Asesina a dos personas en Pontevedra y se suicida
El año 1993 se convertiría para muchos en el año de la resaca tras los excesos que se habían prodigado a lo largo del ejercicio anterior. En Galicia se celebraba un evento singular, el Ano Xacobeo, que llevaba once años sin realizarse debido a que el calendario lo había retrasado más de una década. El último había sido el de 1982, coincidiendo con el Mundial de fútbol, pero en nada se parecería a la celebración de estas características de los años noventa.
El Gobierno autonómico, presidido por Fraga Iribarne, quiso recuperar y relanzar las ancestrales costumbres de peregrinar a pie hasta la tierra del Apóstol, que habían caído en desuso desde tiempos inmemoriales, siendo tan solo unos pocos -a quienes se tildaba de locos o incluso de retrógrados-, los que hacían la ruta a pie. Sin embargo, ese año serían varios miles, aunque su razón de peregrinaje no fuese estrictamente espiritual y contase en ellos más el afán turístico o de aventura que el de ganar la Compostela y el jubileo en el lugar que se veneran unos restos que pueden pertenecer a cualquiera, excepto al discípulo de Cristo que jamás tuvo el privilegio de poder gozar de la tierra gallega.
Precisamente, coincidiendo con las fechas centrales de aquel y singular evento, concretamente en la tarde del 29 de julio de 1993 se produciría un luctuoso y dramático suceso que consternaría a una Galicia que ardía en fiestas por los cuatro costados. En aquel tranquilo atardecer un hombre de 42 años, Juventino Eidón Carracelas asesinaría a dos personas y posteriormente se suicidaría colgándose de un árbol en la parroquia de Santo Adrao de Cobres, perteneciente al municipio pontevedrés de Vilalboa, en la populosa y hermosa península de O Morrazo que se asienta sobre el manso Océano Atlántico mirando de frente a la ciudad de Vigo, al tiempo que parece cabalgar sobre su ría.
En el Muelle do Domaio
La tragedia, aunque tuvo tres escenarios, comenzó su sangrienta orgía en el muelle de Domaio, en el municipio pontevedrés de Moaña, al que se dirigió Juventino montado en su moto. Allí encontró a su ex-esposa, Carmen Rosendo Ríos, de 37 años, trabajando en la mejillonera de Manuel González Cruz, de 57 años de edad y que además era el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Moaña, dónde era un personaje muy querido y apreciado.
El criminal, que contaba con 42 años de edad y era apodado El Manco -por carecer de una de las extremidades-, había viajado en su motocicleta hasta hasta el muelle armado con una escopeta de caza. En el lugar del primer crimen pretendió hablar con su mujer, a lo que esta se negó de forma taxativa. Después de provocar el altercado no le dolieron prendas en disparar contra Manuel González, quien moriría como consecuencia de los fatales disparos efectuados por Juventino Eidón. A Carmen Rosendo le dio tiempo a huir del lugar del crimen para refugiarse en su domicilio.
Pese a su precipitada huida, quizás su ex-esposa no contaba con que el autor del crimen que le había costado la vida a su jefe, el asesino se acercaría hasta la vivienda de la que se iba a convertir en su segunda víctima, en Vilaboa, tras realizar el viaje en la misma moto que había utilizado para acercase hasta el muelle de Moaña. Según los testimonios de los vecinos a los agentes de la Guardia Civil que investigaron el caso, en aquel atardecer escucharon disparos en la vivienda de Carmen Rosendo, pero desconociendo que los tiros que habían oído fueron los que acabaron con la vida de la mujer, que sería encontrada en un gran charco de sangre en el garaje de su domicilio.
Colgado de un árbol
Una vez hubo cometido los dos brutales crímenes, ocurridos en apenas media hora, Juventino Eidón huyó del lugar de los hechos a pie por los montes y bosques de la zona. Más tarde se iniciaría una azarosa búsqueda con el objetivo de capturarlo por parte de los agentes del orden. Sus perseguidores encontrarían su cuerpo colgado de un árbol, ya bien entrada la noche, en el lugar de A Sobreira -en las inmediaciones de un camino vecinal-, perteneciente a la parroquia de Santo Adrao de Cobres en el municipio pontevedrés de Vilaboa. Se consumaba así una tragedia que había contado con tres escenarios distintos y que conmocionaría profundamente a toda Galicia y muy especialmente a toda la contorna de As Rías Baixas galegas.
El suicida y autor de ambos crímenes, contaba ya con un amplio historial delictivo, pues recientemente había abandonado la prisión provincial de A Parda, en Pontevedra, donde estaba ingresado por supuestamente haber violado a una hija de su ex-esposa. En el momento de cometer los dos asesinatos, Juventino Eidón se encontraba pendiente de juicio, pero decidió imponer su propia ley llevándose previamente la vida de dos personas y también la suya propia.
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