Viola y estrangula a una niña de doce años en Vigo
En el año 1990 comenzaba una nueva y prolongada etapa para Galicia, que coincidía con la toma de posesión como titular del Gobierno autónomo gallego de Manuel Fraga Iribarne, quien detentaría el poder durante más de tres lustros y la tierra que lo había visto nacer iría indisociablemente aparejada a su nombre en ese prolongado período en el que ejerció el poder. Se presentaba como un salvador más que como una esperanza, aunque su pueblo no precisaba salvadores sino hombres de acción que diesen el definitivo impulso a una tierra que todavía carecía de infraestructuras adecuadas y comenzaba a perder peso demográfico en el resto del Estado. Su legado esta ahí y los gallegos son sabios jueces para emitir su veredicto.
Pese a las esperanzas que se atisbaban en aquel nuevo tiempo que se iniciaba en el noroeste peninsular, a veces sucedían cosas que descorazaban a todos los gallegos, independientemente de su ideología, sexo o credo religioso. Uno de esos trágicos acontecimientos que indignaría de sobremanera a todo el país gallego -desde Ribadeo hasta Tui- ocurría en la parroquia viguesa de Candeán cuando en el recién estrenado año de 1990, concretamente el 10 de enero, una niña de tan solo doce años era violada y asesinada por un depravado que aún tardaría algún tiempo en ser detenido por las fuerzas de seguridad. El suficiente para que cometiera otras atrocidades similares, aunque sin llegar a quitar la vida a más pequeñas.
El relato de los hechos se inicia a las primeras horas de la tarde de aquel ya lejano 10 de enero cuando la pequeña Alicia Rouco Rodríguez va a cumplimentar un recado que le encarga su madre a un bar que se encontraba próximo a la vivienda en la que residía con su hermano mayor y sus progenitores. Sin embargo, la pequeña se demoraría bastante en regresar y no volvería a hacerlo ya jamás con vida. Era muy común que la niña fuese acompañada hasta el lugar al que se había dirigido, pero ese día rehusó la compañía de sus amigas, ya que contaba con encontrarse con su padre al regreso del recado.
Coche blanco
La pequeña había sido secuestrada por un individuo que conducía un vehículo de color blanco que se cruzaría tanto con el hermano de la niña como con su padre, quien pudo contemplar como su hija le hacía señas desde el asiento trasero del coche, aunque no pudo descifrar si solicitaba su ayuda o sencillamente la saludaba. Al llegar a casa y encontrarse con su esposa, en torno a las dos de la tarde, le contó los detalles y a partir de ahí se inició su intensa preocupación que posteriormente trasladarían a su vecindario para que les prestasen ayuda, ya que se habían percatado de que algo muy raro estaba ocurriendo.
La ayuda vecinal fue trascendental para localizar el cuerpo de la pequeña, ya que se movilizaron por toda la zona, peinando las extensas áreas boscosas próximas al domicilio de la pequeña. Finalmente, su cadáver sería encontrado alrededor de las tres de la tarde por un hombre que se encontraba cortando tojos en un monte próximo a A Madroa. Se encontraba desnudo de cintura para abajo, lo que era una señal indiscutible de agresión sexual, además de presentar múltiples hematomas en todo su cuerpo. La autopsia acabaría dictaminando que la pequeña murió estrangulada.
Su muerte llenó de indignación a toda Galicia y muy especialmente a la ciudad de Vigo, nada habituada a que sucediesen cosas similares. En el momento de su muerte Alicia Rouco era estudiante de sexto curso de EGB y era una niña muy querida por el resto de sus compañeros, además de ser muy sociable, ya que era frecuente que participase en muchas actividades, entre ellas formaba parte de un grupo de baile regional. En su entierro se dieron cita más de 3.000 personas procedentes que arroparon a su familia en tan trágico percance de su vida. Además, en los centros escolares de la provincia de Pontevedra se guardaría un minuto de silencio en memoria de la criatura asesinada.
Detención del asesino
A las fuerzas de seguridad se les planteó un gran quebradero de la cabeza a la hora de detener al autor del crimen, pues las pistas facilitadas por los vecinos no eran lo suficientemente concluyentes para poder proceder a su detención. Una fotografía hallada en el lugar de autos era la pista más fiable, aunque -en un principio- presentó una coartada que desconcertó a los investigadores, pues el asesino, José Luis Pazos Rodríguez, presentaría como prueba los vales del comedor de la empresa en la que trabajaba, FRIGALSA, para demostrar falsamente que a la hora de producirse el suceso se encontraba en un lugar distinto. Del mismo modo, se descartó que fuese conocido de la pequeña, pues los vecinos de Candeán aseguraban que jamás había sido el vehículo por aquel lugar con anterioridad.
Tardarían más de quince meses en poder detener al autor del crimen que le costó la vida a Alicia Rouco. La detención tendría lugar en la localidad de Redondela, muy próxima a Vigo, el día 20 mayo del año 1991 cuando el criminal se disponía a raptar a otra pequeña. La colaboración vecinal fue crucial a la hora de resolver este hecho, pues ahora si tenían datos concluyentes y definitivos en torno a la identidad del pederasta y asesino.
Al ser detenido se derrumbaría ante las fuerzas policiales y terminaría confesando la autoría del crimen que le costó la vida a Alicia Rouco. Pero su historial delictivo con criaturas pequeñas no terminaba ahí, ya que desde que había dado muerte a la pequeña de Candeán, había violado a otras cuatro, una de ellas en Pazos de Borbén y otra en Cesantes. La última, con violación y rapto incluido había tenido lugar en la localidad de Ponte Caldelas. Había fracasado en el intento de secuestro de otras tres niñas. Todo ello en el corto plazo de poco más de un año.
José Luis Pazos Rodríguez contaba 27 años en el momento de ser detenido, estaba casado y era padre de una niña de corta edad, además de no contar con ningún antecedente penal previo a su detención. Al año siguiente sería procesado. Los médicos que le examinaron descartaron que sufriese cualquier patología. Sería condenado a la pena de 58 años de cárcel por los distintos secuestros e intentos de raptos, así como por el crimen que le costó la vida a la pequeña viguesa. De la misma forma, debería satisfacer a los padres con una indemnización de 20 millones de pesetas (120.000 euros actuales), aunque resultaría declarado insolvente. Con la derogación de la «Doctrina Parot», en el año 2013, alcanzaría la libertad definitiva.
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