Dos ancianos asesinados en Galicia por la «Banda de los encapuchados»
En la década de los años ochenta del pasado siglo operaron por el rural gallego algunas bandas que casi todas ellas recibían el mismo nombre, «Banda de los encapuchados, pero la realidad demostraría que no era una sola, sino que eran varias. La denominación la habían recibido por su modus operandi. Ocultaban sus rostros bajo grandes capuchas y solían dirigirse a casas y lugares donde habitaban personas ya ancianas, que vivían en pequeños núcleos muy aislados del resto de la población por lo que les resultaba imposible pedir el auxilio de sus vecinos.
Las historias de los encapuchados, además de tintes dramáticos, también llegarían a alcanzarlos míticos, supliendo a las eternas historias contadas a la luz de un candil y al fuego de la tradicional lareira gallega de los ataques de los lobos o a la guerrilla que había operado en los primeros años cuarenta del siglo XX por las inmensas áreas rurales de Galicia y antaño las de meigas y trasnos. Sus técnicas no distaban mucho de los guerrilleros, ya que estaban perfectamente organizados, además de poseer unos objetivos muy definidos y perfectamente estudiados, aunque -todo hay que decirlo- eran mucho más violentos y no respetaban a nadie, ni por su sexo ni tampoco por su edad. Cualquiera poder su víctima.
La banda más conocida actuaría entre 1985 y 1988 por la provincia de Ourense. A diferencia de la delincuencia habitual de la época, que solía caracterizarse por su juventud y por problemas con las drogas, este grupo estaba compuesto por personas de una cierta edad, su cabecilla Delfín Vázquez Sotelo contaba ya con 61 años de edad cuando fue detenido y desarticulado el grupo criminal que lideraba en el año 1988, si bien es cierto que su historial delictivo se remontaba a la década de los cincuenta en la que ya había pisado la cárcel por diversos hechos en los que había vulnerado de forma deliberada la ley, entre los que se encontraban sus célebres y clásicos ataques a la propiedad ajena.
Asesinato en Salceda de Caselas
A las bandas se les atribuyen más de cerca de un centenar de ataques en todo el rural gallego, principalmente en la provincia de Ourense que era donde existía un mayor número de núcleos rurales aislados. Como consecuencia de su despiadada actitud, habría que lamentar algunas víctimas mortales. Una de ellas, la más conocida junto con el asesinato del sargento de Xinzo de Limia, ocurriría el 28 de abril de 1988 en la parroquia de Entenza, perteneciente al municipio de Salceda de Caselas, en la provincia de Pontevedra. Pese a que recientemente había sido detenida la de Ourense, posteriormente se pudo comprobar que le habían surgido algunos imitadores, que actuaban de una forma similar a los orensanos.
En la madrugada del día referido con anterioridad, un grupo de cinco encapuchados se dirigieron a una vivienda aislada del resto del vecindario de la mencionada localidad, conocedores que en ella vivía un matrimonio que rondaba los 80 años. Alrededor de las cuatro de la madrugada, el propietario de la vivienda Domingo Fernández Fernández despertó por un ruido que le resultó sospechoso para saber que pasaba, descubriendo que un grupo de cuatro hombres pretendía entrar por la fuerza en su domicilio. Mantendría un duro forcejeo con los asaltantes, quienes no dudaron en ningún momento en agredirle de la forma más vil, aprovechando las dificultades y los achaques propios de la edad que sufría Domingo. Su esposa, Joaquina Pérez al escuchar los gritos de su marido y el maltrato al que estaba siendo sometido, acudió en su ayuda. Sin embargo, nada podría hacer ya que los maleantes la ataron con una cuerda.
Como consecuencia de los brutales golpes que le propinaron en la cabeza, en la que presentaba unas grandes heridas, el anciano fallecería prácticamente en el acto. Los violentos asaltantes conseguirían un exiguo botín de tan solo 7.000 pesetas (42 euros actuales). Una vez que se marcharon, su esposa, que ya contaba con 75 años de edad, consiguió desasirse de las cuerdas que la ataban. Por temor a lo que pudiese ocurrir y a que los delincuentes estuviesen por zonas próximas a su hogar, al ser aún plena madrugada, la mujer no se atrevió a salir de su vivienda a solicitar la ayuda vecinal y estuvo junto al cadáver de su marido hasta que amaneció. Por desgracia, este suceso quedaría impune.
Con anterioridad, en la provincia de Ourense, una mujer de 79 años también había fallecido en un núcleo rural al enfrentarse y resistirse a los asaltantes, quienes se emplearon con mucha dureza, propinándole golpes en el rostro y el resto del cuerpo que le ocasionarían la muerte. Está fémina vivía sola. Este crimen fue atribuido a la banda que operaba en la provincia y que sería detenida en marzo del año 1988, aunque no se les pudo condenar por el mismo, ya que se carecía de pruebas.
Desarticulación de la banda de Ourense
El 25 de marzo de 1988 los vecinos de las amplias zonas rurales de Ourense respiraron de alivio y al fin pudieron descansar tranquilos, ya que eran detenidos tres individuos a los que se le atribuía un sinfín de robos y asaltos en un gran número de viviendas de la provincia. El cabecilla de la banda era Delfín Vázquez Sotelo, un hombre ya sexagenario, pero cuyo historial delictivo era muy amplio, pues ya había sido detenido en un gran número de ocasiones con anterioridad, remontándose su actividad delictiva a los primeros años cincuenta del siglo XX. Con él caían también Juan Jiménez Montoya y Jorge Juan Gabagles Montoya, de 41 y 47 años respectivamente.
Entre los objetos de valor que les fueron incautados en el momento de su detención, se encontraban muchas piezas robadas en las casas que asaltaban, así como algunas iglesias. Entre otras, se hallaron en su poder crucifijos, relojes despertadores pasando por monedas antiguas y de otras nacionalidades hasta rosarios, así como joyas de una cierta antigüedad que tal vez tuviesen un gran valor sentimental para sus víctimas. De la misma forma, fueron detenidos a su vez los peristas a quienes vendían el material que sustraían, hallándose también en su poder diversos objetos que había obtenido por la fuerza la banda que operaba en la provincia de Ourense.
A raíz de esta importante desarticulación, las fuerzas de seguridad del Estado pudieron comprobar que no era la única banda existente en Galicia en aquel entonces, ya que siguieron prodigándose los ataques a la propiedad privada en el extenso mundo rural gallego durante algún tiempo. De hecho, el crimen acaecido en Salceda de Caselas, se produjo con posterioridad a la caída de la banda orensana, así como el asesinato de un sargento de la Guardia Civil en Xinzo de Limia.
A quienes formaban parte de estas bandas, que solían estudiar a fondo los lugares donde iban a perpetrar sus asaltos, les valía todo o prácticamente todo lo que encontraban. Solían acercarse a esos lugares a plena luz del día fingiendo ser vendedores ambulantes y recabando información de las casas que se encontraban más aisladas, así como sobre sus moradores, la mayoría con edades superiores a los 70 años. Las cantidades sustraídas iban desde las 200 pesetas(1,2 euros actuales) hasta el medio millón(3.000 euros actuales).
Con el paso del tiempo surgirían algunas nuevas bandas, aunque su capacidad operativa se encontraba muy limitada, ya que el mundo rural gallego, principalmente aquel que se encontraba más aislado, había entrado en un imparable declive y ya ni siquiera quedaban en el los moradores de otro tiempo, puesto que habían fallecido en su mayoría, y los escasos que todavía vivían se habían trasladado a residencias de la tercera edad. Solamente encontraban casas vacías, iniciándose así el tiempo de la Galicia Baleira.
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