Asesina a tres personas en Socovos (Albacete) tras salir del manicomio en el que se hallaba ingresado
A finales de la década de los años cincuenta del siglo XX, España trataba de dejar atrás una prolongada posguerra que había lastrado al país hasta límites difícilmente sospechables. En aquel entonces era una nación eminentemente rural todavía y que comenzaba el éxodo masivo a las ciudades, era un país tranquilo en el que de vez en cuando sucedían algunos inesperados episodios de violencia que agitaban la convivencia ciudadana y alteraban su día a día. A pesar de ser brotes muy esporádicos, sumergían a los habitantes de aquella época en una intranquilidad que no casaba con aquel territorio todavía rústico y ajeno a tendencias que comenzaban a pulular por la Europa desarrollada.
Uno de esos acontecimientos sucedería en la localidad albaceteña de Socovos, al sur de la provincia de Albacete casi en el límite con la de Murcia, en la vieja Encomienda de la Sierra del Segura y en la misma comarca que lleva su nombre. En aquel entonces todavía no formaba parte de la que hoy conocemos como «España vaciada», ya que contaba con casi 4.000 habitantes, que se han ido reduciendo hasta situarse en algo menos de los 2.000 actuales.
El día 9 de marzo de 1959 Socovos pasaría a formar parte de la historia negra de España cuando un individuo, al parecer con las facultades gravemente perturbadas, dio muerte a tres personas, entre ellas un niño en la pedanía de El Cañar. Este sujeto se llamaba Antonio Requena Lozano y contaba entonces con 38 años de edad. Que para matar vale cualquier instrumento que se tenga a mano lo demuestra el hecho de que el criminal empleó una aguja de las que se usaban para el esparto y conocidas como «armarás».
Con el instrumento arriba mencionado Antonio Requena agredió al niño de nueve años Antonio García Miranda, quien prácticamente falleció en el acto. Su siguiente víctima sería un anciano, al parecer familiar del pequeño, Miguel García Martínez, quien ya contaba con 80 años cuando fue asesinado por el hombre que supuestamente tendría sus facultades mentales gravemente alteradas y que se había visto en libertad tras permanecer algún tiempo ingresado en un centro de salud mental.
Tercera víctima
Su tercera víctima fue otro joven, en este caso un adolescente de 16 años de edad, José Antonio Fernández Camt, de quien advirtieron de su desaparición el mismo día de autos. Su cadáver aparecería unas horas más tarde con lesiones provocadas con una larga aguja y además con la cabeza completamente destrozada hasta el extremo de que se encontraba machada, para lo cual había empleado una piedra de grandes dimensiones. Su cuerpo sin vida sería hallado por efectivos de la Guardia Civil del puesto de Letur.
En la misma aldea en la que se habían producido las muertes de las tres personas asesinadas fue detenido el criminal que alteró el devenir cotidiano de una pacífica comarca, aunque este triple crimen tal vez hubiera podido evitarse en el hipotético caso de que Antonio Requena permaneciese ingresado en el centro psiquiátrico del que había salido hacía apenas 24 horas, suficientes para empañar de sangre a Socovos y situarle en el mapa de la crónica española de la época, que muchas veces no hacía otra cosa que recurrir a viejos tópicos para explicar sucesos como este.
Por si no fueran pocas las desgracias, todavía quedaba un último capítulo de este suceso. Cuando los agentes de la Guardia Civil conducían al asesino hasta el cuartel de Elche de la Sierra, el vehículo en el que viajaban sufrió un aparatoso accidente al precipitarse por un barranco, a consecuencia del cual provocaría un incendio en el que el coche quedó completamente calcinado. Tanto el conductor como el asesino salieron ilesos, en tanto que los dos agentes que le acompañaban sufrieron heridas de diversa consideración.
A pesar del siniestro, los miembros del Instituto Armado condujeron a Requena Lozano hasta el puesto de la Benemérita en el que prestaría declaración antes de pasar a disposición judicial. Debido a sus graves problemas mentales, el triple asesino cumpliría la condena un centro psiquiátrico en el que estaría ingresado prácticamente de por vida. Si no hubiese salido del que ya estaba ingresado con toda seguridad no habría que haber lamentado tan desgraciado episodio del que todavía se habla en nuestros días en el pacífico municipio de Socovos.
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