Tres personas asesinadas en Padilla de Duero (Valladolid) en un asalto inducido por el criado de la casa

Rebaño de ovejas en un pueblo de Castilla

Sucedió hace ya muchos años. Tantos que el triple crimen de Padilla de Duero se ha ganado a pulso la categoría de leyenda y ha dejado una huella indeleble en toda la comarca de Campo de Peñafiel, al este de la provincia de Valladolid, que perdura hasta nuestros días. No es para menos, pues tanto el número de víctimas como el modus operandi de los asaltantes lo convirtieron en un suceso cruel y terrible que no deja de sorprender ni siquiera en nuestros días, a pesar de que han transcurrido casi 140 años desde entonces.

En las primeras horas de la mañana del aquel ya lejanísimo 17 de mayo de 1888 el zagal encargado del rebaño de ovejas de Antonino Carrascal se vio repentinamente sorprendido al encontrar uno de los animales vagando perdido en los aledaños de la iglesia parroquial del pueblo. La reconoció inmediatamente y corrió a avisarle. Sin embargo, cuál no sería su sorpresa al entrar por la puerta del corral y contemplar el cuerpo de su amo en medio de un impresionante charco de sangre. Antonino había sido víctima de un brutal crimen. Según el informe de la autopsia presentaba «una herida en la unión de los parietales, otra en la región frontal, otras dos en el cuello muy profundas, otra en la oreja izquierda, otra en la región torácica, varias contusiones , y en la espalda la impresión de dos manos manchadas de sangre, que debieron de tirar del cadáver arrastrándolo». En resumidas cuentas, que lo habían dejado hecho un auténtico pelele en el peor sentido de la palabra.

A pocos metros del cadáver del patrón, se hallaba -atado a la rueda de un carro- el criado de la casa Antonio Monja, quien le pidió al muchacho que fuese a buscar ayuda, además de contarle lo sucedido al juez municipal. No obstante, todavía no habían visto el panorama sangriento en su totalidad, ya que en la misma vivienda yacían los cuerpos sin vida de Telesfora Zamora y Dionisia Carrascal, una joven de 24 años de edad que era hija del dueño, Antonino. La primera de estas dos víctimas era una vecina que ocasionalmente se encontraba en la casa cuando en la noche anterior se produjo el asalto. Las heridas que le habían provocado eran tan aparatosas que casi fue decapitada, mientras que la joven presentaba heridas por todo el cuerpo, el rostro y la espalda, al igual que si se hubiesen ensañado con ella.

Declaración falsa

En su primera declaración ante la Guardia Civil el criado Antonio Monja manifestó que en la noche del crimen cuatro hombres con barba se habían adentrado en la vivienda a la fuerza para robar, dejándolo a él atado al carro y tapado con una manta. De hecho, este individuo presentaba algunas heridas en las manos que se había hecho el mismo aduciendo que eran consecuencia del enfrentamiento que había mantenido con los asaltantes. Además, el hecho de haber aparecido atado al carro no era más que una treta para intentar engañar a los investigadores.

Insatisfechos con los motivos esgrimidos por el criado que se presentaba ahora como víctima, este, a consecuencia de la presión a la que fue sometido en una época en la que los agentes de la Guardia Civil no escatimaban medios para obtener una confesión que resultase cuando menos coherente, aquel individuo, que había sido el inductor del triple crimen, acabó delatando a otros cinco individuos que habían participado en aquella matanza. Se trataba de de cinco hombres a los que conocía bien: el guarda de campo, Inocencio Ruiz Melero, alias «Picoba«; Justo Martínez Martín, «el Sardina«; Pedro Gonzalo Acebes, «Moraina«; el herrero Ciriaco Serrano Carrascal, familiar del asesinado, y Miguel Alonso Arraso

El mismo Antonio Monja terminaría confesando su complicidad en el triple asesinato, asegurando que sus compinches le habían convencido para perpetrarlo, llegando incluso a reconocer su connivencia a la hora de dejar abierta la puerta trasera del corral al numero grupo que dio muerte al dueño de la casa y a dos mujeres. El móvil estaba claro que había sido el robo, habiéndose apoderado de 240 pesetas, todo un dineral para la época. Asimismo, no habían desaprovechado la oportunidad para hacer desaparecer algunos recibos en los que se reflejaban las deudas de los asaltantes contraídas con Antonio Carrascal, pues se dedicaba también a hacer préstamos.

Pena de Muerte

El juicio contra aquel sexteto de criminales se celebraría en la Audiencia Provincial de Valladolid en abril del año 1890. El fiscal encargado del caso solicitó para todos ellos la máxima condena que se contemplaba entonces en el ordenamiento jurídico español de la época, que no era otra que la pena de muerte. En sus conclusiones acusaba directamente al mismo Monja como participante y coautor de los crímenes, pues en una navaja de su propiedad se hallaron algunos restos biológicos, entre ellos algún pelo, que pertenecían a la hija del dueño de la casa.

La severidad de la condena se vería reflejada en el auto final en el que se condenaba a todos los procesados a la pena capital, quedándoles únicamente el recurso ante el Tribunal Supremo. La máxima magistratura de la nación ante el elevado número de condenados decidió indultar a cuatro de los procesados debido «a su buen comportamiento y al arrepentimiento mostrado», mediante un decreto publicado en la Gaceta de Madrid el día 21 de marzo de 1891. La pena accesoria que deberían cumplir era la cadena perpetua, siendo enviados al Penal de Ceuta, lugar al que iban destinados muchos de los penados que habían perpetrado algunos de los más horrorosos crímenes.

No corrieron la misma suerte el criado Antonio Monja ni tampoco Inocencio Ruiz Melero «Picoba», que fueron ejecutados en Peñafiel el día 17 de abril de 1891, congregándose en la plaza del pueblo a primeras horas de la mañana hasta un total de 11.000 personas para presenciar un tétrico y dantesco espectáculo, inimaginable en nuestros días, entre ellos muchos niños que eran llevados ex profeso para presenciar el castigo que les podía esperar en el caso de contravenir algunas de las leyes del ordenamiento jurídico vigente en aquel entonces.

Síguenos en nuestra página de Facebook cada día con nuevas historias

Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*