
A lo largo de la historia quizás haya sido el mundo marino donde mayor número de personas han perecido en Galicia de forma trágica. A todo ello se suma el hecho de que en las costas gallegas han sido muchos los hombres de distintas nacionalidades, principalmente británicos, que han perdido la vida en aguas gallegas. De hecho, la costa noroccidental gallega se ha ido ganando en nombre de «Costa da Morte», principalmente a raíz del naufragio del mítico crucero torpedero británico «Serpent», del que perecería prácticamente toda su tripulación. Solamente tres de los 175 hombres que llevaba a bordo consiguieron salvar sus vidas frente a la localidad gallega de Camariñas, siendo enterrados en un campo santo que en la actualidad es conocido como Cementerio de los ingleses.
Los que peor suerte han corrido en este tipo de desgracias siempre han sido los más desfavorecidos, como todo en la vida. La vida de los pescadores en altamar no es para nada envidiable. Además de pasar largas temporadas fuera de sus casas -en algunos casos varios meses-, tampoco tienen descanso cuando hay pesca, sea de día o de noche. El mar no conoce de horarios. A ello se suma el hecho de que muchos marineros sufren enfermedades de tipo piscosomático a consecuencia del constante estrés al que se encuentran sometidos, ya sea por las mala condiciones climáticas o por las propias que presenta la navegación.
Una de las muchas tragedias que se han sufrido en las costas gallegas se produjo en marzo del año 1963, a muy escasas millas de tierra. Por aquellas fechas desaparecía el pesquero «Cubiche, que tenía su base en el puerto de A Coruña. Durante unos días se mantuvo la incertidumbre acerca de la suerte que pudieran correr los once tripulantes que iban a bordo, pues no daba señales de vida, circunstancia esta que hizo ya pensar en lo peor, como finalmente terminaría ocurriendo.
Un gran misterio
El naufragio se produjo a unas tres millas del cabo Prioriño, situado en Ferrol, dando cuenta del mismo otro pesquero gallego, el «Flor de la Marola», que estaba faenando a la misma altura que el «Cubiche». Los tripulantes del barco que dieron la noticia se sorprendieron al observar a su paso grandes manchas de aceite, presumiblemente procedentes del pecio siniestrado, así como algunos objetos personales, entre ellos varios salvavidas que llevaban impreso el nombre del pesquero al que pertenecían.
En cuanto a las causas del siniestro, que costaría la vida a once marineros, han pasado a la historia de la navegación como un gran misterio que jamás ha podido ser descifrado. Solamente quedaron para la posteridad varias conjeturas, todas ellas propias de los hombres del mar. Al parecer, aquellos días el estado de la mar era bueno, por lo que se desechó la posibilidad de un accidente provocado por el oleaje o un temporal. Una de la hipótesis que se barajó en un primer momento fue la posibilidad de que al barco le hubiese estallado la caldera, hundiéndose como consecuencia de una potente deflagración.
Sin embargo, no fue únicamente la teoría de la explosión de la caldera la única aducida por los especialistas en la materia, sino que también se barajó la posibilidad de que el «Cubiche» fuera abordado por algún buque de la marina mercante y su tripulación no advirtiera el abordaje, por lo que el pesquero se iría a pique hundiéndose en las aguas del Océano Atlántico.
Cuerpos en las playas
En días posteriores al naufragio, irían apareciendo los cuerpos de los marineros fallecidos en distintas playas gallegas. El primero en aparecer lo haría en la playa ferrolana de Suevos. En día sucesivos sería recuperado otro cadáver en el arenal de Doniños, mientras que otros cuatro aparecerían en el de Entre Castillos. Los cuerpos de los otros marineros fallecidos serían recuperados en semanas sucesivas, aunque hubo dos que jamás aparecerían.
Una vez más la mar se convertía en la «mala mujer», que tan bien retrató en una de sus obras el escritor madrileño Raúl Guerra Garrido. Aún así, pese a las muchas tragedias que a lo largo del siglo XX costaron la vida a centenares de marineros gallegos, la convivencia entre el bravo Océano y una buena parte de la Galicia litoral sigue siendo muy íntima y muy estrecha, sin que nada ni nadie haya impedido jamás que miles de hombres se hagan a la mar todos los días en busca de una difícil supervivencia.
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