Grazalema (Cádiz): Se suicida después de dar muerte a tres de sus hijos de muy corta edad
Los niños suelen ser en muchas ocasiones víctimas, no se sabe si colaterales o accidentales, de muchos sucesos luctuosos que ellos en su más tierna infancia son incapaces de comprender. Son siempre acontecimientos grotescos y brutales que nos consternan y perturban hasta extremos difícilmente imaginables, exacerbando nuestros sentimientos, al tiempo que nos preguntamos qué pudo haber pasado para que eso haya podido suceder, al igual que se excita un general fantasma de culpabilidad por no haber evitado hechos tan terribles y dolorosos.
En pleno verano de 1982, concretamente a mediados del mes de julio, tras la resaca del Mundial 82, que nos dejó infinitos sinsabores a los buenos aficionados al fútbol por la participación de la selección española, en plena Serranía de Ronda, sistema montañoso con sabor a bandolerismo andaluz del último cuarto del siglo XIX, y en un pequeño pueblo como es Grazalema, que contaba con poco más de 2.000 habitantes, sus vecinos verían arruinado aquel estío a consecuencia de una tragedia que jamás pudieron imaginar que iba a ocurrir en aquel precioso pueblo, un regalo a la vista de cualquier forastero que se precie.
Todo comenzó cuando el vecindario salió a socorrer a los residentes de uno de los inmuebles de cuyo interior salía una densa capa de humo negro, lo que les hizo temer por la vida de sus habitantes, mayoritariamente niños de muy corta edad. Sus llamadas a la puerta no obtuvieron respuesta alguna, por lo que decidieron echarla abajo con el propósito de prestar socorro a sus moradores, aunque nada más entrar el panorama con el que se encontraron sería desolador y probablemente no lo hubiesen olvidado jamás.
Estrangulado
Al acceder al interior del domicilio desde el que salía el espeso humo se encontraron con que su dueño, Jerónimo Fajardo Domínguez, de 42 años, se había estrangulado tras colgarse en las dependencias de su vivienda con una soga de la que pendía su cuerpo sin vida. Previamente, el suicida había dado muerte a sus tres hijos menores, con edades comprendidas entre uno y cuatro años. Ana de cuatro años, Antonio de tres y Ángeles de solamente un añito habían pasado a engrosar la macabra lista de menores que cada años son víctimas de una violencia que su edad temprana y desconocimiento del mundo que les rodea jamás llegarán a comprender.
El humo que salía de la casa donde se produjo el trágico suceso había sido provocado por el autor de la muerte de sus hijos, quien una vez que les dio muerte decidió prenderles fuego con unos trapos que fueron encontrados por los vecinos cuando intentaron socorrerles, ignorando la fatalidad que se había producido en aquel domicilio. Los otros tres hijos del suicida y también filicida salvaron la vida al no encontrarse en aquel momento en su casa, al igual que tampoco estaba la esposa de quien provocó el dramático episodio, una mujer de 35 años de edad.
Las causas del terrible episodio podrían venir derivadas de la difícil situación económica que atravesaba la familia, pues el cabeza de la misma, Jerónimo Fajardo era un trabajador eventual del antiguo ICONA. A ello se añade el supuesto disgusto que habría sufrido a consecuencia de que su esposa se había marchado de casa ese mismo día a raíz de una discusión entre ambos. Sea como fuere, lo cierto es que su reacción no encuentra ninguna explicación convincente.
Los vecinos arroparían al resto de la familia en el transcurso de un multitudinario entierro en el que una vez más los ataúdes blancos hicieron acto de presencia en medio de la consternación que abatía a una preciosa localidad, cuya panorámica invita más a viejos seriales del mítico bandolerismo andaluz que a truculentos, pero reales episodios, de la crónica negra española.
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