus movimientos e incluso sus costumbres y horarios, con la finalidad de evitar la circunstancia de poder ser vistos.
Para acceder al domicilio de la nonagenaria, el asaltante o asaltantes hubieron de saltar una valla metálica que se encontraba entre la calle y la huerta anexa al domicilio de Elisa Loureiro. Posteriormente, destrozó a golpes un pequeño ventanuco para, después, abrir el pasador sin mayor dificultad. A continuación abrió la puerta del retrete no sin antes violentar, probablemente con alguna palanca, el doble cierre de la puerta que independizaba el piso en el que tenía el dormitorio de la anciana.
Asfixiada
Según el forense que le practicó la autopsia, la víctima de este crimen falleció a consecuencia de la sofocación que le provocó su agresor, conocedor de su inferioridad física. Según la investigación, el criminal muy probablemente le tapó la boca con una mano, mientras que con la otra la inmovilizaría agarrándola del cuello. Por la postura de las piernas de Elisa Loureiro, todo hacía pensar que esta había ofrecido alguna resistencia a su atacante, aunque muy escasa dada su avanzada edad y a que desde hacía algún tiempo sufría alguna cardiopatía que contribuía a mermar las ya de por sí deterioradas facultades físicas.
Su cuerpo aparecería con los brazos en el interior del camisón que empleaba para dormir y con los ojos cerrados. Además, presentaba una pequeña herida en el labio superior, siendo esta la única señal de violencia detectada en su cuerpo.
Lo que no ofrecía ninguna duda era el móvil del crimen, que no era otro que el robo, pues el autor o autores del asesinato se apropiaron de una cadena de oro que llevaba al cuello, aunque el resto del botín fue muy exíguo, pues la anciana cobraba una pequeña pensión de jubilación con la que subsistía y disponía de muy pocos ahorros.
La policía examinaría concienzudamente el escenario del crimen y encontraría algunas huellas de pisadas en la huerta anexa a la vivienda de la víctima, así como algunas pisadas en las que se apreciaba que el criminal había dejado manchas de tierra con su calzado debido a las lluvías que habían caído durante aquellos últimos días. Sin embargo, los escasos indicios, unidos a la débil consistencia que presentaban, no fueron suficientes para esclarecer un trágico suceso que consternaría a la capital gallega. Además, al igual que el nombre de la vía en la que se produjo, la calle del Olvido, el mismo pasaría a engrosar la larga lista de casos sin resolver que se acumulan en los archivos de las comisarías y los juzgados.
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